Esmeralda (Edelstein-Trilogie #3)



Necesité unos segundos para acostumbrarme al cambio de luz. Solo una lámpara de petróleo colocada sobre la mesa iluminaba la sala. A su luz cálida y exigua reconocí una agradable naturaleza muerta consistente en una cesta, algunos ovillos de lana rosa, una jarra de té con una funda de fieltro y una taza con decoración de rosas, además de a lady Tilney, que estaba en una silla haciendo ganchillo y al verme dejó caer las manos sobre el regazo. Aunque había envejecido claramente desde nuestro último encuentro y algunas canas salpicaban sus cabellos rojos, peinados con una permanente bastante convencional, seguía manteniendo ese porte majestuoso e inaccesible que también caracterizaba a mi abuela. Por cierto, no hizo ningún intento de chillar ni de lanzarse hacia mí con la aguja de hacer ganchillo desenvainada.

—Feliz Navidad —dijo.

—Feliz Navidad —repliqué yo un poco desconcertada.

Por un momento me quedé parada sin saber qué decir, pero enseguida me rehíce:

—No tenga miedo, no quiero sangre suya ni nada parecido.

Salí de la sombra.

—Lo de la sangre hace tiempo que está hecho, Gwendolyn —dijo lady Tilney en un tono ligeramente reprobatorio, como si yo ya tuviera que saberlo—. Y, por cierto, ya me estaba preguntando cuándo vendrías. Pero siéntate, por favor. ?Un poco de té?

—No, gracias. Solo tengo unos minutos. —Me acerqué un paso más y le tendí la hoja—. Esto es para que lo reciba mi abuelo, para que… bueno, para que todo pase como ha pasado. Es muy importante.

—Comprendo.

Lady Tilney cogió la hoja y la dobló con toda calma. No parecía en absoluto desconcertada por mi aparición.

—?Por qué esperaba que viniera?

—Porque me dijiste que sobre todo no me asustara si me visitabas. Por desgracia, no dijiste cuándo sería eso, y por esa razón ya hace a?os que estoy esperando a que me asustes. —Rió bajito—. Pero tejer cerditos tiene un efecto extraordinariamente tranquilizador. Para serte sincera, es muy fácil dormirse del aburrimiento.

Tenía en los labios un cortés ?Si es para fines benéficos…? pero cuando eché una mirada a la cesta solté:

—?Oh, pero si son una monada! —Y realmente lo eran. Mucho mayores de lo que me había imaginado, como auténticos animales de peluche, y elaborados con un realismo sorprendente.

—Coge uno —dijo lady Tilney.

—?De verdad?

Pensé en Caroline y metí la mano en la cesta. Los animales tenían un tacto supersuave.

—Lana angora-cachemir —dijo lady Tilney con orgullo—. Solo yo la uso. Todas las demás usan lana de oveja, pero la suya pica y esta no.

—Ah, vaya. Gracias.

Con el cerdito rosa apretado contra mi pecho, tuve que pararme a reflexionar un momento. ?Dónde nos habíamos quedado? Me aclaré la garganta.

—?Cuándo nos encontraremos la próxima vez? En el pasado, ?no?

—Fue en 1912. Pero desde mi perspectiva no es la próxima vez —suspiró—. Fueron tiempos excitantes…

—?Oh, no! —Mi estómago se encogió de nuevo como si estuviera en una monta?a rusa. ?Por qué no habíamos elegido una ventana temporal mayor?—.Entonces está claro que usted sabe más que yo —solté—. No tenemos tiempo para entrar en detalles, pero… tal vez podría darme aún un buen consejo antes de que me marche.

Mientras hablaba, ya había retrocedido unos pasos en dirección a la ventana, fuera del círculo de la luz de la lámpara.

—?Un consejo?

—?Sí! Algo así como: sobre todo guárdate de…

La miré expectante.

—?De Qué? —preguntó lady Tinley intrigada.

—?Eso es lo que no sé! ?De qué debo protegerme?

—En cualquier caso, de los sándwiches de pastrami y del exceso de luz solar, no es buena para el cutis —dijo lady Tilney enérgicamente, y luego su figura se desvaneció ante mis ojos y me encontré de vuelta en el a?o 1956.

?Por dios! ?Sándwiches de pastrami! Hubiera hecho mejor en preguntar de quién debía protegerme y no de qué. Pero ahora ya era demasiado tarde. Había desperdiciado mi oportunidad.

—Pero, ?qué demonios es esa cosa? —exclamó Lucas cuando el cerdito se hizo visible.

En lugar de aprovechar cada segundo para sonsacarle información a lady Tilney, había dedicado toda mi atención a un animalito de peluche rosa.

—Un cerdo de ganchillo, abuelo, está claro, ?no? —dije en tono apagado, decepcionada conmigo misma—. Angora y cachemir. Todas las demás usan una lana que pica…

—En cualquier caso parece que nuestra prueba ha funcionado —dijo Lucas sacudiendo la cabeza—. Puedes utilizar el cronógrafo y podemos fijar una cita en mi casa.

—Era muy poco tiempo —gemí—. No he podido enterarme de nada.

—De todos modos… tienes un cerdo, y lady Tilney no ha sufrido un infarto. ?O sí?

Sacudí la cabeza desmoralizada.

—Naturalmente que no.