Gideon suspiró y se frotó la frente con el dorso de la mano.
—Queríamos evitar la entrega, pero hemos perdido demasiado tiempo en estos pasadizos… y luego, idiota de mí, aún he conseguido tropezarme conmigo mismo. —Cogió la carta y se la metió en el bolsillo—. Gracias.
—?Un De Villiers reconociendo un error? —El doctor Harrison rió en voz baja—. Eso sí que es algo nuevo. En todo caso, afortunadamente lady Tilney se ha hecho cargo del asunto, y hasta el momento nunca he visto que fracasara ninguno de sus planes. Por otra parte, tampoco tendría ningún sentido llevarle la contraria. —Se?aló hacia el Gideon tendido en el suelo—. ?Necesita ayuda?
—No estaría mal que le desinfectaran la herida y tal vez que le pusieran algo blando debajo de… —dije, pero Gideon me interrumpió:
—?Tonterías! Está perfectamente. —Sin hacer caso de mis protestas, tiró de mí hacia arriba—. Ahora tenemos que volver. Salude a lady Tilney de nuestra parte, doctor Harrison. Y comuníquele mi agradecimiento.
—Ha sido un placer —dijo el doctor Harrison, y ya se iba a dar media vuelta para marcharse cuando recordé algo.
—?Sería tan amable de decirle a lady Tilney que no se asuste si en el futuro voy a visitarla para elapsar?
El doctor Harrison asintió con la cabeza.
—Desde luego, encantado. —Nos saludó con la cabeza—. Mucha suerte. —Y se alejó rápidamente.
Aún estaba despidiéndose cuando Gideon volvió a tirar de mí en la dirección contraria, dejando a su álter ego abandonado en el pasadizo.
—Seguro que esto está plagado de ratas —dije compadecida—. ?Y a esos bichos les atrae la sangre!
—Las confundes con los tiburones —dijo Gideon; pero luego se detuvo bruscamente, se volvió hacia mí y me estrechó entre sus brazos—: ?Lo siento! —murmuró en mi cabello—. ?Era tan estúpido que me merecía que una rata me mordisqueara un poco!
Inmediatamente olvidé todo lo que nos rodeaba (y también todo lo demás), le eché los brazos al cuello y empecé a besarle, primero solo en los sitios que podía alcanzar en ese momento —en el cuello, en la oreja, en la sien— y luego en la boca. él me abrazó con más fuerza, solo para apartarme de nuevo tres segundos más tarde.
—?Realmente no tenemos tiempo para esto ahora, Gwenny! —dijo enojado, y a continuación me cogió de la mano y tiró de mí otra vez.
Suspiré varias veces profundamente, pero Gideon no dijo nada. Dos corredores más allá, cuando se detuvo para mirar el plano, ya no pude aguantar más y le pregunté:
—?Es porque beso raro, o qué?
—?Cómo?
Gideon me miró por encima del borde del plano con cara de perplejidad.
—Soy un desastre besando, ?verdad? —Hice todo lo posible sin demasiado éxito para que no sonara histérico—. Hasta ahora no había… quiero decir, que para poder hacerlo bien se necesita tiempo y experiencia. ?Es imposible aprenderlo todo en las películas!, ?sabes? Y de algún modo es humillante que te aparten así.
Gideon bajó el plano y el cono de luz de su linterna se dirigió hacia el suelo.
—Gwenny, escucha…
—Sí, ya lo sé, tenemos prisa —le interrumpí—. Pero sencillamente tengo que quitarme esto de encima ahora mismo. Cualquier cosa sería mejor que empujarme hacia atrás o… llamar a un taxi. Yo aguanto muy bien las críticas. Bueno, en todo caso cuando se formula con amabilidad.
—A veces eres realmente… —Gideon sacudió la cabeza, y luego inspiró hondo, y dijo muy serio—: Cuando me besas, Gwendolyn Shepherd, es como si perdiera el contacto con el suelo. No tengo ni idea de cómo lo haces ni de dónde lo has aprendido. En todo caso, si ha sido en una película, tenemos que verla juntos. —Se detuvo un momento—. Lo que quiero decir es que cuando me besas, ya no quiero hacer nada más que sentirte y tenerte entre mis brazos. ?Mierda, estoy tan terriblemente enamorado de ti que es como si hubieran volcado una lata de gasolina en mi interior y le hubieran prendido fuego! Pero en este momento no podemos… al menos uno de nosotros debe mantener la cabeza fría. —La mirada que me lanzó disipó mis dudas—. Gwenny, todo esto me da un miedo horrible. Sin ti mi vida no tendría ningún sentido, sin ti… querría morirme si a ti te pasara algo.
Quería sonreírle, pero sentí que se me había hecho un nudo en la garganta.
—Gideon, yo… —empecé, pero él no me dejó acabar.
—No quisiera que… no debe ocurrirte lo mismo a ti, Gwenny. Porque el conde puede utilizar estos sentimientos contra nosotros. ?Y lo hará!
—Para eso hace tiempo que es tarde —susurré yo—. Te quiero. Y sin ti no querría seguir viviendo.
Gideon parecía a punto de romper a llorar. Me cogió la mano, y estrujándomela casi, dijo:
—Entonces solo podemos confiar en que el conde nunca, nunca jamás, se entere de esto.
—Y también de que todavía se nos ocurra ese plan genial —dije—. ?Y ahora haz el favor de no seguir perdiendo el tiempo aquí! Tenemos prisa.