Esmeralda (Edelstein-Trilogie #3)

Caroline no había exagerado: el traje de elfo era realmente para caerse de espaldas. Ningún auténtico elfo hubiera podido estar más encantador que Charlotte, cuyos delicados hombros se elevaban airosamente sobre una nube de tules verdes. Mi prima tenía las mejillas encendidas, le brillaban los ojos y los cabellos le caían en rizos resplandecientes por la espalda hasta la altura de las alas, que estaba tan bien hechas que parecía que hubiera nacido con ellas. No me hubiera sorprendido demasiado se de repente se hubiera elevado del suela y se hubiera puesto a flotar en el aire del invernadero.

Su voz, de todos modos, no era absolutamente élfica. De hecho, tenía un cierto parecido con la de Lady Gaga.

—You know that I'll be your Papa-Paparazzi… —bramó en el micrófono, y cuando Gordon volvió a gritar ??Que se desnude!?, empezó a quitarse lascivamente uno de los largos guantes verdes, ayudándose con los dientes.

—Esto es de una película —comentó Leslie impresionada a pesar suyo—. Aunque otra vez he vuelto a olvidarme de cuál.

La multitud se puso a aullar entusiasmada cuando Gordon atrapó el guante.

??Sigue!?, chillaron todos, y Charlotte se concentró en el otro guante. Pero, entonces, de repente, se detuvo: había descubierto a Gideon junto a la puerta. Sus ojos se entornaron.

—?Vaya, mirad a quién tenemos aquí! —dijo micro en mano, y su mirada se deslizó por encima de las cabezas de la gente hasta detenerse en mí—. ?Y mi primita también está, naturalmente! Eh, chicos, ?sabíais que en realidad Gwendolyn es una viajera en el tiempo? De hecho, debía serlo yo, pero el destino tenía reservados otros planes. Y aquí esto ahora, como una de esas hermanas bobas de la Cenicienta.

—?Que siga cantando! —gritaron sus groupies desconcertados.

—?Que se desnude! —gritó Gordon.

Charlotte inclinó la cabeza de lado y miró a Gideon con los ojos ardientes.

—But I won't stop until that boy is mine? Ja, ja, ?ni hablar de eso! No voy a caer tan bajo. —Tendió el índice en dirección a Gideon y gritó—: ?él también puede viajar en el tiempo. Y pronto curará a la humanidad de todas sus enfermedades!

—Oh, shit —murmuró Leslie.

—Alguien tiene que bajarla de ahí —dije.

—Sí, pero ?cómo? Es una máquina de combate. No sé, tal vez podríamos lanzare algún objeto pesado —propuso Raphael.

El público de Charlotte estaba un poco inquieto. De algún modo parecía haber percibido que la actitud de Charlotte no tenía nada de chistosa. Solo Gordon seguía bramando alegremente: ??Que se desnude!?.

Traté de establecer contacto visual con Gideon, pero él solo tenía ojos para Charlotte. Lentamente se abrió paso hacia la mesa a la que se había subido.

Charlotte inspiró hondo, y el micro hizo llegar su suspiro hasta el último rincón del invernadero.

—él y yo lo sabemos todo sobre historia. Lo aprendimos para nuestros viajes en el tiempo juntos. Deberíais ver cómo baila el minué. O cómo cabalga. O cómo utiliza la espada. O cómo toca el clavicordio.

Gideon ya casi había llegado hasta ella.

—Es increíblemente bueno en todo lo que hace. Y puede hacer declaraciones de amor en ocho lenguas —dijo Charlotte con voz so?adora, y por primera vez en mi vida vi cómo las lágrimas se asomaban a sus ojos—. ?A mí nunca me ha dedicado una, porque solo tiene ojos para mi estúpida prima!

Me mordí los labios. Aquello sonaba claramente a un corazón partido, y nadie en el mundo podía comprenderla mejor que yo. ?Quién habría pensado que Charlotte tenía corazoncito? Una vez más deseé que Leslie tuviera razón sobre su teoría del mazapán, mientras mi propio corazón se contraía dolorosamente y me esforzaba en contener la oleada de celos que amenazaba con asfixiarme.

Gideon extendió la mano hacia Charlotte.

—Es hora de ir a casa.

—?Buuu…! —gritó Gordon, tan sensible como una segadora, pero todos los demás contuvieron la respiración.

—Déjame —le dijo Charlotte a Gideon desde arriba tambaleándose un poco—. No he acabado ni mucho menos.

Gideon subió a la mesa de un salto y le desconectó el micro.

—La representación ha acabado —dijo—. Ven, Charlotte, te llevaré a casa.

Charlotte le soltó un bufido, como una gata furiosa.

—Si me tocas, te partiré la rodilla. ?Domino el Krav Maga!, ?sabes?

—Yo también, ?ya lo has olvidado?

De nuevo le tendió la mano. Charlotte dudó un segundo, pero luego la cogió e incluso dejó que la bajara de la mesa, como un elfo cansado y borracho que apenas podía sostenerse ya sobre sus piernas.

Gideon le rodeó la cintura con el brazo y se volvió hacia nosotros. Como tantas veces, era imposible adivinar lo que pensaba por la expresión de su rostro.

—Tengo que arreglar esto rápido. Vosotras iréis con Raphael a mi piso —dijo escuetamente—. Luego nos encontraremos allí.

Nuestras miradas se cruzaron un segundo.

—Hasta ahora —dijo.

Asentí con la cabeza.

—Hasta ahora.

Charlotte ya no dijo nada.

Y en ese momento me pregunté si la Cenicienta no se habría sentido tal vez también un poco culpable mientras se alejaba con el príncipe a lomos de su caballo blanco.





El ?para siempre? está hecho de muchos ?ahoras?.

Emily Dickinson.





Capítulo XIV