Esmeralda (Edelstein-Trilogie #3)

—Y, además, tampoco estarás sola —completó Falk—. Gideon te acompa?ará todo el rato.

Aunque no quería hacerlo, volví la mirada hacia Gideon, e instantáneamente volví a apartar la vista al ver que tenía los ojos clavados en mí, como si quisiera atraparme con la mirada. Falk continuó:

—En un abrir y cerrar de ojos estarás aquí de nuevo y todo habrá pasado.

—Y piensa en tu bonito vestido… —a?adió el supuesto ministro de Sanidad tratando de engatusarme.

(Pero ?qué se había creído? ?Me tomaba por una ni?a de diez a?os que aún jugaba con Barbies?)

Hubo un murmullo general de asentimiento y todos me sonrieron animadamente con excepción del doctor White, que como siempre había fruncido el entrecejo y tenía una expresión tan seria que casi daba miedo. El peque?o Robert ladeó la cabeza en un gesto de disculpa.

—Me pica la garganta, tengo dolor de cabeza y me duele todo el cuerpo —dije con toda la firmeza de que fui capaz—. Creo que lo del miedo escénico es algo distinto. Mi prima se ha quedado hoy en casa con gripe y me la ha contagiado. ? Es así de sencillo!

—?Se le debería explicar una vez más que se trata de un acontecimiento de importancia histórica…! —chilló mister Marley desde atrás, pero mister Whitman le interrumpió.

—Gwendolyn, ?recuerdas nuestra conversación de esta ma?ana? —preguntó en un tono que era incluso un poco más meloso aún que el de antes.

?De qué conversación hablaba? ?No estaría insinuando en serio que su sermón sobre mi falta de compromiso escolar era una conversación? Pero sí, por lo visto se refería a eso.

—Posiblemente deba atribuirse a la formación que recibió de nosotros, pero estoy seguro de que Charlotte, en tu lugar, habría sido consciente de sus deberes y nunca habría antepuesto su estado de salud a sus tareas en la misión que todos compartimos.

Bueno, tampoco era culpa mía que hubieran formado a la persona equivocada. Me aferré con más fuerza al respaldo de la silla.

—Créame —dije—, si Charlotte estuviera tan enferma como yo, tampoco podría ir a ese baile.

Mister Whitman parecía a punto de perder la paciencia definitivamente.

—Creo que no comprendes la importancia que tiene esto para mí.

—?Esta conversación no nos lleva a ninguna parte! —Fue el doctor White quien habló, como siempre en un tono extremadamente brusco—. Estamos perdiendo un tiempo precioso. Si la muchacha está realmente enferma, difícilmente vamos a encontrar argumentos razonables para convencerla. Y si solo está simulando… —Corrió su silla hacia atrás, se levantó y dio la vuelta a la mesa tan rápido que el peque?o Robert tuvo dificultades para seguirlo—. ?Abre la boca!

Bueno, eso ya superaba todos los límites. Le miré indignada, pero antes de que pudiera reaccionar, ya me había sujetado la cabeza con las dos manos. Empezó a palparme el cuello con los dedos desde las orejas hacia abajo y a continuación me puso una mano sobre la frente. Estaba perdida.

—Hummm… —dijo finalmente, y su expresión se volvió aún más sombría si cabe—. Nódulos linfáticos hinchados, temperatura alta; realmente no tiene buen aspecto. Por favor, abre la boca, Gwendolyn.

Estupefacta, hice lo que me decía. ?Nódulos linfáticos hincha dos? ?Temperatura alta? ?Realmente me había puesto enferma de puro pánico?

—Justo lo que pensaba. —El doctor White se sacó un bastón-cito de madera del bolsillo del pecho y presionó mi lengua hacia abajo—. Garganta enrojecida, amígdalas inflamadas… no es raro que te duela la garganta. Te debe hacer un da?o de mil demonios al tragar.

—Oh, pobre —dijo Robert compasivamente, y a?adió haciendo una mueca—: Ahora seguro que tendrás que tomar uno de esos asquerosos jarabes para la tos.

—?Sientes frío? —preguntó su padre.

Asentí vacilando. ?Por qué demonios hacía eso? Precisamente el doctor White, que siempre se comportaba como si yo fuera a aprovechar la menor oportunidad para largarme con el cronógrafo.

—Lo que pensaba. La fiebre subirá aún más. —El doctor White te volvió hacia los demás—. En fin, tiene todo el aspecto de una infección vírica.

Los Vigilantes presentes en la sala parecían un poco avergonzados. Me esforcé en no mirar a Gideon, aunque me hubiera encantado ver la cara que ponía.

—?Puedes darle algo contra eso, Jake? —preguntó Falk de Villiers.

—Como mucho algo para bajar la fiebre, pero nada que le permita hacer vida normal en las próximas horas. Tendrá que guardar cama. —El doctor White me observó con aire irritado—. Si tiene suerte, será una de esas fiebres de un día que están apareciendo últimamente. Aunque también puede ser muy bien que dure varios días…