—?Por qué tienes que exagerar siempre de esta manera, Lucy? —Paul hizo una mueca—. De algún modo habría conseguido salir del apuro.
—Sí, claro —dijo Gideon sonriendo con ironía.
Paul arrugó al frente y luego sonrió.
—Muy bien, lo reconozco, probablemente no. Ese Alastair es un perro traicionero y un espadachín condenadamente bueno. ?Y, además, eran tres! Si me lo encuentro otra vez…
—Eso es más bien improbable —murmuré yo, y al ver que Paul me miraba intrigado, a?adí—: Gideon lo clavó a la pared con su sable en el a?o 1782. Y si Rakoczy lo encontró a tiempo, no creo que sobreviviera a esa noche.
Lady Tilney se dejó caer en una silla.
—?Clavado a la pared con un sable! —repitió—. Qué barbaridad.
—Ese psicópata no merecía otra cosa —replicó Paul poniéndole a Lucy la mano en el hombro.
—Supongo que no —asintió Gideon en voz baja.
—Me siento tan aliviada —dijo Lucy con la mirada clavada en mí—. ?Ahora que sabéis que el conde tiene intención de matar a Gwendolyn cuando el círculo se haya cerrado, eso nunca llegará a ocurrir! —Paul quiso a?adir algo, pero ella siguió adelante sin prestarle atención—. Con los papeles, el abuelito debería conseguir convencer por fin a los Vigilantes de que nosotros teníamos razón y el conde nunca había pensado en el bien de la humanidad, sino solo en el suyo propio. Esos estúpidos Vigilantes, empezando por ese repulsivo Marley, no podrían seguir ignorando las pruebas. ?Ja! ?Conque ensuciábamos la memoria del conde Saint Germain! Que además no es en absoluto un auténtico conde, sino un canalla como no se ha visto otro igual. ?Y si antes he dicho que me siento aliviada es porque lo estoy, ya lo creo que lo estoy!
Inspiró hondo, y me dio la sensación de que hubiera podido seguir hablando así durante horas si Paul no la hubiera cogido del brazo un momento y le hubiera murmurado cari?osamente:
—?Lo ves, princesa? Todo irá bien.
Aunque aquellas palabras no iban dirigidas a mí, extra?amente aquella fue la gota que colmó el vaso en sentido literal. Porque por más que me esforcé, no pude contener las lágrimas por más tiempo.
—?No, no irá bien! —exclamé, y esta vez me olvidé del acolchado y me dejé caer en la primera silla que encontré—. No todo irá bien. Porque el abuelito hace seis a?os que murió y ya no puede ayudarnos.
Lucy se agachó ante mí.
—No llores, por favor —dijo apenada mientras a ella se le saltaban las lágrimas—. Cari?o, no debes llorar de este modo, no es bueno para los… —No pudo contener un sollozo—. ?De verdad ha muerto? —preguntó desconsolada—. Su corazón, ?verdad? Y eso que siempre le decía que no debía comer a escondidas esa torta de crema con tanta mantequilla.
Paul se inclinó sobre nosotras, y por la cara que ponía parecía que también él estaba a punto de romper a llorar.
Perfecto. Si Gideon también se apuntaba, podríamos hacerle la competencia al chaparrón de fuera.
Fue lady Tilney la que lo evitó. Mi antepasada se sacó dos pa?uelos del bolsillo de la falda, le tendió uno a Lucy y otro a mí y dijo en un tono asombrosamente parecido al de lady Arista:
—Para eso ya habrá tiempo, queridas. Ahora controlaos. Tenemos que concentrarnos. Quién sabe cuánto tiempo nos queda todavía.
Gideon me acarició el hombro.
—Tiene razón —susurró.
Me sorbí los mocos y se me escapó la risa al oír cómo trompeteaba Lucy al sonarse. Bueno, solo esperaba no haber heredado también esa costumbre de ella.
Paul se acercó a la ventana y miró hacia la calle. Cuando se volvió, su expresión era de nuevo totalmente neutra.
—Bien. Volvamos a nuestro asunto —dijo rascándose la oreja—. Por lo que se ve, Lucas ya no puede ayudarnos. Pero aun sin él debería ser posible convencer por fin a los Vigilantes de las intenciones egoístas del conde con ayuda de los papeles. —Dirigió a Gideon una mirada interrogativa—. Y entonces el círculo nunca se cerrará.
—Pasaría demasiado tiempo hasta que se hubiera verificado la autenticidad de los papeles —replicó Gideon—. En la actualidad Falk es el gran maestre de la logia y es posible que nos creyera. Pero tampoco es algo que pueda asegurar. De hecho, hasta ahora no me he atrevido a mostrar estos escritos a ningún miembro de la logia.
Asentí con la cabeza. Ya me había hablado en el sofá, en el a?o 1953, de su sospecha de que existía un traidor entre los Vigilantes.
—?Sabéis? —intervine entonces—, existe la posibilidad de que entre los Vigilantes de nuestro tiempo haya uno o varios que conozcan el auténtico efecto de la piedra filosofal y apoyen los planes del conde para convertirse en inmortal.
Traté de concentrarme en los hecho, y para mi estupefacción, lo conseguí sorprendentemente bien en medio de ese torbellino de emociones, o quizá precisamente por eso.
—?Y si el abuelo hubiera descubierto a esos traidores? Eso explicaría por qué fue asesinado.
—?El abuelo fue asesinado? —repitió Lucy perpleja.