—Sí, a mí también me lo parece —dijo Raphael, y su hermano le dirigió una mirada divertida.
Yo aún no podía comprender cómo Gideon había conseguido convencer a Falk después de todos los problemas de esa tarde (?sería el tío de Gideon un cordero con piel de lobo en lugar de lo contrario?), pero el hecho era que habíamos obtenido —junto con Leslie y Raphael— el permiso oficial para vestirnos para la fiesta de Cynthia, bajo la supervisión de madame Rossini, con el fondo de armario de los Vigilantes. Cuando al atardecer nos habíamos encontrado ante la entrada del edificio, Leslie estaba tan excitada ante la idea de poder pisar el cuartel general que apenas podía estarse quieta. Y a pesar de que no había podido ver ninguna de las estancias que yo le había descrito, sino solo un corredor normal y corriente que conducía directamente al almacén, estaba loca de entusiasmo.
??Te has fijado? —me había susurrado—. Esto huele a enigmas y secretos. ?Oh, Dios, me encanta!?
Luego, en el fondo de vestuario de los Vigilantes, había estado a punto de hiperventilar, y estoy segura de que en otras circunstancias también a mí me habría pasado lo mismo —el taller de madame Rossini ya me parecía el jardín de Edén, pero lo que veía allí lo superaba de largo—, si no fuera porque, en primer lugar, en lo que a vestidos se refería ya estaba un poco saturada, y en segundo lugar, mi cabeza y mi corazón estaban ocupados en otras cosas muy distintas.
—Naturalmente yo no he cosido todos estos trajes; es una colección de los Vigilantes que se inició hace ya doscientos a?os y que en el curso del tiempo se ha ido ampliando cada vez más. —Madame Rossini cogió un vestido de puntillas, ya un poco amarillento, de una percha y Leslie y yo lazamos un suspiro maravilladas—. Sin embargo, aunque sigue siendo un placer contemplarlos, muchos de los originales históricos ya no pueden ser utilizados para los actuales viajes en el tiempo. —Volvió a colgar el vestido con mucho cuidado—. Y los vestidos que se hicieron para la penúltima generación tampoco se ajustan desde hace tiempo a los estándares requeridos.
—?Eso significa que todos estos maravillosos vestidos se están pudriendo lentamente en este almacén?
Leslie acarició el vestido de puntillas con cara de pena.
Madame Rossini se encogió de hombros.
—Es un valioso material de observación, también para mí. Pero tienes razón, es una lástima que se utilicen tan poco. Por eso estoy tan contenta de que hoy estéis aquí. ?Seréis las más bellas del baile, mes petites!
—No es ningún baile, madame Rossini, solo será una fiesta bastante aburrida —puntualizó Leslie.
—Una fiesta solo es aburrida en la medida en que lo son sus invitados —sentenció madame Rossini.
—Exacto, ese es también mi lema —dijo Raphael mirando de reojo a Leslie—. ?Qué tal si vamos de Robin Hood y lady Marian? —Se colocó sobre a cabeza un sombrerito de mujer con una pluma bamboleante—. Son completamente verdes, y así todo el mundo verá enseguida que vamos juntos.
—Hummm… —dijo Leslie.
Madame Rossini pasó revista a los vestidos que colgaban de las perchas canturreando alegremente.
—?Oh, qué divertido! ?Qué delicia!: cuatro jóvenes et una féte déguidée, ?qué puede haber más bonito?
—A mí se me ocurre algo —susurró Gideon con la boca pegada a mi oreja—. Escucha, tendríais que distraerla un poco para que pudiera robar la ropa para nuestra excursión a 1912 —Y luego dijo en voz alta—: Yo me pondré esa cosa verde de ayer, si le parece bien, madame Rossini.
Madame Rossini giró sobre sí misma.
—?La cosa verde de ayer? —dijo enarcando una ceja.
—Hummm… se refiere a la levita verde mar con el cierre esmeralda —dije yo rápidamente.
—Sí, y a todos los chismes a juego. —Gideon sonrió cortésmente—. No creo que pueda haber nada más verde.
—?Chismes! ?Es como dar comida a los cerdos! —Madame Rossini levantó los brazos al cielo, pero sonrió complacida—. Siglo XVIII tardío para el peque?o rebelde, pues. Entonces tendremos que vestir al cuellecito de cisne con algo que combine, pero me temo que no tengo ningún vestido de baile de esa época…
—La época no importa, madame Rossini. De todos modos, los tarugos de la fiesta no entienden nada de eso.
—Lo importante es que se vea antiguo y largo y abombado —a?adió Leslie.
—Bueno, si es así… —dijo madame Rossini no muy convencida.