Violet Purpleplum era para la tía Maddy más o menos lo que Leslie para mí.
—?Claro que no! —La tía Maddy le dirigió una mirada indignada—. ?Lo juré por mi vida! Le he dicho que la luz aquí arriba era mejor para hacer trabajos manuales y que así lady Arista no nos molestaría. De todos modos, una de tus ventanas no cierra bien, querida: hay corriente, todo el tiempo he estado notando como un soplo de aire frío.
Xemerius puso cara de culpable.
—No lo hago intencionadamente —dijo—. Es que el libro era tan emocionante que…
Pero yo ya estaba pensando en la noche que me esperaba.
—Tía Maddy, ?sabes quién ocupaba mi habitación en noviembre de 1993?
Mi tía abuela arrugó la frente, tratando de recordar.
—?En 1993? Déjame que piense. ?Margret Thatcher aún era primera ministra en esa época? Entonces era… a ver, ?cómo se llamaba?, lo tengo en la punta de la lengua.
—?Uf! La buena se?ora lo confunde todo —dijo Xemerius—. ?Será mejor que me lo preguntes a mí! 1993 fue el a?o en que llegó a los cines El día de la marmota, la he visto catorce veces; además, se hizo pública la relación del príncipe Carlos con Camilla Parker-Bowles, y el primer ministro se llamaba…
—Eso no importa —le interrumpí—. Solo quiero saber si puedo saltar esta noche sin peligro al a?o 1993 desde aquí. —Me parecía la opción más segura, porque no se podía descartar que Charlotte se hubiera procurado un traje de camuflaje negro y estuviera haciendo guardia en el pasillo las veinticuatro horas—. ?Estaba ocupada o no la habitación, tía Maddy?
—Llanfairpwllgwyngyllgogerychwyrndrobwllllantysiliogogogoch —exclamo la tía Maddy, y Xemerius, Nick y yo la miramos perplejos.
—Esta mujer ha perdido definitivamente el oremus —dijo Xemerius—. Esta tarde ya me ha llamado la atención que al leer siempre riera en el sitio equivocado.
—Llanfairpwllgwyngyllgogerychwyrndrobwllllantysiliogogogoch —repitió la tía Maddy, y a continuación nos dirigió una sonrisa radiante y se llevó un caramelo de limón a la boca—. Así se llamaba la ciudad de Gales de donde procedía nuestra ama de llaves. Para que luego digan que no tengo buena memoria.
—Tía Maddy, solo quiero saber si…
—Sí, sí, ya lo he entendido. El ama de llaves se llamaba Gladiola Langdon y vivió a principios de los a?os noventa en la habitación de tu madre —me interrumpió—. ?Qué, te sorprende eso? ?Sabes?, en contra de la opinión común, tu tía abuela tiene un cerebro que funciona extraordinariamente bien. En esa época las restantes habitaciones de aquí arriba se utilizaban solo de vez en cuando como habitaciones de invitados, y el resto del tiempo estaban vacías. Y Gladiola tenía muy mal oído. De modo que puedes subir sin miedo a tu máquina del tiempo y volver a bajar en el a?o 1993. —La tía Maddy rió entre dientes—. Gladiola Langdon: no creo que olvidemos nunca su apple pie. La pobre ni siquiera se preocupaba de apartar los corazones.
Mamá tenía bastantes remordimientos de conciencia por lo de mi supuesta gripe. Después de que Falk de Villiers la hubiera llamado personalmente por la tarde y le hubiera comunicado los consejos del doctor White sobre guardar cama y tomar muchas bebidas calientes, me repitió unas cien veces lo mal que se sentía por no haberme escuchado, luego me exprimió tres limones a mano y a continuación sentó media hora junto a mi cama para asegurarse de que me lo bebiera todo. Además, como había casta?eteado con los dientes de una forma un poco demasiado convincente, me envolvió en dos mantas y, por si fuera poco, me colocó una bolsa de agua caliente en los pies.
—Soy una mala madre —dijo mientras me acariciaba la cabeza—. Y eso en una situación que ya debe de ser bastante dura de soportar para ti.
Sí, de hecho en eso tenía razón. Y no solo porque me sentía como si estuviera en una sauna y sobre mi vientre se pudieran freír dos huevos. Durante unos segundos me permití hundirme en la autocompasión.
—No eres una mala madre, mami —le dije luego.
Pero en lugar de tranquilizarse, me pareció que estaba aún más preocupada que antes si cabe.
—Espero que no te dejen hacer nada peligroso, esos viejos obsesionados con sus secretos.
Tomé cuatro sorbitos seguidos de limón caliente. Una vez más me encontraba ante el dilema de ponerla al corriente de todo o seguir callando como hasta entonces. No me sentía nada bien teniendo que mentirle, u ocultándole cosas importantes, pero tampoco quería que tuviera que preocuparse por mí o que la tomara con los Vigilantes. Además, seguramente no daría saltos de alegría si le explicaba que tenía escondido el cronógrafo en casa y que organizaba viajes en el tiempo por mi cuenta.
—Falk me ha asegurado que te limitas a permanecer sentada en un sótano haciendo los deberes —dijo—. Y que lo único que puede preocuparme es que tengas que estar tanto tiempo sin ver la luz del sol.
Dudé un segundo antes de decirle con una media sonrisa: