—?Y quién no? —Me puse en marcha. Ya habíamos llegado ante el taller de madame Rossini, y desde allí no faltaba mucho para la salida.
—Hasta luego, Gideon. Lástima que tenga que verte ma?ana.
En el fondo esperaba que volviera a sujetarme, pero esta vez no lo hizo, ni tampoco me siguió. Y aunque me hubiera encantado ver la cara que ponía, no me volví. De hecho, hubiera sido una tontería, porque las lágrimas volvían a correr por mis mejillas.
Nick me esperaba en la puerta de casa.
—?Por fin! —dijo—. Quería empezar sin ti, pero mister Bernhard ha dicho que teníamos que esperarte. Ha estropeado la cisterna del váter del ba?o azul y ha explicado que tiene que quitar las baldosas para desmontarla. Hemos echado el cerrojo a la puerta secreta desde dentro. Astuto, ?eh?
—Muy sofisticado.
—Pero dentro de una hora volverán lady Arista y la tía Glenda y seguro que dirán que deje la reparación para ma?ana.
—Pues entonces tenemos que damos prisa —Lo atraje un momento hacia mí y le di un beso en su enmara?ada cabellera pelirroja. Suponía que para eso aún había tiempo—. No le habrás explicado a nadie nada de esto, ?no? Nick parecía un poco avergonzado.
—Solo a Caroline. Estaba tan…, bueno, ya sabes que siempre se da cuenta cuando hay algo que flota en el aire, y cómo puede machacarte a preguntas. Pero no dirá nada y nos ayudara a mantener distraídas a mamá, a tía Maddy y a Charlotte.
—Sobre todo a Charlotte —dije yo hablando para mí.
_Todavía están todas arriba en el comedor. Mamá ha invitado cenar a Leslie. En el comedor estaban recogiendo la mesa, lo que significaba, que la tía Maddy había pasado a ocupar su sillón ante la chimenea con las piernas en alto y mister Bernhard y mamá recogían la mesa. Todos se alegraron de verme, quiero decir todos menos Charlotte. A no ser que supiera ocultar muy bien su alegría.
Xemerius, que se balanceaba colgado de la ara?a, me gritó:
—?Por fin llegas! Pensaba que iba a morirme de aburrimiento.
A pesar de que en el aire flotaba un delicioso olor a comida y mamá dijo que me había guardado algo caliente, afirmé heroicamente que no tenía hambre porque ya había cenado en Temple, ante lo cual mi estómago se retorció de indignación, pero no podía perder el tiempo en tranquilizarlo. Leslie me dirigió una sonrisa irónica.
—El curry estaba buenísimo, no podía parar de comer, y más teniendo en cuenta que mamá está otra vez en una de sus terribles fases experimentales y los mejunjes macrobióticos que cocina no se los come ni nuestro perro.
—Pues da la sensación de que estás… ejem… digamos que bien alimentada —dijo Charlotte con sarcasmo. Unos rizos se habían soltado de su peinado y le enmarcaban la cara de un modo extraordinariamente favorecedor. Parecía mentira que alguien pudiera ser tan guapo y al mismo tiempo tan desagradable.
—Qué suerte tienes. A mí también me gustaría tener un perro —le dijo Caroline a Leslie— o cualquier otro animal.
—Bueno, ya tenemos a Nick —dijo Charlotte—, que es casi como si tuviéramos un mono.
—Sin contarte a ti, repugnante ara?a venenosa —dijo Nick.
—Dale fuerte, chaval —graznó Xemerius desde la lámpara palmoteando con las zarpas—. ?Bien contestado!
Mamá ayudó a mister Bernhard a apilar la vajilla en el montaplatos.
—Sabes muy bien que no puede ser, Caroline, mientras la tía Glenda tenga alergia al pelo de los animales.
—Podríamos tener un topo lampi?o —dijo Caroline—. Siempre sería mejor que nada.
Charlotte abrió la boca para enseguida cerrarla de nuevo porque por lo visto, no se le ocurrió nada desagradable sobre el tema de los topos lampi?os.
La tía Maddy, repanchigada en su sillón, se?aló con aire so?oliento sus redondas y sonrosadas mejillas.
—?Gwendolyn, dale un beso a tu tía abuela! Es terrible que te veamos tan poco últimamente. Esta noche he vuelto a so?ar contigo y ya te puedo adelantar que no ha sido un sue?o precisamente agradable…
—?Puedes explicármelo después, tía Maddy? —La besé y aproveché para susurrarle al oído—: Y, por favor, ?podrías ayudarnos a mantener a Charlotte alejada del ba?o azul?
Los hoyuelos de la tía Maddy se marcaron aún más y me dirigió un gui?o, repentinamente despierta.
Mamá, que había quedado con una amiga, estaba mucho más animada que los últimos días y ya no ponía cara de preocupación ni suspiraba exageradamente cada vez que me miraba. Para mi sorpresa, permitió que Leslie se quedara un rato más, e incluso nos ahorró sus habituales sermones sobre los peligros de los autobuses nocturnos. Más aún. Nick podía ayudar a mister Bernhard en la reparación de la cisterna supuestamente averiada, sin que importara cuánto tardaran en hacerlo. Solo Caroline tuvo mala suerte y la enviaron a la cama.
—Pero yo quiero estar cuando saquéis el tes… la cisterna —rogó conteniendo las lágrimas al ver que mamá no se dejaba ablandar.