—No está demostrado —replicó Gideon—, pero todo indica que fue así.
Yo ya le había explicado lo de la visión de la tía Maddy y el robo el día del entierro.
—Eso significa que se está trabajando para cerrar el círculo de sangre desde ambos lados —dijo lady Tilney pensativa—. En el pasado, el conde tira de los hilos, y en el futuro hay uno o incluso varios aliados que apoyan sus planes.
Paul golpeó con el pu?o el respaldo de la butaca que tenía delante.
—Maldita sea —gru?ó con los dientes apretados.
Lucy levantó la cabeza.
—?Pero también podéis explicar a los Vigilantes que no nos habéis encontrado! —exclamó—. Si nuestra sangre no se registra, el círculo no se cerrará.
—No es tan sencillo —dijo Gideon—. Los Vigilantes han…
—Lo sé, han contratado a detectives privados para que nos sigan la pista —le interrumpió lady Tilney—. Los se?ores De Villiers y ese engreído de Pinkerton-Smythe… Afortunadamente, se consideran muy listos y a mí, en cambio —como soy una mujer—, me consideran muy tonta. Que unos detectives privados también puedan estar interesados en retener información a cambio de un suplemento con el que complementar sus modestos ingresos es algo que ni siquiera se les pasa por la cabeza. —Se permitió una sonrisa triunfal—. Este arreglo aquí en mi casa será por un breve espacio de tiempo, y Lucy y Paul pronto habrán borrado todas las pistas. Empezarán una nueva vida bajo nombres falsos y…
—… se trasladarán a una vivienda de Blandford Street —completó Gideon, y la sonrisa triunfal se borró del rostro de lady Tilney—. Eso lo sabemos todos, y se indicó a Pinkerton-Smythe que retuviera a Lucy y a Paul en Temple hasta que yo les hubiera extraído la sangre allí. Para ser más precisos, ma?ana por la ma?ana se le entregará una carta con las informaciones correspondientes.
—?Ma?ana? —preguntó Paul, que parecía tan desconcertado como yo misma me sentía en ese momento—. ?Pero entonces aún no es demasiado tarde!
—Sí lo sé —dijo Gideon—. Porque desde mi perspectiva hace tiempo que ha ocurrido. Ya hace unos días que entregué la carta a los Vigilantes de servicio en la guardia de Cerbero. Por entonces yo aún no sabía nada.
—Pues en ese caso sencillamente nos escondemos —dijo Lucy.
—?Ma?ana por la ma?ana? —Lady Tilney apretó los labios—. Veré lo que puedo hacer.
—Y yo también —dijo Gideon, mientras dirigía una mirada al reloj de pared—. Pero no sé si eso bastará. Porque, aunque podamos evitar que los Vigilantes atrapen a Lucy y a Paul, estoy convencido de que el conde encontrará otros medios para alcanzar su objetivo.
—En todo caso no conseguirá mi sangre —dijo lady Tilney.
Gideon suspiró.
—Hace tiempo que tenemos su sangre, lady Tilney. Yo la visité en el a?o 1916, cuando durante la Primera Guerra Mundial tuvo que elapsar en el sótano con los gemelos De Villiers, y dejó que se la extrajera sin plantear ninguna objeción. Yo mismo me quedé muy sorprendido. Solo espero que aún tengamos en otra ocasión la oportunidad de hablar sobre esa experiencia.
—?Es solo cosa mía, o también os parece como si alguien estuviera construyendo un metro en vuestro cerebro? —preguntó Paul.
Me eché a reír.
—A mí me pasa lo mismo —le aseguré—. Sencillamente son demasiadas informaciones para digerirla todas a la vez. De cada idea cuelgan otras diez distintas.
—Y eso no es todo, ni mucho menos —dijo Gideon—. Aún hay un montón de cosas que comentar. Por desgracia, pronto tendremos que saltar de vuelta, pero volveremos dentro de media hora. Eso quiere decir que para Gwendolyn y para mí será ma?ana temprano, si todo va bien.
—No lo comprendo —murmuró Paul, pero Lucy parecía haber intuido algo.
—Si no estáis aquí en misión oficial de los Vigilantes, ?cómo habéis llegado entonces? —preguntó lentamente, y enseguida palideció—. O mejor dicho, con qué.
—Hemos… —empecé, pero Gideon me lanzó una mirada de advertencia.
—Tendremos tiempo de aclarar esto dentro de un momento —dijo.
Yo también eché una mirada al reloj de pared y dije:
—No.
Gideon enarcó las cejas.
—?No? —preguntó.
Inspiré hondo. De repente había comprendido que no podía esperar ni un segundo más. Les diría a Lucy y a Paul la verdad, ahí y entonces.
De pronto ya no me sentía nerviosa, sino solo infinitamente cansada. Como si hubiera corrido cincuenta kilómetros de un tirón y no hubiera dormido durante cien a?os. Y habría dado cualquier cosa por que antes Gideon le hubiera permitido a lady Tilney traer el té a la menta con limón y azúcar. Pero como no era así, tendría que hacerlo sin él.
Miré a Lucy y a Paul.