El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)

—?Qué crees que significa?

Sumamente interesado, trató de ignorar los gritos y el parloteo que comenzaron a oírse por todo el Claro a medida que los demás iban descubriendo que alguien había quemado la Sala de Mapas.

—Bueno, las paredes se mueven todos los días, ?no?

—Sí.

Parecía que de verdad había averiguado algo.

—Y Minho opina que siguen un patrón, ?verdad?

—Sí.

Los engranajes empezaron a funcionar también en la cabeza de Thomas, casi como si un recuerdo empezara a desatarse.

—Bien, no me acuerdo de por qué te dije lo del código. Sé que, cuando estaba saliendo del coma, daban vueltas en mi mente muchas ideas y recuerdos, como si pudiera sentir cómo alguien me la vaciaba, absorbiéndolo todo. Y sentí que tenía que decir lo del código antes de que lo perdiera. Así que debe de haber una razón importante.

Thomas apenas la oía. Estaba esforzándose mucho por pensar.

—Siempre comparan las secciones del mapa con las del día anterior y el día anterior a ese, y así sucesivamente, todos los días; cada corredor analiza su sección. ?Y si se supone que deberían comparar los mapas con los de las otras secciones…? —se calló porque tuvo la sensación de estar a punto de llegar a algún sitio.

Teresa parecía ignorarle y continuaba con sus propias teorías: —La palabra código me hace pensar en letras. En las letras del alfabeto. A lo mejor, el Laberinto está intentando deletrear algo.

Todo encajó tan rápido en la mente de Thomas que casi oyó un clic, como si las piezas se colocaran en su sitio todas a la vez.

—Tienes razón, ?tienes razón! Pero los corredores lo han estado mirando mal todo este tiempo. ?Lo han estado analizando de forma equivocada!

Teresa se agarró a los barrotes y los nudillos se le pusieron blancos; apretó la cara contra las barras de hierro.

—?Qué? ?De qué estás hablando?

Thomas se aferró a las dos barras que había junto a las que ella sujetaba y se acercó lo bastante como para olería; un aroma sorprendentemente agradable a sudor y a flores.

—Minho dijo que los patrones se repetían, sólo que no habían averiguado qué significaba. Pero siempre los habían estudiado sección por sección, comparando un día con el siguiente. ?Y si cada día es una pieza distinta del código y se supone que tienen que usar las ocho secciones juntas de algún modo?

—?Crees que tal vez cada día revela una palabra? —preguntó Teresa—. ?Con los movimientos de los muros?

Thomas hizo un gesto de asentimiento.

—Quizás una letra al día, no sé. Pero siempre han creído que los movimientos revelarían la manera de escapar, no que deletrearían algo. Lo estudiaban como un mapa, no como la imagen de algo. Tenemos que… —entonces se calló al recordar lo que le acababa de decir Newt—. Oh, no.

Los ojos de Teresa brillaron de preocupación.

—?Qué pasa?

—Oh, no, oh, no, oh, no…

Thomas soltó los barrotes y retrocedió un paso a trompicones cuando se dio cuenta. Se dio la vuelta hacia la Sala de Mapas. El humo había disminuido, pero aún salía por la puerta, una nube oscura y neblinosa que tapaba toda la zona.

—?Qué pasa? —repitió Teresa, que no veía la Sala de Mapas desde aquel ángulo.

Thomas volvió a mirarla.

—No creía que importase…

—?Qué! —insistió ella.

—Alguien ha quemado todos los mapas. Si había un código, ya no está.





Capítulo 41


—Volveré —dijo Thomas, y se dio la vuelta para marcharse. Sentía el estómago lleno de ácido—. Tengo que encontrar a Newt y ver si algunos de los mapas se han salvado.

—?Espera! —chilló Teresa—. ?Sácame de aquí!

Pero no había tiempo, y Thomas se sintió fatal por ello.

—No puedo… Volveré, te lo prometo.

Se dio la vuelta antes de que ella pudiese protestar y echó a correr hacia la Sala de Mapas y su oscura y brumosa nube de humo. Unas agujas de dolor le pincharon por dentro. Si Teresa tenía razón y habían estado tan cerca de llegar a algún tipo de pista para salir de allí, verlo perderse literalmente en las llamas era tan preocupante que hasta dolía.

Lo primero que Thomas vio al llegar fue a un grupo de clarianos api?ados junto a la puerta de acero, que aún estaba entreabierta y tenía el borde ennegrecido por el hollín. Pero, al acercarse más, se dio cuenta de que estaban rodeando algo que había en el suelo y todos lo miraban. Allí en medio vio a Newt, arrodillado, inclinado sobre un cuerpo.

Minho estaba detrás de él; parecía sucio y consternado, y fue el primero en advertir la presencia de Thomas.

—?Adonde has ido? —preguntó.

—A hablar con Teresa. ?Qué ha pasado?

Esperó ansioso el siguiente montón de malas noticias. Minho arrugó la frente por el enfado.

—Nuestra Sala de Mapas se incendia, ?y tú te vas corriendo a hablar con tu fuca novia? ?Tú de qué vas?