—Sí, será curioso esto sin la Ardilla. Incluso podría ser que a partir de ahora el inglés y la historia nos parezcan divertidos. —Leslie me agarró del brazo y me arrastró hacia las escaleras—. Pero tampoco quiero ser injusta. Aunque nunca pude soportarle (parece que tengo buen instinto), sus clases no estaban tan mal.
—No es extra?o; lo había vivido todo en directo.
Xemerius nos siguió aleteando. En el camino hacia arriba noté que empezaba a ponerme melancólica.
—Más sabe el diablo por viejo que por diablo —dijo Leslie—. Me parece que ahora entiendo mejor el dicho. Espero que se pudra en los calabozos de los Vigilantes. ?Oh, mira, ahora Cynthia corre gimoteando hacia los lavabos! —Se echó a reír—. Alguien debería explicarle a Cynthia lo de Charlotte, apuesto a que entonces enseguida se sentiría mejor. Y por cierto, ?dónde se ha metido tu prima? —Leslie miró a su alrededor buscándola.
—?En el oncólogo! —le expliqué—. Hemos tratado de hacerle ver a la tía Glenda con mucho tacto que también podía haber otras razones para el malestar, la cara verdosa, el malhumor y los terribles dolores de cabeza de Charlotte; pero la resaca no entra dentro de los esquemas de mi tía, especialmente cuando se está hablando de su perfecta hija. Está absolutamente convencida de que Charlotte tiene leucemia o un tumor cerebral. Y esta ma?ana tampoco estaba dispuesta a creer en una curación milagrosa, a pesar de que le había pasado discretamente un folleto sobre los adolescentes y el alcohol.
Leslie rió entre dientes.
—Sé que no debería sentirme así, pero supongo que una también puede alegrarse un poco de las desgracias de los demás sin acumular enseguida un mal karma, ?no? Solo un poco. Solo por hoy. A partir de ma?ana seremos muy amables con Charlotte. Tal vez podríamos presentársela a mi primo…
—Sí, si quieres ir al infierno, puedes hacerlo tranquilamente.
Estiré el cuello para mirar hacia el nicho de James por encima de las cabezas de los alumnos. Estaba vacío. Aunque era lo que esperaba, sentí una punzada en el corazón.
Leslie me apretó la mano.
—No está, ?verdad?
Sacudí la cabeza.
—Supongo que eso significa que el plan ha funcionado. Gideon se convertirá en un buen médico —dijo Leslie.
—Ahora no te pondrás a llorar por ese zopenco esnob, ?no? —Xemerius dio una voltereta en el aire sobre mi cabeza—. Gracias a ti podrá disfrutar de una vida larga y plena, en la que sin duda volverá locas a un montón de personas.
—Sí, lo sé —dije, y me froté disimuladamente la nariz. Leslie me tendió un pa?uelo. Vio a Raphael y le hizo se?as con la mano.
—Y, además, aún sigues teniéndome a mí para el resto de la eternidad. —Xemerius me rozó con una especie de beso húmedo—. Yo soy mucho más interesante. Y más peligroso. Y más útil. Y seguirás teniéndome a tu lado aun en el caso de que tu inmortal novio, dentro de doscientos o trescientos a?os, cambie de idea y empiece a sonreírle a una nueva. Yo soy el más fiel, el más bello y el más inteligente acompa?ante que se pueda desear.
—Sí, lo sé —dije de nuevo mientras observaba al pasar cómo Raphael y Leslie se saludaban dándose los tres besitos de rigor en las mejillas a la manera francesa. De algún modo consiguieron que sus cabezas chocaran durante la maniobra.
Xemerius sonrió con picardía.
—Pero si de todos modos te sientes sola, ?qué te parecería tener un gato?
—Más tarde tal vez —dije—. Cuando ya no viva en casa y tú te portes… —me interrumpí a media frase. Ante mí, saliendo directamente de la pared de la clase de mistress Counter, se había materializado una figura oscura. De un raído manto de terciopelo sobresalía un cuello delgado y reseco, y por encima me miraban con fijeza los ojos negros, cargados de odio, del conde di Madrone, alias Darth Vader, que inmediatamente empezó a declamar con su voz ronca:
—?Por fin os he encontrado, demonio de los ojos de zafiro! Sin descanso he recorrido los siglos, y en todas partes os busqué a vos y a vuestros semejantes, pues juré que os daría muerte y un Madrone siempre cumple su palabra.
—?Un amigo tuyo? —me preguntó Xemerius mientras yo seguía petrificada de espanto.
—Aaargh. —El fantasma emitió un bramido, y acto seguido desenvainó la espada y se dirigió hacia mí tambaleándose—. ?Vuestra sangre empapará la tierra, demonio! Las espadas de la Alianza Florentina perforarán vuestra carne…
Levantó la espada para descargar un golpe que me hubiera cercenado el brazo si no hubiera sido una espada fantasma. Pero, aun así, me estremecí del susto.
—Eh, eh, amiguito, tómatelo con calma ?quieres? —dijo Xemerius, y aterrizó a mis pies—. Está claro que no tienes ni la más remota idea de lo que es un demonio y lo que no. Esta de aquí es una persona (aunque una persona bastante especial) y tu estúpida espada fantasma no puede hacerle absolutamente nada. Pero si quieres matar daimones, estaré encantado de que pruebes suerte conmigo.
Por un instante Darth Vader pareció desconcertado, pero enseguida se recuperó y anunció jadeando en tono decidido: