Esmeralda (Edelstein-Trilogie #3)

—?Ya estamos otra vez con esas! Gwendolyn sencillamente no soporta no ser el centro de atención.

—Se nota frío. —Mamá me agarró la punta de la nariz con los dedos como si tuviera cinco a?os—. Y aquí seco y caliente, como debe ser. —Me acarició el cabello—. Este fin de semana puedo dedicarme a mimarte si quieres. Podríamos desayunar en la cama…

—Uau, sí. Y nos lees historias de Peter, Flopsy, Mopsy y Cotton Tail, como antes —dijo Caroline, con el crédito de ganchillo sentado en su regazo—. Y luego alimentaremos a Gweny con trocitos de manzana y le pondremos compresas frías.

Lady Arista colocó una rodaja de pepino sobre su tostada, en la que ya se apilaban en un orden perfecto queso, jamón, huevo revuelto y tomate.

—Gwendolyn, no tienes aspecto de estar enferma, más bien diría rebosas vitalidad.

?Increíble! ?Apenas puedes mantener los ojos abiertos del cansancio y parece que te haya mordido un vampiro, y van y te dicen que rebosas vitalidad!

—Hoy estaré todo el día en casa —dijo mister Bernhard—. Podría llevarle a Charlotte un poco de sopa de pollo caliente.

Aunque se lo decía a la tía Glenda, estaba muy claro que aquello iba dirigido a mí.

—Ya me ocuparé yo de mi hija. Usted debería ir al taller Walden Jones para recoger mis encargos y el vestido para la fiesta de Charlotte.

—Eso está en Islington —dijo mister Bernhard, dirigiéndome una mirada de preocupación—. Estaré un buen rato fuera.

—Sí, así es.

La tía Glenda frunció el ce?o extra?ada.

—Cuando vuelva, podría pararse a comprar unas flores —dijo lady Arista—. Unos cuantos arreglos primaverales para el vestíbulo, la mesa del comedor y la habitación de música. Nada chillón como esos vulgares tulipanes papagayo de hace poco, sino más bien tonos blancos y delicados amarillos y lilas.

Mamá repartió besos de despedida a todos antes de irse a trabajar.

—Si encuentra nomeolvides, podría traerme una macetita, mister Bernhard. O muguete, si ya hay.

—Muy bien —dijo mister Bernhard.

—Sí, ya puestos, traiga también unos lirios, así los pondrán poner en mi tumba cuando haya muerto porque me han enviado a la escuela estando enferma —dije malhumorada, pero mamá ya había salido por la puerta.

—Vamos, no te preocupes —trato de animarme Xemerius—. Su la arpía pelirroja se queda en casa, Charlotte tampoco se podrá pasear tan fácilmente por tu habitación. Y aunque lo hiciera, aún tendría que ocurrírsele la idea de empujar la pared posterior de tu armario y escurrirse hasta el trastero. E incluso entonces nunca conseguiría reunir el valor suficiente para destripar el cocodrilo. ?Qué? Supongo que ahora te alegras de que esta noche te haya convencido de rajar a ese bicho…

Asentí con la cabeza, aunque me estremecí por dentro al recordar aquel rincón oscuro y siniestro lleno de telara?as, y naturalmente seguía estando preocupada. Si Charlotte realmente había intuido, o sabía incluso, qué debía buscar, no se rendiría tan deprisa. Y, además, yo llegaría a casa más tarde de lo habitual si no conseguía aplazar la vista al baile. Demasiado tarde, tal vez. ?Qué pasaría si los Vigilantes se enteraban de que el cronógrafo robado se encontraba en nuestra casa? Un cronógrafo al que solo le faltaba la sangre de Gideon para cerrar el círculo. Al pensarlo, se me puso la carne de gallina. Probablemente se quedarían alucinados cuando se dieran cuenta de que se encontraba tan cerca de cumplir la misión de su vida. ?Y quién era yo para mantener en secreto algo con lo que posiblemente se podía fabricar un remedio contra todas las enfermedades de la humanidad?

—Y siempre existe la posibilidad de que la pobre chica esté enferma de verdad —dijo Xemerius.

—Sí, y la Tierra es plana —repliqué yo estúpidamente en voz alta. Todos en la mesa me miraron desconcertados.

—No, Gweny, la Tierra es como una bola —me corrigió amablemente Caroline—. Y se supone que vuela a toda velocidad a través del universo. Al principio yo tampoco quería creerlo. —Cortó un pedazo de tostada y los sostuvo ante el morro rosa del cerdito—. Pero en realidad resulta que es así. ?No es verdad, Margret? ?Un trocito más con jamón?

Nick soltó un débil gru?ido y lady Arista torció la boca en una mueca de desaprobación.

—?No habíamos establecido la regla de que en las comidas no podían estar presentes animales de trapo, mu?ecas ni amigos reales o imaginarios?

—Pero es que Margret se porta muy bien —repuso Caroline, aunque enseguida dejó resbalar el cerdo bajo la silla como una buena chica.