—Esta sigue siendo mi casa y aquí valen mis reglas —dijo lady Arista fríamente, y antes de marcharse a?adió—: Que Gwendolyn no sea consciente de sus deberes y por desgracia se muestre indigna de ser una Montrose, puede justificarse por su edad y su falta de conocimientos, ?pero tú, Madeleine, deberías saber por qué objetivos luchó tu hermano durante toda su vida! De ti había esperado más sentido del honor familiar. Estoy muy decepcionada con las dos.
—Yo también estoy decepcionada. —La tía Maddy puso los brazos en jarras y dirigió una mirada furiosa a lady Arista, que había dado media vuelta y salía muy tiesa de la habitación—. Con las dos. ?Al fin y al cabo somos una familia! —Como lady Arista ya no podía oírla, se volvió hacia Charlotte—: ?Liebrecilla! ?Cómo has podido hacerlo?
Charlotte se sonrojó. Durante un brevísimo instante me recordó al inefable mister Marley y pensé en dónde habría metido el móvil, porque me habría encantado conservar esa imagen para la posteridad, o para posteriores intentos de chantaje.
—No podía permitir que Gwendolyn boicoteara algo que ni siquiera es capaz de comprender —dijo Charlotte (incluso le temblaba un poco la voz)— solo por ese afán que tiene de colocarse siempre en primer plano. Ella… no siente ningún respeto por los misterios a os que se encuentra ligada inmerecidamente. —Me lanzó una mirada venenosa y aquello pareció ayudarla a recuperar un poco el aplomo—. ?Has montado este lío tú sola! —resopló con nuevos ánimos—. ?Incluso me ofrecí a ayudarte! ?Pero no! Tú siempre tienes que saltarte todas las reglas.
Y dicho esto, volvió a ser la misma de siempre e hizo lo que mejor sabía hacer: echarse el pelo hacia atrás orgullosamente y salir con paso firme de la habitación.
—Oh, Dios, Dios, Dios —exclamó la tía Maddy dejándose caer pesadamente sobre mi cama. (Xemerius tuvo el tiempo justo para rodar de lado y salvarse en el último momento.)—. ?Qué vamos a hacer ahora? Seguro que vendrán a buscarme cuando hayan abierto el arca, y es más que seguro que no se andarán con chiquitas contigo. —Cogió la lata de caramelos de limón del bolsillo de la falta y se metió cinco de golpe en la boca—. Sencillamente no puedo soportarlo.
—?Tranquila, tía Maddy! —Me pasé los dedos por el pelo y le sonreí—: Lo único que hay dentro del arca es mi atlas y las obras completas de Jane Austen que me regalaste por Navidad.
—Oh. —La tía Maddy se frotó la nariz y lanzó un resoplido de alivio—. Naturalmente ya lo había pensado —dijo chupeteando frenéticamente los caramelos—. Pero ?dónde…?
—En lugar seguro, espero. —Suspiré hondo y pasé las piernas por encima del borde de la cama—. Pero por si vuelven enseguida con una orden de registro o algo así, será mejor que me vaya a duchar. Y, por cierto, ?muchas gracias por tu consejo de ayer! Con que todas las habitaciones estaban vacías. ?Aterricé en el dormitorio de la tía Glenda y el ex tío Charlie!
—?Uy! —exclamó la ti Maddy, y del susto se tragó un caramelo.
Esa ma?ana no volví a ver a Charlotte ni a mi abuela. El teléfono sonó unas cuantas veces en el piso de abajo y también una en el nuestro, pero era mi madre, que quería saber cómo me encontraba.
Más tarde vino de visita la amiga de la tía Maddy, mistress Purpleplum, y oí cómo las dos reían como dos ni?as peque?as. Pero, por lo demás, todo permaneció tranquilo. Antes de que me recogieran al mediodía para llevarme a Temple. Xemerius y yo aún pudimos dedicarnos un rato a la lectura de Anna Karenina, quiero decir, a la parte que no había sido redactada por Tolstói. Las páginas 400 a 600 contenían principalmente transcripciones de las Crónicas y los Anales de los Vigilantes. Lucas había escrito en referencia a ellas: ?Estas son solo las partes más interesantes, querida nieta?; pero, para ser sincera, al principio no las encontré especialmente interesante. Los llamados ?Principios sobre la naturaleza del tiempo?, redactados personalmente por el conde de Saint Germain, superaron mis capacidades cerebrales ya desde la primera frase. ?Si bien en el presente el pasado ya ha sucedido, es preciso extremar la prudencia para no poner en peligro lo presente a través de lo pasado al hacerlo presente.?
—?Tú lo entiendes? —le pregunté a Xemerius—. ?Por un lado de todos modos ya ha sucedido todo y por eso también sucederá como ha sucedido, y por otro lado no se puede infectar a nadie con virus de la gripe? ?O qué sentido tiene, si no?
Xemerius sacudió la cabeza.
—Nos lo saltamos y ya está, ?vale?