Esmeralda (Edelstein-Trilogie #3)

Lucas me miró desconcertado.

—Bueno, yo tengo una formación muy amplia, pero las jeringuillas no son precisamente mi especialidad. Para ser sincero, ni siquiera puedo ver la sangre. Siempre siento como una debilidad en el estómago y…

—Puedo sacarme sangre yo misma —dije.

—?En serio? —Me contempló estupefacto—. ?En tu época ense?an a manejar jeringas en las escuelas?

—No, abuelo, no lo aprendemos en la escuela —repliqué con impaciencia—. Pero aprendemos que la sangre fluye si te cortas con un cuchillo. ?Tienes uno?

Lucas dudó un momento.

—Bueno… yo… la verdad, no estoy seguro de que sea una buena idea.

—Está bien, yo tengo uno.

Abrí la cartera y saqué el estuche para las gafas en el que Leslie había escondido el cuchillo japonés para verduras, por si me atacaban en uno de mis viajes en el tiempo y necesitaba un arma. Mi abuelo abrió los ojos de par en par cuando abrí el estuche.

—Antes de que lo preguntes, no forma parte del kit de los escolares en el a?o 2011 —dije.

Lucas tragó saliva y se puso rígido.

—De acuerdo —dijo—. Entonces iremos a la Sala del Dragón, dando antes un peque?o rodeo para recoger una pipeta del laboratorio del doctor. —Echó una ojeada a los infolios que había sobre la mesa y se colocó uno bajo el brazo—. También nos llevaremos esto. Y las galletas. ?Para mis nervios! No te olvides de la cartera.

—?Y qué vamos a hacer en la Sala del Dragón?

Volví a tirar el estuche dentro de la cartera y me levanté.

—Allí está el cronógrafo. —Lucas cerró la puerta después de que pasara y se detuvo en el pasillo para escuchar. No se oía ningún ruido—. En caso de que nos encontremos a alguien, diremos que te he traído para visitar la casa, ?está claro, prima Hazel?

Asentí con la cabeza.

—?Tenéis el cronógrafo tirado por ahí? ?Y no os preocupa? En nuestra época lo guardan en una caja fuerte en el sótano, por miedo a los ladrones.

—Naturalmente el arca está cerrada —dijo Lucas, tirando de mí escaleras abajo—, pero la verdad es que no nos dan miedo los ladrones. Y en estos momentos tampoco hay viajeros del tiempo entre nosotros que puedan utilizarlo. El asunto solo se puso emocionante cuando Lucy y Paul vinieron a elapsar aquí, pero ya hace a?os de eso. Por esa razón en la actualidad no puede decirse precisamente que los Vigilantes tengan centrada su atención en el cronógrafo, por fortuna para nosotros diría yo.

De hecho, el edificio parecía desierto, aunque Lucas me aseguró entre susurros que siempre se quedaba alguien de guardia. Miré con a?oranza por la ventana hacía el tibio atardecer de verano. Qué lástima que no pudiera salir y conocer un poco mejor el a?o 1956. Lucas percibió mi mirada y dijo sonriendo:

—Créeme, a mí también me gustaría mucho más ir contigo a algún sitio y fumarme un cigarrillo tranquilamente, pero tenemos cosas que hacer.

—Lo de fumar sería mejor que fueras pensando en dejarlo, abuelo. Es muy malo para la salud, ?sabes? Y por favor, aféitate el bigote, no te pega nada.

—Chist —susurró Lucas—. Si alguien oyera que me llamas abuelito, no sé qué explicación daríamos.

Pero no encontramos a nadie por el camino, y cuando unos minutos más tarde entramos en la Sala del Dragón, aún pudimos ver el sol del atardecer brillando sobre el Támesis tras los jardines y los muros. Igual que en mi época, me quedé fascinada contemplando la impresionante belleza de la sala, con sus proporciones majestuosas, sus gruesas ventanas y sus artísticos artesonados pintados, y como siempre eché la cabeza hacia atrás para admirar el enorme dragón tallado que se arrastraba por el techo entre las imponentes ara?as y parecía que iba a salir volando en cualquier momento.

Lucas echó el cerrojo. Parecía mucho más nervioso que yo, y vi que sus manos temblaban mientras sacaba el cronógrafo de su arca y lo colocaba sobre la mesa en medio de la sala.

—En la época en que lo hice con Lucy y Paul, fue una aventura fabulosa. Nos divertimos tanto… —dijo.

Pensé en Lucy y Paul y asentí: aunque solo los había visto una vez en casa de lady Tilney, podía imaginar lo que quería decir mi abuelo. Estúpidamente, en ese instante pensé en Gideon. ?La emoción que parecía haber sentido con nuestras aventuras también era fingida? ?O solo lo que me quería?

Rápidamente me concentré de nuevo en el cuchillo para verduras japonés y en lo que iba a hacer con él a continuación. Y el caso es que la maniobra de distracción funcionó hasta cierto punto. Al menos no volví a romper a llorar.

Mi abuelo se secó las palmas de las manos en los pantalones.

—Ahora empiezo a encontrarme un poco viejo para estas aventuras —dijo.