—Solo soy yo —dijo sonriendo.
—Ya lo veo —dijo mister Marley malhumorado—. Me ha dado un susto de muerte.
Y a mí. Mi labio inferior empezó a temblar de nuevo y me lo mordí para que el estúpido labio se estuviera quieto.
—Puede tomarse el resto del día libre, ya llevaré yo a Gwendolyn hasta el coche —dijo Gideon tendiéndome la mano como si fuera lo más natural del mundo.
Puse una cara lo más arrogante posible (en la medida en que eso puede hacerse con los dientes apretados contra el labio inferior; me imagino que parecía un castor, aunque un castor arrogante, eso sí) e ignoré la mano que me tendía.
—Eso no puede ser —dijo mister Marley—. Tengo el encargo de llevar a mis… ?aaarg! —Me miró horrorizado—. Oh, miss Gwendolyn, ?por qué se ha quitado la venda? Va contra las normas.
—Pensaba que era una rata —dije, y lancé una mirada lúgubre a Gideon—. Y la verdad es que no andaba muy equivocada.
—Ya ve lo que ha conseguido —dijo mister Marley a Gideon en tono de reproche—. Ahora ya no sé qué debo… el protocolo indica… y si nosotros…
—No se lo tome tan a pecho, mister Marley. Ven, Gwenny, nos vamos.
—Pero no puede de ningún modo… debo insistir en que… —balbuceó mister Marley—. Y usted no tiene ningún derecho a darme órdenes… quiero decir que no está facultado para eso.
—Pues vaya a chivarse.
Gideon me cogió del brazo y tiró de mí. Primero quise resistirme, pero comprendí que de eso modo solo conseguiría perder aún más tiempo. Probablemente si lo hacía, al día siguiente aún estaríamos allí discutiendo. De manera que me dejé llevar y dirigí una mirada de disculpa hacia mister Marley por encima del hombro.
—Hasta la vista, Leo.
—Sí, exacto. Hasta la vista, Leo —dijo Gideon.
—Esto… esto tendrá consecuencias —balbuceó mister Marley detrás de nosotros. Su cabeza brillaba como una hoguera en el pasillo en penumbra.
—Sí, sí mira como temblamos de miedo —A Gideon no parecía importarle en absoluto que mister Marley pudiera oírle.—. Estúpido chupatintas.
Esperé que hubiéramos doblado la primera esquina para soltarme y acelerar el paso hasta casi acabar corriendo.
—?Acaso te entrenas para los juegos Olímpicos? —preguntó Gideon.
Giré sobre mis talones.
—?Qué quieres de mi? —Leslie hubiera estado orgullosa de mi resoplido—. Tengo mucha prisa, ?sabes?
—Quería asegurarme otra vez de que mis disculpas de esta tarde te han llegado de verdad.
De su voz había desaparecido cualquier indicio de burla.
Pero no de la mía.
—Sí, me han llegado —resople—. Lo cual no significa que las haya aceptado.
—Gwen…
—Ya está bien, no hace falta que vuelvas a decirme que realmente te gusto. Tú también me gustabas, ?sabes? Incluso me gustabas mucho. Pero eso se ha acabado.
Subí corriendo tan deprisa la escalera de caracol que cuando llegué arriba, estaba sin aliento. En condiciones normales me hubiera quedado reclinada sobre la barandilla jadeando, pero no quería dar ninguna muestra de debilidad, y menos aún viendo que Gideon estaba tan tranquilo. De manera que salí disparada hacia delante. Hasta que él me sujetó por el brazo y me obligó a detenerme. Di un respingo porque sus dedos me apretaban la herida que empezó a sangrar de nuevo.
—No me importa que me odies, de verdad —dijo Gideon. Mirándome a los ojos muy serio—, pero me he enterado de cosas que hacen necesario que cooperemos tú y yo para que tú… para que los dos salgamos vivos de esta. Traté de liberarme, pero Gideon aumentó la presión sobre mi brazo.
—?Y se puede saber qué cosas son esas? —pregunté, aunque hubiera preferido gritar ??Uaaa!? bien fuerte.
—En realidad no conozco aún todos los detalles, pero podría ser que estuviera equivocado con respecto a Lucy y Paul. Y por eso es importante que tú… —Se paró en seco, me soltó y se miró la palma de la mano—. ?Esto es sangre?
?Vaya, fantástico! Ahora, sobre todo, no poner cara de culpable.
—No es nada. Esta ma?ana en la escuela me he cortado con una hoja de papel. Bueno, y para continuar con el tema, mientras no puedas especificar (Dios, qué orgullosa estaba de que se me hubiera ocurrido palabra) qué ?cosas? son esas de las que supuestamente te has enterado, puedes estar seguro que no voy a cooperar contigo.
Gideon trató de cogerme el brazo de nuevo.
—Parece una herida seria. Déjame ver… Será mejor que vayamos a ver al doctor White. Tal vez esté aquí todavía.
—Lo que supongo que significa que no quieres decir nada más sobre lo que supuestamente has descubierto.
Lo mantuve a distancia con el brazo estirado para que no pudiera examinar la herida.
—Porque ni yo mismo estoy seguro de cómo poner orden a todo esto —dijo Gideon. E igual que Lucas antes, a?adió en un tono ligeramente exasperado—: ?Sencillamente necesito más tiempo!