Esmeralda (Edelstein-Trilogie #3)

—Hasta ahora mis ambiciones en este sentido se habían mantenido dentro de unos límites aceptables. —La mirada de Lucas apuntó al escudo familiar de los Montrose que colgaba encima de la chimenea. Una espada, enmarcada de rosas, y debajo por las palabras HIC RHODOS, HIC SALTA, lo que podía traducirse por <>—. Aunque desde el principio he ocupado un buen lugar en el palco (?al fin y al cabo la familia Montrose se encontraba representada, ya que en el a?o 1745, en el grupo de los miembros fundadores y además estoy casado con una portadora potencial del gen de la línea Jade!), la verdad es que no tenía la menos intención de comprometerme más de lo necesario…Pero ahora esto se ha acabado. En atención a ti, Lucy y Paul, incluso le lameré el…trataré de estar en buenas con Kenneth de Villers. No sé si funcionará, pero…


—?Sí que funcionará! Incluso serás gran maestre —dije yo mientras me sacudía las migas del pijama. Tuve que hacer un esfuerzo para no soltar un eructo de satisfacción. ?Qué fantástico era volver a sentirse llena!—. A ver, reflexionemos de nuevo: en el a?o 1993 tú tendrías…

—?Chist! —Lucas se inclinó hacia delante y me puso un dedo sobre los labios—. No quiero oírlo. Tal vez no sea muy inteligente, pero no quiero saber lo que me depara el futuro en tanto no nos sirva en este asunto. Hasta nuestro próximo encuentro me quedan por vivir treinta y siete a?os y me gustaría pasarlos tan…libre de interferencias como sea posible. ?Me comprendes?

—Sí. —Le miré con tristeza—. Lo comprendo muy bien, abuelo.

Después de eso no me pareció muy oportuno hablarle de las sospechas que abrigaban la tía Maddy y mister Bernhard con respecto a las circunstancias de su muerte. Siempre podría dejarlo para 1993.

Me incliné hacia atrás en el sillón y traté de sonreír.

—En ese caso, ?por qué no hablamos de la magia del cuervo abuelito? Eso es algo que aún no sabes sobre mí.





De los Anales de los Vigilantes





2 de abril de 1916


CONTRASE?A DEL DIA: Duo cum faciunt idem, non est idem (Terencio)



Londres sigue sometida al fuego enemigo, ayer las escuadrillas alemanas incluso volaron de día, y las bombas causaron grandes da?os en toda el área urbana. La administración de la cuidad ha dispuesto que parte de los sótanos accesibles desde la City y el Palacio de Justicia sean utilizados como refugios antiaéreos. Por eso hemos empezado a tapiar los pasos conocidos, hemos triplicado la guardia en la zona de los sótanos y hemos completado, además nuestro arsenal de armas tradicionales con armas modernas.

Hoy hemos elapsado de nuevo, ateniéndonos al protocolo de seguridad, en un grupo de tres desde la sala de Documentos al a?o 1851. Todos llevábamos algo para leer, y habríamos podido pasar un rato tranquilo si lady Tilney hubiera encajado mis comentarios sobre sus lecturas con algo más que humor y no hubiera vuelto a provocar enseguida una disputa por cuestiones de principios. Yo me reafirmo enseguida en la opinión de que las poesías de ese Rile son un puro disparate y un galimatías, además de ser un poco patriótico leer literatura alemana: ?nos encontramos en medio de una guerra! Personalmente, odio que la gente trate de convertirme a sus ideas, pero, por desgracias, me ha resultado imposible hacer desistir a ello a mi interlocutora. Lady Tilney estaba leyendo un degenerado fragmento sobre unas manos ajadas que saltan húmeda y pesadamente como sapos después de un chaparrón, o algo parecido, cuando han llamado a la puerta.

Naturalmente sobresaltados, y por eso descaro enigma b aq lady conocer a aunque luego lo niegue una aclaración nadie!!!

Sangre sin ve un metro ochenta y cin verde A?o.

Nota del margen: 17.5.1986

Ilegible al parecer por mancha de café. Las páginas 34 o 36 faltan enteras. Solicito la introducción de una norma que exija que la lectura de los Anales por parte de los novicios se efectúe en todos los casos bajo supervisión.



D. Clarksen, archivero (?sumamente enojado!!!)





Capítulo V


—Oh, no ya has vuelto a lloriquear otra vez —dijo Xemerius, que me esperaba en el pasadizo secreto.

—Sí —me limité a responder.

Para mí había sido muy duro despedirme de Lucas, y no había sido la única que había llorado. Mi abuelo y yo no volveríamos a vernos hasta dentro de treinta y siete a?os, al menos desde su perspectiva, y a los dos nos parecía un tiempo increíblemente largo. Si hubiera sido por mí, habría saltado inmediatamente al a?o 1993, pero tuve que prometerle a Lucas que antes recuperaría el sue?o atrasado. Aunque eso era mucho decir, porque eran las dos de la madrugada y a las siete menos cuarto tenía que levantarme. Probablemente, mamá necesitaría una grúa para levantarme de la cama.

Al no oír ninguna replica impertinente de parte de Xemerius, le ilumine la cara con la linterna. Probablemente solo fuera imaginaciones mías pero pareció un poco triste, y eso me hizo pensar que lo había tenido muy abandonado durante todo el día.

—Me alegro de que me hayas esperado, Xemi…erius —dije en un repentino arrebato de ternura. También me habría gustado acariciarle, pero es imposible acaricia a los espíritus.

—Pura casualidad. Mientras estabas fuera, me he dedicado a buscar un escondite apropiado para este trasto —dijo se?alando el cronógrafo.

Volví a envolver el cronógrafo en mi albornoz, lo levanté, lo apoyé en la cadera y me lo coloqué en el brazo. Bostezando, salí a la escalera deslizándome por la abertura, y a continuación empuje el retrato del tatata…del antepasado gordo, que giró silenciosamente hasta tapar de nuevo la entrada.