Lucas envolvió el cronógrafo en su funda de terciopelo y lo volvió a meter en el arca.
—Si te sirve de consuelo, piensa que así tendremos tiempo de sobra para volver al sótano sin que te vean y trazar nuevos planes mientras esperamos a tu salto de vuelta. Aunque no sé cómo vamos a arreglárnoslas esta vez si ese inútil Cartrell ya se ha despertado.
Cuando volví a aterrizar en la Sala del Cronógrafo en mi época, mi estado de ánimo había mejorado rozando casi la euforia. Es verdad que tal vez lo del cerdito de ganchillo (lo había embutido en mi cartera escolar) no había sido particularmente efectivo, pero por lo demás Lucas y yo habíamos hecho un buen trabajo. Si el cronógrafo se encontraba realmente en el arca, en adelante dejaríamos de depender del factor casualidad.
—?Algún hecho rese?able? —preguntó mister Marley.
Vamos a ver: me he pasado toda la tarde trazando planes conspirativos contra mi abuelo, hemos registrado irregularmente mi sangre en el cronógrafo y luego he saltado al a?o 1852, donde he mantenido un encuentro conspirativo con lady Tinley. De acuerdo, la verdad es que no había tenido nada de conspirativo, pero igualmente estaba prohibido.
—La bombilla a veces parpadeaba un poco —dije—. Y he estudiado vocabulario de francés.
Mister Marley se inclinó sobre el diario y escribió con su letra peque?a y pulcra lo siguiente: ?19.43 Rubí de vuelta de 1956, donde ha hecho sus deberes escolares, bombilla parpadeante?. Tuve que esforzarme para no soltar una risita. Sí, claro, todo tenía que estar en orden. Seguro que su signo era Virgo. Lo terrible es que ya era muy tarde. Solo esperaba que mamá no hubiera enviado a casa a Leslie antes de que yo llegara.
Pero mister Marley no parecía tener ninguna prisa, que en ese momento estaba enroscando con una lentitud exasperante el capuchón de su estilográfica.
—También puedo encontrar el camino sola —dije.
—No, no puede hacerlo —dijo él asustado—. Por descontado yo la acompa?aré hasta la limusina—. Mister Marley cerró el diario de golpe y se levantó—. Y tengo que vendarle los ojos. Ya lo sabe.
Suspirando dejé que me atara el pa?uelo negro en torno a la cabeza.
—Sigo sin entender por qué no puedo conocer el camino hasta esta sala.
Cuando en realidad hacía tiempo que lo conocía.
—Pues porque así está escrito en los Anales, claro —dijo mister Marley en tono sorprendido.
—?Qué? —exclamé—. ?Mi nombre está en los Anales y ahí dice que yo no puedo conocer el camino? ?Cuándo?
—Naturalmente no aparece su nombre —dijo mister Marley, evidentemente incomodo por el tono de su voz—; si fuera así, nadie hubiera creído todos estos a?os que el otro Rubí… me refiero, naturalmente, a miss Charlotte… —Carraspeó y enmudeció, y oí cómo abría la puerta—. ?Me permite? —preguntó, y después me cogió del brazo y me condujo al pasillo.
Aunque no podía ver, estaba segura de que había vuelto a sonrojarse, porque era como si caminara junto a un radiador.
—?Qué dicen exactamente los Anales sobre mí? —pregunté.
—Perdone, pero no puedo decirle nada más, ya he dicho demasiado.
Podía oír literalmente cómo se retorcía las manos, o al menos la que no me sujetaba. ?Y se suponía que ese tipo era descendiente del peligroso Rakoczy? Debía de ser una broma, ?no?
—Por favor, Leo —dije con tanta amabilidad como pude.
La pesada puerta se cerró tras nosotros y mister Marley me soltó para cerrarla con llave. Me dio la sensación de que había necesitado diez minutos para realizar esa operación, de manera que traté de recuperar un poco de tiempo adoptando un paso enérgico, lo que por cierto no era nada fácil con los ojos vendados. Mister Marley había vuelto a cogerme del brazo, algo que tampoco estaba mal, porque sin un guía no habría tardado en darme de bruces contra una pared en ese laberinto. Decidí que no estaría de más hacerle un poco la pelota. Así tal vez después se mostrara más dispuesto a proporcionarme información.
—?Sabe que he conocido personalmente a su antepasado?
La verdad es que incluso tenía una foto suya, pero, por desgracia, no podía ense?ársela, porque enseguida habría corrido a explicar que traía objetos prohibidos del pasado.
—?Si? De verdad que la envidio. El barón debió de ser un personaje realmente impresionante.
—Oh sí, muy impresionante. —?Ya lo creo que lo era! El siniestro viejo aristócrata—. Me preguntó por Transilvania, pero, por desgracia, no pude decirle gran cosa al respecto.
—Sí, debió de ser difícil para él vivir en el exilio —dijo mister Marley, y acto seguido soltó un ????Arg!!!? bastante estridente.
?Una rata? pensé enseguida, y me arranqué la venda de los ojos presa del pánico.
Pero no era una rata lo que había hecho chillar a mister Marley, sino Gideon. Con un poco más de barba que por la tarde, pero con unos ojos terriblemente luminosos y vivos. Y tan increíblemente, desvergonzadamente, inconcebiblemente guapo…