—Déjame que lo adivine: alguien ha pisoteado con su bota el corazón de Rubí y lo hacen a?icos —propuse—. O mejor, un cuervo se ha estampado en pleno vuelo contra un escaparate lleno de… ?relojes?
La tía Maddy sacudió la cabeza, lo que hizo que los ricitos volaran y el segundo rulo se colocara también en una peligrosa posición oblicua.
—?Gwendolyn, no deberías bromear con eso! Tal vez no siempre sepa lo que significan las visiones, pero siempre han demostrado ser ciertas. —Me cogió de la mano y me atrajo hacia ella—. Y esta vez era tan clara… te he visto con un vestido azul, con una falda amplia que se balanceaba, y por todas partes había velas encendidas y música de violines.
No pude evitar que se me pusiera la carne de gallina. Por si no me angustiaba bastante la idea de tener que asistir al baile, ahora además la tía Maddy tenía una visión. Y yo no había hablado del baile ni del color de mi vestido.
La tía Maddy estaba satisfecha de haber captado por fin mi atención.
—Al principio todo parecía muy placido, todos bailaban, tú también, pero entonces vi que la sala de baile no tenía techo. Sobre ti, en el cielo, se aglomeraban unas terribles nubes negras de las que surgió un enorme pájaro que se dispuso a lanzarse sobre ti —continuó—. Y cuando quisiste huir, corriste directamente hacia… ?oh, fue horrible! Sangre por todas partes, todo estaba rojo de sangre, incluso el cielo se ti?o de rojo, y las gotas de lluvia también eran solo sangre…
—Hum… ?tía Maddy?
—Sí, lo sé, cari?o —dijo retorciéndose las manos—, es terriblemente cruel y espero no signifique lo que pasara a primera vista…
—Creo que te has saltado algo —la interrumpí de nuevo—. ?Hacia dónde corría yo… quiero decir hacia dónde corría la Gwendolyn de tu sue?o?
—?No era un sue?o! Era una visión. —Los ojos de la tía Maddy se abrieron aún más, si es que eso era posible—. Hacia una espada. Corriste directamente hacia ella.
—?Una espada? ?Y de dónde salía?
—Estaba… sencillamente suspendida en el aire, creo recordar… —a?adió la tía Maddy gesticulando nerviosa con la mano—. Pero lo importante no es eso —continuó ligeramente irritada—, ?sino toda la sangre!
—Hummm… —Me senté junto a ella en el borde de la cama—. ?Y qué se supone que debo de hacer ahora, en concreto, con estas informaciones?
La tía Maddy volvió la cabeza, cogió de la mesita de noche la lata de caramelos de limón y se metió uno en la boca.
—Ay, cari?o, no lo sé. Solo pensé que tal vez te ayudaría… como advertencia…
—Muy bien. Trataré de no correr hacia una espada suspendida en el aire, te lo prometo. —Le di un beso y volví a ponerme en pie—. Y tú deberías dormir un poco más, aún falta mucho para tu hora de levantarte.
—Sí supongo que debería de hacerlo. —La tía Maddy se tendió sobre la cama y se tapó con la manta—. Pero no te tomes esto a la ligera —a?adió—. Por favor, ve con cuidado.
—Lo haré. —En la puerta volví a girarme hacia ella—. Y… —Me aclaré la garganta—, ?por casualidad no aparecía un león en tu visión? ?O un diamante? ?O… el sol, tal vez?
—No —dijo tía Maddy, que ya había cerrado los ojos.
—Lo imaginaba —murmuré, y cerré la puerta con suavidad al salir.
Cuando llegué a la mesa, enseguida me di cuenta de que Charlotte no estaba.
—La pobre está enferma —dijo la tía Glenda—. Tiene un poco de fiebre y fuertes dolores de cabeza; supongo que es esa gripe que está causando estragos. ?Podrás disculpar a tu prima en la escuela, Gwendolyn?
Asentí furiosa. ?Gripe! ?Seguro! Lo que Charlotte quería era quedarse en casa para poder registrar mi habitación con calma.
Por lo visto, Xemerius, que se había instalado en el frutero sobre la mesa del desayuno, pensó lo mismo.
—Ya dije que no era tonta esa chica.
Y también mister Bernhard, mientras mantenía en equilibrio un plato con huevos revueltos en la palma de la mano, me dirigió una mirada elocuente.
—La pobre ha tenido que soportar demasiadas emociones estas últimas semanas —a?adió la tía Glenda haciendo caso omiso del resoplido descortés de Nick—. No es extra?o que su cuerpo pida un descanso.
—No digas tonterías, Glenda —la reprendió lady Arista, y bebió un sorbito de té—. Nosotros los Montrose aguantamos bastante más que eso. Por lo que a mí respecta —Lady Arista irguió su seca espalda— no he estado enferma ni un solo día en toda mi vida.
—La verdad es que yo también me siento bastante… mal —dije.
Sobre todo cuando pensaba que la puerta de mi cuarto ni siquiera podía cerrarse desde fuera. Como casi todas las puertas de la casa, disponía de un sistema de cierre pasado de moda que solo se podía utilizar desde el interior de la habitación.
Enseguida mi madre se levantó de un salto y me puso la mano en la frente.
La tía Glenda puso los ojos en blanco.