—Esperen aquí —dijo, y luego nos cerró la puerta en las narices.
—?Has visto eso? Mister Bernhard nunca se permitiría hacer algo así —dije indignada—. Claro, supongo que debe de pensar que otra vez te has traído una pistola y que pretendes sacarle sangre a su patrona. No puede saber que lady Lavinia te robó la pistola, y por cierto, aún me sigo preguntando cómo pudo hacerlo. Quiero decir que qué demonios pudo hacer para distraer tu atención hasta ese punto. Si alguna vez me vuelvo a tropezar con ella, se lo preguntaré, aunque, para serte sincera, no estoy segura de si realmente quiero saberlo. Oh, ya vuelvo a hablar como una cotorra, siempre me pasa cuando estoy nerviosa, no creo que pueda presentarme ante ellos, Gideon. Y me estoy quedando sin aire, pero supongo que es sencillamente porque no respiro, lo que de hecho no importa porque soy inmortal. —Al llegar a este punto, solté un gallo por los nervios, pero de todos modos seguí adelante sin detenerme—. Sería mejor que diéramos un paso atrás, porque cuando se abra la puerta la próxima vez quizá ese Millhouse te dé un pu?etazo en los…
La puerta volvió a abrirse.
—… morros —murmuré, a pesar de todo, rápidamente.
El fornido mayordomo nos invitó a entrar con un gesto.
—Lady Tilney les espera arriba en el saloncito —dijo secamente—. En cuanto les haya registrado para ver si llevan armas.
—?Si no queda otro remedio!
Gideon extendió los brazos complaciente, y se dejó palpar por Millhouse.
—Está bien. Pueden subir —dijo finalmente el mayordomo.
—?Y a mí no me registran? —pregunté desconcertada.
—Tú eres una dama, y las damas no llevan armas.
Gideon me sonrió, me cogió de la mano y me arrastró escaleras arriba.
—?Qué falta de seriedad! —Eché una mirada a Millhouse, que nos seguía a unos pasos de distancia—. ?Solo porque soy una mujer ya no le doy ningún miedo? ?Ese hombre debería ver Tom Raider! Podría llevar una bomba atómica debajo del vestido y una granada de mano en cada alforja de la BH. Me parece una actitud descaradamente misógina.
Por mí hubiera podido seguir hablando sin parar hasta la puesta de sol, pero arriba, junto a la escalera, nos esperaba lady Tilney, fina y tiesa como una vela. Era una mujer extraordinariamente hermosa, y ni siquiera su mirada glacial podía cambiar eso. De hecho, mi primera reacción fue sonreírle, pero a medio camino forcé las comisuras de los labios para volver a su punto de partida. En el a?o 1912 lady Tilney resultaba mucho más intimidante que más tarde, después de desarrollar su afición por los cerdos de ganchillo, y en ese momento fui desagradablemente consciente de que no solo nuestros peinados eran del todo impresentable, sino que además el vestido me colgaba de los hombros como un saco mojado. Instintivamente me pregunté si ya se habrían inventado los secadores.
—?Otra vez por aquí? —le dijo lady Tilney a Gideon con una voz tan fría como su mirada. Solo lady Arista habría podido igualar ese tono—. Son ustedes realmente insistentes. Creo que en su última visita ya deberían haber comprendido que no voy a darles mi sangre.
—No estamos aquí por su sangre, lady Tilney —replicó Gideon—. Hace tiempo que… —Se aclaró la garganta—. Nos gustaría hablar de nuevo con usted y con Lucy y Paul. Esta vez sin… malentendidos.
—?Malentendidos! —lady Tilney cruzó los brazos sobre su pecho adornado con encajes—. La última vez que estuvo aquí no se comportó usted de un modo muy correcto, joven, y dio muestras de poseer una alarmante predisposición a la violencia. Por otra parte, en este momento desconozco el lugar donde se encuentran Lucy y Paul, de modo que incluso en otras circunstancias me sería imposible ayudarles. —Hizo una breve pausa, durante la cual su mirada se posó en mí—. De todas maneras, creo que podría arreglar un encuentro. —Su voz se había vuelto un poco más cálida—. Tal vez solo con Gwendolyn y naturalmente en otra fe…
—No quisiera parecer descortés, pero seguro que comprenderá que el tiempo de que disponemos es muy limitado —la interrumpió Gideon mientras tiraba de mí hasta el rellano (donde mi vestido y yo dejamos la cara alfombrada empapada)—. Sé que en la actualidad Lucy y Paul viven en su casa, de modo que, por favor, llámelos sencillamente. Le prometo que esta vez me comportaré.
—Esto no es… —empezó a decir lady Tilney, pero en ese momento se oyó el chasquido de una puerta al fondo y un instante después apareció una joven de aspecto delicado.
Lucy.
Mi madre.