—Va a ser un poco difícil —dijo Xemerius, y un instante después había desaparecido, y consigo también el cronógrafo.
Respiré hondo, pero el aire enrarecido del pasadizo no ayudaba precisamente a disipar la sensación de vértigo. Me incorporé un poco insegura, sujeté con más fuerza la linterna de bolsillo de Nick y abrí la puerta que daba a la escalera. De nuevo se oyeron crujidos y chirridos como en una película de terror antigua cuando el cuadro se movió hacia un lado.
—Ah, estás aquí —murmuró Lucas, que me había esperado fuera, equipado también con una linterna—. Por un segundo me he temido que pudiera ser un fantasma que aparecía a medianoche puntualmente…
—?Con un pijama de Peter Rabbit?
—He bebido un poco, por lo de antes…Pero me alegro de haber acertado el contenido del arca.
—Sí, y afortunadamente el cronógrafo sigue funcionando. Tengo una hora, tal como hemos quedado.
—Entonces ven conmigo, rápido, antes de que empiece a berrear y despierte a toda la casa.
—?Quién? —susurré alarmada.
—Pues el peque?o Harry! Le están saliendo los dientes o qué se yo, y cuando protesta es como una sirena.
—?El tío Harry?
—Arista dice que, por razones pedagógicas, debemos dejarle llorar, de lo contrario se convertirá en una gallina. Pero no hay quien lo soporte, de modo que, gallina o no, a veces me deslizo en secreto hasta su cama. Cuando le canto Zorra, quién se ha llevado al ganso deja de llorar.
—Pobre tío Harry. El clásico caso de trauma infantil, diría yo.
—No me extra?a que actualmente estuviera tan obsesionado con cargarse todo lo que se le ponía a tiro, fueran patos, ciervos o jabalíes, ?y sobre todo zorros! El tío Harry era presidente de una asociación que luchaba por la introducción de la caza legal del zorro en Gloucestershire. —Tal vez deberías cantarle otra cosa y comprarle un zorrito de peluche.
Llegamos a la biblioteca sin que nadie nos viera, y después de cerrar la puerta tras nosotros, Lucas lanzó un suspiro de alivio.
—Bueno, parece que lo hemos conseguido.
En la habitación apenas había cambiado nada en relación con mi época; solo el tapizado de los sillones era distinto: cuadros escoceses verdes y azules en lugar de rosas crema sobre el fondo verde musgo. En la mesita entre los sillones había una tetera con un calentador, dos tazas y —cerré los ojos y volví a abrirlos para asegurarme de que no era una alucinación— ?un plato con bocadillos! ?Nada de galletas secas, sino auténticos y nutritivos bocadillos! No me lo podía creer. Lucas se dejó caer en uno de los sillones y me se?aló el de enfrente.
—Si tienes hambre, sirv… —dijo, pero para entonces yo ya había agarrado el primer bocadillo y le había clavado el diente.
—?Me has salvado la vida! —solté con la boca llena. Y entonces recordé una cosa—. No ser será de pastrami, ?no?
—Pepino y jamón —dijo Lucas—. ?Se te ve cansada!
—Y a ti también.
—Aún no me he recuperado de las emociones de la tarde. Como he dicho, antes he tenido que tomarme un whisky. Bueno, dos. Pero mientras tanto también he tenido de reflexionar y he llegado a dos conclusiones…sí, sí, puedes coger tranquilamente el otro bocadillo. Y esta vez tómate tu tiempo para masticar. Da un poco de miedo verte devorarlo así.
—Sigue hablando —dije. ?Oh, Dios mío, por fin comida de verdad! Tenía la sensación de que nunca había probado unos bocadillos tan buenos—. ?A qué dos conclusiones has llegado?
—Bien. En primer lugar, por agradables que sean, nuestros encuentros deberían tener lugar mucho más adelante en el futuro si queremos que nos aporten algo. Tan cerca como sea posible del a?o de tu nacimiento. Para entonces tal vez yo ya haya comprendido qué se proponen Lucy y Paul y cuáles son sus motivos, o en todo caso seguro que sabré más que hoy. Eso significa que la próxima vez que nos veamos en el a?o 1993, fecha en la que también te podré ayudar con el asunto del baile.
Sí, sonaba lógico.
—Y, en segundo lugar, todo esto solo funcionará si me abro paso hasta el centro de poder de los Vigilantes, es decir, hasta el Círculo Interior.
Asentí con energía, porque para hablar tenía la boca demasiado llena.