—En serio, sigo sin entender por qué es tan importante ese baile. La verdad es que aún no sé qué voy a buscar ahí en realidad.
—?Quieres decir aparte de bailar y divertirte y disfrutar del privilegio de poder ver con tus propios ojos a la famosa duquesa de Devonshire? —Al ver que no le devolvía la sonrisa, míster George se puso serio de repente, se sacó el pa?uelo del bolsillo del pecho y se secó la frente dándose unos toquecitos—. ?Ay querida! Este baile es excepcionalmente importante porque en el transcurso del mismo debe revelarse quién es el traidor entre las filas de los Vigilantes que transmite información a la Alianza Florentina. Gracias a vuestra presencia, el conde confía en hacer salir a la luz tanto a lord Alastair como al traidor.
Bueno, al menos eso era un poco más específico que lo de Anna Karenina.
—De modo que, mirándolo bien, nosotros dos somos un cebo. —Arrugue la frente—. Pero… ?no deberían saber hace tiempo si el plan ha funcionado? ?Y quién es el traidor? De hecho, todo esto paso hace a doscientos treinta a?os.
—Sí y no —replico míster George—. Por alguna razón, los informes de los Anales de esos días y semanas son extremadamente confusos. Además, falta toda un parte. Aunque se habla varias veces del traidor, que ocupaba un cargo importante y fue apartado de sus funciones, su nombre no se menciona. Y cuatro semanas después se dice lapidariamente en una frase subordinada que nadie rindió los últimos honores al traidor, dado que no lo merecía.
Una vez más se me puso la carne de gallina.
—?Cuatro semanas después de ser expulsado de la logia el traidor estaba muerto? Que… práctico —dije.
Pero mooster George ya no me escuchaba y golpeaba la ventanilla para avisar al conductor.
—Me temo que el portal es demasiado estrecho para la limosina. Será mejor que entre en el patio de la escuela por la entrada lateral. —Me sonrió—. ?Ya hemos llegado! Y por cierto, estas encantadora, llevaba rato que quería decírtelo. Como salida de una antigua película.
El coche freno ante la escalera de la entrada.
—Solo que mucho, mucho más guapa —dijo míster George.
—Gracias.
De puro azoramiento me olvide completamente de lo que me había dicho madame Rossini:
?Siempre con la cabeza por delante, tocinito de cielo?, y cometí el error de bajar del coche como hacia siempre. Lo que condujo a que me enredara sin remedio en mi falda y me sintiera como la abeja Maya en la telara?a de Tecla. Mientras maldecía y míster George reía entre dientes sin hacer nada, vi que me tendía dos manos salvadoras desde fuera, y como no tenía opción, las sujete, y deje que tiraran de mí y me pusieran en pie.
Una de las manos pertenecía a Gideon y la otra a míster Whitman; y las solté como si me hubieran quemado.
—Hummm… gracias —murmuré mientras me alisaba el vestido a toda prisa y trataba de recuperar mis pulsaciones normales.
Entonces observe con más atención a Gideon y no pude contener una sonrisa. Aunque madame Rossini no había exagerado al ponderar la belleza de la tela verde mar y la suntuosa levita se adaptaba a la perfección a los anchos hombros de Gideon sin formar ni una arruga y él estaba realmente resplandeciente de la cabeza a los zapatos con hebillas, la peluca blanca destrizaba todo el efecto.
—Y yo que pensaba que era la única que iba a hacer el payaso —dije.
Le centellaron lo ojos mientras replicaba divertido:
—Pues aun he podido convencer Giordano de que os olvidara de los polvos y lo falso lunares.
Bueno, la verdad es que ya estaba bastante pálido. Durante un segundo más o menos me perdí en la contemplación de los elegantes líneas de su mentón y sus labios, y luego me rehíce y le dirigí una mirada sombría.
—Los demás esperan abajo será mejor que nos apresuremos antes de que se formen una aglomeración —dijo míster Whitman, y lanzo una mirada a la acera, donde dos damas con sendos perros se habían parado y nos miraban con curiosidad. Si los Vigilantes no querían llamar la atención, pensé, tal vez sería mejor que utilizaran unos coches más discretos. Y naturalmente, que no hicieran circular tan a menudo por el barrio a gente extra?amente disfrazada.
Gideon me tendió la mano, pero en el mismo instante oí un ruido sordo a mi espalda y me volví. Xemerius había aterrizado sobre el techo del coche, donde permaneció tenido un momento, plano como una lapa.
—Habréis podido esperarme, ?no? —dijo jadeando. Si no le entendí mal, en Temple no había podido unirse a nosotros a tiempo porque le había retrasado un garo—. ?He tenido que hacer todo el camino volando! Quería despedirme de ti antes que te fueras.