—No entiendo por qué te quejas, si te queda genial —dije con una sonrisa realmente desagradable—. Tu cabeza parece un bombón enorme.
—Sí, lo sé. —Gideon también sonrió—. Estoy para comerme. Pero al menos esto distrae la atención de los bombachos, espero.
—Los pantalones son muy pero que muy sexis —afirmó madame Rossini sin poder contener una risita.
—Me alegro de haberte hecho pasar un buen rato —comentó Gideon—. Madame Rossini, ?mi capa!
Me mordí el labio para dejar de reír. Solo faltaba que empezara a tontear con ese cerdo como si no hubiera pasado nada, como si realmente fuéramos amigos. Pero ya era demasiado tarde.
Al pasar a mi lado, Gideon me acarició la mejilla tan de improviso que no me dio tiempo a reaccionar.
—Que te mejores, Gwendolyn.
—?Ah, ahí va el peque?o rebelde! Directo a su aventura en el siglo XVI vestido como debe ser. —Madame Rossini sonrió satisfecha—. Aunque apuesto a que el chico malo se sacará el cuello por el camino.
Yo también miré al chico malo mientras se marchaba. Hummm… tal vez sí eran un pelín sexis los bombachos.
—Nosotros también tenemos que irnos —dijo mister Marley, y a continuación me sujetó por el codo y me soltó de nuevo inmediatamente como si se hubiera quemado.
De camino al coche se mantuvo a unos metros de distancia, a pesar de lo cual aún pude oír que murmuraba entre dientes:
—?Inaudito! No es en absoluto mi tipo.
Mi miedo a que Charlotte pudiera encontrar el cronógrafo mientras yo estaba fuera resultó ser infundado. Había infravalorado la capacidad imaginativa de mi familia. Cuando llegué a casa, Nick estaba jugando con un yoyó ante la puerta de mi habitación.
—Por el momento solo los miembros tienen acceso al cuartel general —dijo—. ?Contrase?a?
—Yo soy el capo, ?lo has olvidado? —Le revolví el pelo—. ?Argh! ?Otra vez chicle?
Nick se dispuso a protestar indignado, y yo aproveché la oportunidad para deslizarme dentro de mi cuarto.
Mi dormitorio estaba irreconocible. Mi tía abuela, reclamada por mister Bernhard —que seguramente aún seguía corriendo de una floristería a otra—, se había pasado el día allí dentro y había conseguido darle su propio toque personal a la habitación. No es que fuera desordenada, pero tengo que reconocer que, por alguna razón, mis cosas tendían a cubrir todo el suelo de mi cuarto. Por primera vez desde hacía mucho tiempo, podía volver a verse la alfombra, la cama estaba hecha —la tía Maddy había sacado de algún sitio, como por arte de magia, una colcha blanca y unos cojines a juego—, la ropa estaba bien doblada sobre la silla, los papeles, cuadernos y libros de la escuela que rondaban por todas partes estaban apilados en orden sobre el escritorio e incluso la maceta con el helecho reseco había desaparecido de la repisa de la ventana. En su lugar había un precioso arreglo floral que desprendía un delicado aroma a fresas. Incluso Xemerius, en vez de balancearse de forma anárquica colgado de la lámpara del lecho, estaba decorativamente sentado sobre la cómoda, con su cola de dragón enrollada en torno al cuerpo, justo al lado de una enorme bandeja de caramelos.
—Qué atmósfera más distinta, ?eh? —me saludó—. Tu tía abuela entiende algo de feng shui, eso hay que reconocérselo.
—No te preocupes, no he tirado nada —dijo la tía Maddy, que estaba sentada sobre la cama con un libro en las manos—. Solo he ordenado un poco y he sacado el polvo para que fuera más agradable. —No pude menos de correr a besarla—. He estado todo el día terriblemente preocupada.
Xemerius asintió enérgicamente con la cabeza.
—?Y con razón! Apenas habíamos leído diez páginas, bueno, quiero decir, apenas la tía Maddy había leído diez páginas cuando Charlotte se deslizó dentro de la habitación —me informó—. Se quedó atónita cuando vio a la tía, pero enseguida se rehízo y dijo que había venido a buscar una goma.
La tía Maddy me explicó lo mismo.
—Como acababa de ordenar el escritorio, pude ayudarla en eso. Por cierto, también he sacado punta a tus lápices y los he clasificado por colores. Después vino otra vez, supuestamente para devolver la goma. Por la tarde Nick y yo nos hemos ido relevando; al fin y al cabo, también tenía que ir al lavabo de vez en cuando.
—Cinco veces, para ser exactos —dijo Nick, que me había seguido.
—Es por todo ese té —aclaró la tía Maddy disculpándose.
—Muchas gracias, tía Maddy, ?has estado fantástica! Todos habéis estado fantásticos.
Volví a alborotarle el pelo a Nick.
La tía Maddy se echó a reír.
—Me gusta ser de utilidad. Ya le he dicho a Violet que ma?ana tendremos que vernos en tu habitación.
—?Tía Maddy! ?No le habrás hablado a Violet del cronógrafo? —exclamó Nick.