Míster Whitman chasqueo de nuevo la lengua irritado, pero ya no volvió a tocar el tema en presencia de míster George.
Y ahora me encontraba sola, sentada en el sofá verde en el a?o 1953, esforzándome todavía en recuperar el plomo y un poco de confianza.
?El conocimiento es poder?, trate de motivarme apretando los dientes, y volví abrir el libro.
La mayoría de las entradas que Lucas había transcrito de los Anales correspondían a los a?os 1782 y 1912, ?Porque esos son, mi querida nieta, los a?os más relevantes para ti. En septiembre de 1782 fue desmantelada de la Alianza Florentina y desenmascarado el traidor en el círculo Interior de los Vigilantes. Y aunque no se menciona explícitamente en los Anales, podemos partir de la base que tú y Gideon estáis envueltos en tales acontecimientos?.
Levante la vista del libro, ?Era esa la indicación sobre el baile que había estado buscando? Si lo era, estaba tan enterada como antes. Muchas gracias, abuelito, suspire, esto es más o menos tan útil como el ?Protégete de los sándwiches de pastrami?. Seguí hojeando el libro.
—No te asustes —dijo una voz detrás de ti.
Seguro que esa frase se puede incluir entre las últimas frases más famosas de la historia, concretamente entre aquellas que son lo último que se escucha antes de morir. (Justo después ? No está cargada? y ?solo quiere jugar?). Naturalmente me dio un susto de muerte.
—Soy yo.
Gideon estaba de pie detrás del sofá y me sonreía desde todo lo alto que era. Al verlo, mi cuerpo volvió a ponerse inmediatamente en estado de alerta y los más variados sentimientos fluyeron mezclados en mi interior sin decidirse a adoptar una dirección definida.
—Míster Whitman ha pensado que no te iría mal un poco de compa?ía —dijo Gideon tranquilamente—. Y yo he recordado que es urgente cambiar esta bombilla —lanzo una bombilla al aire como un malabarista, la volvió atrapar, y sin interrumpir el movimiento, la dejo caer a mi lado en el sofá con un gesto garboso—. Veo que te has puesto cómoda. ?Mantas de cachemir! Y uvas. Parece que tienes en el bolsillo mistress Jenkins.
Mientras miraba fijamente su hermosa cara pálida y trataba de controlar mi caos sentimental, aun tuve la suficiente presencia de ánimo para cerrar de golpe Anna Karenina.
Gideon me observaba con atención. Su miraba paso de mi frente a mis ojos y luego bajo hasta mi boca. Quise volver la cabeza para marcar distancias, pero al mismo tiempo en esa posición no acababa de verle bien, de modo que seguí mirándolo como el conejo a la serpiente.
—?Que tal un peque?o ?Hola?? —Dijo, y me volvió a mirar a los ojos—. Aunque ahora estés enojada conmigo.
El hecho de que moviera hacia arriba las comisuras de los labios mientras lo decía me arranco de mi parálisis.
—Gracias por recordármelo.
Me aparté los cabellos de la frente, me senté recta y abrí mi libro, esta vez bastante cerca del principio. Sencillamente le ignoraría, no querría que se le ocurriera pensar que todo iba perfectamente entre nosotros.
Pero Gideon no iba a darse por vencido con tanta facilidad.
—Para cambiar la bombilla tendría que apagar la luz un momento —dijo mirando el techo—.Durante un rato esto estará bastante oscuro.
No dije nada.
—?Haz traído una linterna?
No respondí.
—Por otro lado, hoy no parece que la lámpara de problemas. Quizá podríamos arriesgarnos a dejarla como esta.
Sentí que estaba a mi lado y que me miraba, como si fuera a tocarme, pero permanecí con la mirada fija en el libro.
—Hummm… ?Puedo coger unas uvas?
Perdí la paciencia.
—Sí, cógelas, ?Pero déjame leer en paz! —resople—.Y cierra el pico, ?de acuerdo? No tengo ningunas ganas de hablar de tonterías contigo.
Durante el tiempo que tardo en comerse las uvas no dijo nada. Pase una página del libro sin haber leído una palabra.
—He oído que esta ma?ana has tenido visita. —Empezó a hacer malabarismos con las uvas—.Charlotte ha dicho algo de una arca misteriosa.
Aja. Así que se trataba de eso. Deje caer el libro sobre su regazo.
—?Que parte de ?Cierra el pico? no has entendido?
Gideon me dirigió una gran sonrisa.
—Eh, que ahora no estoy hablando de tonterías. Me gustaría saber cómo se le ocurrió a Charlotte la idea de que podías tener algo de Lucy y Paul.
Había venido a tirarme de la lengua, claro, probablemente por encargo de Falk y los demás ?Se simpático con ella, y si ha escondido algo, seguro que acabara por revelarte que es y donde lo ha metido?. Tomar a las mujeres por tontas que era, al fin y al cabo, el deporte favorito de los De villiers.
Levante los pies del suelo y me senté con las piernas cruzadas sobre el sofá. Estando furiosa me resultaba más fácil mirarle directamente a los ojos sin que me temblara el labio.