El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)

Thomas se sintió aliviado de que alguien por fin lo hubiera captado.

Se pusieron a calcar los mapas originales en el papel encerado, uno a uno, tratando de que quedara limpio y bien a la vez que iban lo más rápido posible. Thomas utilizó el lado de una tabla suelta como regla improvisada para que no se torcieran las líneas. No tardó en completar cinco mapas y, luego, otros cinco más. Los demás llevaban el mismo ritmo, trabajaban febrilmente.

Mientras Thomas dibujaba, empezó a sentir cierto temor, una extra?a sensación de que lo que estaban haciendo era una completa pérdida de tiempo. Pero Teresa, que estaba sentada a su lado, era un modelo de concentración; su lengua asomaba por una comisura de la boca mientras trazaba líneas arriba y abajo, de un lado a otro. Parecía estar segurísima de que iban a averiguar algo.

Continuaron, caja por caja, sección por sección.

—Yo ya estoy —anunció finalmente Newt, rompiendo el silencio—. Me arden los dedos. Mira a ver si funciona.

Thomas dejó su rotulador y dobló los dedos con la esperanza de haber acertado.

—Vale, dadme los últimos diez días de cada sección. Haced montones ordenados en la mesa, desde la Sección 1 hasta la Sección 8. La 1, aquí —se?aló a un extremo— y la 8, allí —se?aló al otro extremo.

En silencio, hicieron lo que les pidió, revisando lo que habían dibujado hasta colocar en fila ocho montones bajos de papel encerado sobre la mesa.

Nervioso, Thomas cogió una hoja de cada pila, se aseguró de que todas fueran del mismo día y las mantuvo en orden. Entonces las puso unas encima de otras para que todos los dibujos del Laberinto coincidieran con los del mismo día por arriba y por abajo hasta ver las ocho secciones del Laberinto a la vez. Lo que vio le dejó atónito. Casi como por arte de magia, como una imagen desenfocada que pasa a verse con nitidez, algo empezó a distinguirse. Teresa dejó escapar un gritito ahogado.

Las líneas se entrecruzaban, arriba y abajo, de modo que lo que Thomas sostenía en las manos era una especie de cuadrícula. Pero había unas líneas en medio, unas líneas que aparecían casualmente con más frecuencia que las demás y dibujaban una imagen más oscura que el resto. Era sutil, pero no cabía duda de que estaba allí. Justo en el centro de la hoja estaba la letra E.





Capítulo 43


Thomas sintió un torrente de emociones distintas: alivio porque había funcionado, sorpresa y entusiasmo, pero también se preguntó adonde les conduciría.

—Tío —dijo Minho, resumiendo los sentimientos de Thomas con una palabra.

—Podría ser una coincidencia —apuntó Teresa—Haz más, rápido.

Thomas continuó poniendo las ocho páginas de cada día en orden, desde la Sección 1 a la Sección 8. En cada ocasión se formaba una letra con claridad en medio del montón de líneas entrecruzadas. Después de la E vino la M, luego la E, después la R, la G y una E. Luego, A… T.

—Mira —exclamó Thomas, se?alando la fila de montones que habían formado, confundido, pero contento de que las letras estuvieran tan claras—. Dice EMERGE y, luego, AT.

—?Emerge At? —repitió Newt—. A mí eso no me parece un código de rescate.

—Tenemos que continuar —dijo Thomas.

Al hacer un par de combinaciones más, se dieron cuenta de que, en realidad, la segunda palabra era ATRAPA. EMERGE y ATRAPA.

—Definitivamente, no es una coincidencia —aseguró Minho.

—Eso está claro —afirmó Thomas. No podía esperar a ver más.

Teresa se?aló hacia el trastero.

—Tenemos que revisar todas esas cajas de ahí dentro.

—Sí —asintió Thomas—. Vamos.

—No podemos ayudar —dijo Minho.

Los tres le fulminaron con la mirada y él hizo otro tanto.

—Al menos, Thomas y yo. Tenemos que salir al Laberinto con los corredores.

—?Qué? —exclamó Thomas—. ?Esto es muchísimo más importante!

—Tal vez —respondió Minho, tranquilo—, pero no podemos dejar de salir allí ni un día. Ahora, no.

Thomas sintió una oleada de decepción. Correr por el Laberinto le parecía una pérdida de tiempo comparado con descifrar el código.

—?Por qué, Minho? Dices que el patrón se ha estado repitiendo durante meses… Un día más no significará nada.

Minho golpeó la mesa con la mano.

—?Eso es una patochada, Thomas! De todos los días, este puede que sea el más importante al no cerrarse las pu?eteras paredes; creo que podríamos probar tu idea, pasar allí la noche para explorar con más detenimiento.

Aquello despertó el interés de Thomas; estaba deseando hacerlo. Indeciso, preguntó: —Pero ?qué hay del código? ?Qué…?

—Tommy —dijo Newt con voz consoladora—, Minho tiene razón. Pingajos, salid y corred. Yo reuniré a algunos clarianos en los que podamos confiar y seguiremos trabajando en esto —sonó más que nunca como un líder.

—Yo me quedaré aquí y también ayudaré a Newt —se ofreció Teresa.

Thomas la miró.