Esmeralda (Edelstein-Trilogie #3)

El conde chasqueó la lengua enojado.

—Bien… —continuó despacio—. Creo que ya está todo dicho —se acercó y me puso la mano en el hombro. Tuve que hacer un esfuerzo para no sacudírmela de encima como antes a la tarántula—. Nosotros dos, bella ni?a, ya encontraremos una forma de matar el tiempo mientras tanto, ?no es cierto? —dijo con voz melosa—. Seguro que comprendes la necesidad de que me hagas compa?ía aquí un rato más que el joven Gideon. —Asentí y me pregunté si el conde no habría recapacitado y estaría cambiando poco a poco su imagen de las mujeres. Si suponía que yo lo había comprendido todo, no podía ser tan tonta ?no? Pero enseguida a?adió en tono autoritario—: Al fin y al cabo nuestro joven Gideon debe hacer comprender con claridad a Turmalina negra y a su Zafiro que su hija morirá si no le dan su sangre en el acto. —Rió suavemente y se volvió hacia Gideon—. Podrías adornarlo un poco hablándoles de la pasión de Rakoczy por la sangre de las vírgenes y de la costumbre transilvana de arrancarle a la gente el corazón en vida, pero estoy seguro de que no será necesario. Si no me he equivocado al juzgar a esos testarudos jóvenes, no dudo de que te entregarán la sangre inmediatamente.

Rakoszy soltó una carcajada que sonó como un ladrido y el conde le secundó.

—La gente es tan fácil de manipular, ?verdad?

—Pero supongo que no iréis a hacerle realmente a Gwendolyn… —dijo Gideon, que seguía sin mirarme, y esta vez pude percibir un ligero temblor en su voz.

El conde sonrió benévolamente.

—Pero ?cómo puedes imaginar algo así, mi querido muchacho? Nadie le tocará ni un pelo. Sencillamente será mi rehén durante un rato. Concretamente desde que hayas vuelto a saltar desde el a?o 1912 hasta el a?o 2011. —Levantó la voz—. Y estas sagradas salas temblarán cuando la hermandad se reúna y el círculo de sangre se cierre en el cronógrafo. —Suspiró—. Ah, cómo me gustaría poder asistir a ese mágico momento. ?Debes contármelo todo con detalle!

Claro, claro. Bla bla bla. Me di cuenta de que estaba apretando los dientes en un acto reflejo. Ya empezaba a dolerme la mandíbula. Entretanto, el conde se había acercado tanto a Gideon que las punta de sus narices casi se tocaban. Gideon no movió ninguna ceja. El conde levantó el índice:

—Tu tarea consistirá en traerme sin demora el elixir que encontraréis bajo la Constelación de los Doce. —Sujetó a Gideon de los hombros y le miró a los ojos—. Sin demora.

Gideon asintió con la cabeza.

—Solo me pregunto por qué queréis que traiga el elixir a este a?o —dijo—. ?Este remedio no sería más útil a la humanidad en nuestra época?

—Una pregunta inteligente, una pregunta filosófica, diría —replicó el conde, sonriendo, y le soltó—. Me alegro de que la plantees. Pero ahora no tenemos tiempo para este tipo de conversaciones. Te revelaré gustosamente mis complicados planes cuando esta tarea haya quedado resuelta. ?Hasta entonces, sencillamente, tendrás que confiar en mí!

Estuve a punto de soltar una carcajada, pero solo a punto. Traté de captar la mirada de Gideon, pero, aunque estaba seguro que él se había dado cuenta, siguió mirando con obstinación hacia otro lado. Hacia el reloj, cuyas agujas avanzaban inexorablemente.

—Aún hay otra cosa que me gustaría comentar: Lucy y Paul tienen un cronógrafo a su disposición —dijo Gideon—. Podrían tratar de visitaros aquí, hoy o también antes… y sabotearlo todo, incluida la entrega del elixir.

—Veamos… Sin duda ya habrás comprendido, por lo que sabes sobre las leyes de continuidad, que hasta ahora no han podido sabotear mis planes, porque en otro caso no estaríamos aquí sentados, ?no es cierto? —El conde sonrió—. Y para las próximas horas, hasta que el elixir se encuentre en mi poder, he adoptado, como es natural, medidas de protección muy especiales. Rakoczy y sus hombres matarían a cualquiera que se atreva a acercarse a nosotros sin estar autorizado a hacerlo.

Gideon asintió con la cabeza y se llevó la mano al estómago.

—Ha llegado el momento —dijo, y por fin se encontraron nuestras miradas—. Pronto estaré de vuelta con el elixir.

—Estoy seguro de que sabrás ejecutar a la perfección la tarea encomendada, muchacho —dijo el conde jovialmente—. Buen viaje. Mientras tanto, Gwendolyn y yo mataremos el tiempo con un vasito de oporto.