La tía Glenda estornudó ruidosamente. Por lo visto, ahora también era alérgica a los animales de trapo.
Aunque Xemerius había prometido defender el cronógrafo con su vida (en ese momento me reí, aunque no con muchas ganas) e informarme enseguida si Charlotte entraba en mi habitación, no podía dejar de pensar en lo que pasaría si el cronógrafo llegaba a manos de los Vigilantes. Pero darle vueltas a ese tema tampoco servía de nada; tenían que superar el día y confiar que todo fuera bien. Primera medida: bajé del autobús una parada antes para hacer algo contra mi cansancio en el Starbucks.
—?Podrías prepararme tres espressos en un Caramel macchiato? —le pregunté al chico que estaba detrás del mostrador, y él respondió con ironía:
—?Sí a cambio me das tu número de móvil!
Lo miré con un poco más de atención y le devolví la sonrisa halagada. Con sus cabellos oscuros y esa coleta súper larga me recordaba a uno de esos tipos apuestos que salen en las películas francesas. Naturalmente solo parecía guapo mientras no se comparara con Gideon, lo que estúpidamente hice al instante.
—Ya tiene novio —dijo alguien detrás de mí. Volví la cabeza molesta, y vi que era Raphael. El hermano de Gideon me gui?o un ojo antes de a?adir—: Además, es demasiado joven para ti, como podrás ver fácilmente por su uniforme. Un caffe latte y un muffin de arándanos, por favor.
Puse los ojos en blanco y cogí mi mezcla especial con una sonrisa de disculpa.
—No tengo novio, pero ahora mismo no tengo tiempo. Vuelve a preguntármelo dentro de dos a?os, ?vale? —Lo haré —replicó el chico.
—Seguro que no lo hará —dijo Raphael—. Me apuesto lo que quieras a que les pide el número a todas las chicas guapas.
Sencillamente lo dejé plantado, pero Raphael volvió a alcanzar me en la acera.
—?Eh, espera! Siento mucho haberte estropeado el ligue. —Miró su café con gran desconfianza—. Seguro que me ha escupido en el vaso.
Tomé un gran trago de mi vaso de papel, me quemé instantáneamente los labios, la lengua y la parte delantera de la garganta y me pregunté, cuando pude volver a pensar, si no habría sido mejor tomar el café por vía intravenosa.
—Ayer estuve con Celia, la que va a nuestra clase, en el cine —continuó Raphael—. Una chica genial. Increíblemente guapa y divertida. ?No te parece?
—?Quééé? —dije con la nariz metida en la espuma de leche. (Por lo visto, Xemerius me estaba influyendo.)
—Nos divertimos mucho juntos —siguió—. Pero será mejor que no se lo digas a Leslie, podría ponerse celosa.
Estuve a punto de echarme a reír. Qué ricura de chico, ahora quería manipularme.
—Muy bien. Callaré como una tumba.
—?Así que crees que de verdad podría ponerse celosa? —preguntó Raphael rápidamente.
—?Sí, claro! Loca de celos. Sobre todo teniendo en cuenta que no hay ninguna Celia en clase.
Raphael se rascó la nariz desconcertado.
—?La rubia? ?La de la fiesta?
—Cynthia.
—Es verdad que estuve con ella en el cine —protestó.
El uniforme de la clase, con su desastrosa combinación de amarillo tristón y azul marino, le sentaba aún peor que a los demás. Y el modo como se pasaba la mano por los cabellos me recordó a Nick y despertó mi instinto maternal. Me pareció que merecía un premio por no mostrarse tan arrogante y seguro de sí mismo como su hermano mayor.
—Se lo haré saber a Leslie suavizándolo un poco, ?de acuerdo? —le propuse.
Rió tímidamente.
—Pero no le digas que me he equivocado de nombre… bueno… mejor que no le digas nada… o tal vez…
—Déjame hacer a mí. —Le tiré de la corbata como despedida—. ?Y oye, felicidades! Hoy te has hecho bien el nudo.
—Lo ha hecho Cyndy —dijo Raphael sonriendo, un poco cortado—. O como se llame.
A primera hora teníamos clase de inglés con mister Whitman, que reaccionó a la noticia de la enfermedad de Charlotte con una simple inclinación de cabeza, a pesar de que no pude resistirme a la tentación de dibujar en el aire unas comillas mientras pronunciaba la palabra ?enferma?.
—Tendrías que haberlo traído —susurró Leslie mientras mister Whitman repartía los deberes corregidos de la semana anterior.
—?El cronógrafo? ?A la escuela? ?Bromeas? ?Y qué pasaría si lo descubre mister Whitman? A la Ardilla le daría un infarto. Aunque antes aún tendría tiempo de informar rápidamente a sus colegas Vigilantes, que me descuartizarían, me llevarían al potro, o harían lo que sea que dicten sus chaladas reglas de oro para un caso como este. —Le tendí a Leslie la llave del arca—. Aquí está la llave de tu corazón. En realidad quería dársela a Raphael, pero he pensado que no te gustaría, ?no?
Leslie puso los ojos en blanco y volvió la cabeza hacia delante, donde estaba sentado Raphael, esforzándose en no mirarla. —Vuelve a colgártelo, y procura que Charlotte no te lo quite.