—Yo también me voy a la cama ahora con un buen libro —dijo Charlotte a Caroline.
—A la sombra de la colina de los vampiros —se chivó Xemerius—. Ya está en la página 413, en el punto en que el joven, aunque también no muerto, Christopher St. Ives consigue llevarse por fin a la cama a la bellísima Mary Lou.
Le dirigí una mirada divertida, y me quedé estupefacta al ver que de pronto parecía un poco avergonzado.
—Te juro que solo lo he hojeado por encima —dijo, y saltó de la ara?a a la repisa de la ventana. La tía Maddy aprovechó el anuncio de Charlotte para decir:
—?Oh, pero, querida, pensaba que aún me harías compa?ía un rato en la habitación de música! Me gustaría tanto jugar otra vez al Scrabble. Charlotte puso los ojos en blanco.
—La última vez tuvimos que excluirte del juego porque insistías en que existía la palabra ?arbolería?.
—Sí, y existe. Es una tienda donde venden árboles. —La tía Maddy se levantó y se colgó del brazo de Charlotte—. Pero lo acepto como no válido por hoy.
—?Igual que zampahuesos y saltamesas? —dijo Charlotte.
—Pero, liebrecilla, si estoy segurísima de que saltamesas existe —dijo la tía Maddy gui?ándome un ojo.
Abracé a mamá antes de subir a la habitación con Leslie.
—Ahora que me acuerdo, Falk de Villiers te envía saludos. Quería saber si tienes pareja fija.
Seguramente habría sido mejor esperar a que Charlotte y la tía Maddy hubieran salido de la habitación antes de decírselo, porque las dos se quedaron petrificadas y se pusieron a mirar a mamá con cara de curiosidad.
—?Qué? —Mamá se sonrojó un poco—. ?Y tú que le has contestado?
—Bueno, que hacía una eternidad que no salías con nadie y que con el último que lo hiciste siempre se rascaba la entrepierna cuando creían que no le miraban.
—?No le habrás dicho eso de verdad?
—No, no se lo he dicho —respondí riendo.
—?Ah, estáis hablando de ese apuesto banquero con el que Arista quería ligarte? ?Mister Itchman? —intervino la tía Maddy—. Aunque eran ladillas, garantizado.
Leslie soltó una risita.
—Se llamaba Hitchman, tía Maddy. —Mi madre tuvo un escalofrío y se frotó los brazos—. Y me alegro de no haber comprobado lo de las ladillas. Bueno, ?qué le has dicho en realidad? A Falk, quiero decir.
—Nada —respondí—. ?Quieres que la próxima vez le pregunte su tiene una relación fija?
—Ni se te ocurra —dijo mamá, y luego a?adió sonriendo—. No la tiene. Lo sé por casualidad por una amiga que tiene una amiga que le conoce bastante…Pero no es que me interese especialmente.
—No, claro —dijo Xemerius saliendo volando de la repisa de la ventana y posándose en medio de la mesa del comedor—. ?Qué tal si empezamos de una vez?
Media hora más tarde Leslie estaba al corriente de las últimas novedades y Caroline se encontraba en posesión de un auténtico cerdo de ganchillo vintage del a?o 1929. Cuando le explique de dónde lo había sacado, se quedó muy impresionada y quiso llamar a Margaret al bicho en honor de lady Tilney. Con el cerdo en brazos, se durmió feliz cuando por fin se hizo la calma.
Los martillazos y los golpes de escarpa que daba mister Bernhard resonaron por toda la casa. Estaba clarísimo que nunca habríamos conseguido reventar la pared en secreto. Pegada a ellos, la tía Maddy entró andando de puntillas en la habitación.
—Nos ha descubierto en la escalera —dijo Nick disculpándose.
—Y he recordado el arca —dijo la tía Maddy excitada—. Pertenecía a mi hermano. Estuvo durante a?os en la biblioteca y luego, poco antes de su muerte, desapareció de repente. De modo que creo que tengo derecho a saber qué pensáis hacer con ella.
Mister Bernhard suspiró.
—Por desgracia, no teníamos elección; en ese momento lady Arista y miss Glenda llegaban a casa.
—Sí, y en esa situación estaba clarísimo que yo era el mal menos, ?no?
La tía Maddy rió satisfecha.
—Lo importante es que Charlotte no se haya enterado de nada —dijo Leslie.
—No, no hay por qué preocuparse. Se ha ido a su habitación resoplando de rabia solo porque ha colocado la palabra <>.
—Que, como todo el mundo sabe, es el recipiente donde se guardan los tenedores —dijo Xemerius—. Un utensilio que no puede faltar en ningún hogar.
La tía Maddy se arrodilló en el suelo y acarició la polvorienta tapa del arca.
—?De dónde la habéis sacado?
Mister Bernhard me dirigió una mirada interrogativa y yo me encogí de hombros. Ya que estaba con nosotros, sería mejor que le contáramos de qué iba todo.
—La emparedé en ese lugar por encargo de su hermano la noche anterior a su muerte —explicó mister Bernhard muy digno.
—?No fue hasta la noche anterior a su muerte? —repetí como un eco. Aquello también era nuevo para mí.
—?Y qué hay dentro? —preguntó la tía Maddy, que se había incorporado y buscaba un sitio para sentarse. Como no encontró nada más, al final se instaló en el borde de mi cama al lado de Leslie.