Me subí la manta hasta la barbilla.
—?Se quema algo? —pregunté, menos inspirada aún que Xemerius—. Según mi madre, no tenían que venir a recogerme para elapsar hasta la tarde. ?Y en todo caso no sacándome directamente de la cama, por Dios!
—?Joven, esto ya supera todos los límites! —gritó una voz detrás de mister Marley. La tía Maddy le dio un empujoncito para hacerse sitio y se coló en la habitación—. Es evidente que no tiene usted modales —continuó—. Si no, no se atrevería a irrumpir así en el dormitorio de una muchacha.
—Eso. Y yo tampoco estoy preparado aún para recibir visitas —dijo Xemerius, y empezó a lamerse la pata delantera.
—Yo… yo… —balbució mister Marley con la cara enrojecida.
—?Su comportamiento es realmente inadmisible!
—?Tía Maddy, no te metas en esto! —La tercera en discordia era Charlotte, vestida con vaqueros y un jersey verde fosforescente que hacía que sus cabellos brillaran como fuego—. Mister Marley y mister Brewer solo han venido a recoger una cosa.
Mister Brewer tenía que ser el joven con traje negro que en ese momento hacía su entrada. El número cuatro. Poco a poco me iba sintiendo como en la Victoria Station en hora punta. Pero mi habitación no tenía ni de cerca los metros cuadrados adecuados para el caso.
Charlotte se adelantó a codazos para abrirse camino.
—?Dónde está el arca? —preguntó.
—El perro del ventero ladra a los de fuera y muerde a los de dentro —recitó Xemerius.
—?Qué arca?
Yo aún seguía sentada petrificada bajo mi manta. Y tampoco tenía ninguna intención de levantarme, porque seguía llevando el pijama hecho un asco y no pensaba permitir que mister Marley disfrutara de la visión. Ya bastaba con que me viera con los cabellos revueltos.
—?Lo sabes perfectamente! —Charlotte se inclinó sobre mí—. Vamos, ?dónde está?
Los ricitos de la tía Maddy y se encresparon de indignación.
—Nadie va a tocar el arca —ordenó en un tono sorprendentemente autoritario.
Aunque no podía competir ni de lejos con la dureza del de lady Arista:
—?Madeleine! Ya te he dicho que te quedaras abajo. —Ahora también mi abuela entró en la habitación, tiesa como un palo y con la barbilla levantada—. Esto no te incumbe.
Entretanto, Charlotte se abrió paso entre la multitud en dirección al armario, abrió la puerta de un tirón y se?aló el arca.
—?Aquí está!
—Pues claro que me incumbe. Es mi arca —exclamó la tía Maddy, esta vez con una nota de desesperación en la voz—. ?Solo se la he prestado a Gwendolyn!
—Tonterías —dijo lady Arista—. El arca pertenecía a Lucas. De hecho, durante todos estos a?os me he preguntado muchas veces dónde podía estar. —Sus ojos, de un azul de hielo, me repasaron de arriba abajo—. Jovencita, si Charlotte tiene razón, no me gustaría estar en tu piel.
Me subí la manta un poquito más y pensé en la posibilidad de desaparecer del todo debajo.
—Está cerrada —informó Charlotte inclinada sobre el arca.
Lady Arista tendió la mano hacia mí.
—La llave, Gwendolyn.
—No la tengo. —Mi voz quedo amortiguada por la manta—. Y tampoco entiendo qué…
—Ahora no te pongas testaruda —me interrumpió lady Arista. Pero como Leslie se había vuelto a colgar la llave al cuello, no me quedaba más remedio que ponerme testaruda.
Charlotte empezó a revolver los cajones de mi escritorio y la tía Maddy le dio una palmadita en los dedos.
—?Deberías avergonzarte!
Mister Marley se aclaró la garganta.
—Con su permiso, lady Montrose, debo decir que en Temple disponemos de los medios y recursos necesarios para abrir la cerradura en caso de no disponer de la llave…
—?Los medios y recursos necesarios? —dijo Xemerius imitando sus aires de misterio—. Como si las palanquetas tuvieran propiedades mágicas. ?Estúpido fanfarrón!
—Muy bien, entonces llévense el arca —dijo lady Arista, y se volvió hacia la puerta—. ?Mister Bernhard —la oí gritar—, acompa?e a estos se?ores abajo!
—A primera vista uno diría que ya tienen suficientes antigüedades en ese edificio —dijo Xemerius—. Unos tipos codiciosos, esos Vigilantes.
—?Protesto una vez más contra este atropello! —gritó la tía Maddy mientras mister Marley y el otro hombre se llevaban el arca de la habitación sin decir palabra—. Esto es… allanamiento de morada. Cuando Grace se entere de que han entrado en sus habitaciones sin permiso, montará en cólera.