El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)

Newt y Minho intercambiaron una larga mirada.

—Venga —insistió Thomas—. ?Qué va a hacer, salir corriendo y apu?alar a todos los clarianos hasta matarnos? Vamos.

Minho suspiró.

—Muy bien. Deja que salga esa tonta.

—?Yo no soy tonta! —gritó Teresa con una voz amortiguada por las paredes—. ?Estoy oyendo todo lo que decís, imbéciles!

Newt abrió los ojos de par en par.

—Qué chica más dulce has elegido, Tommy.

—Date prisa —repuso Thomas—. Estoy seguro de que tenemos mucho que hacer antes de que los laceradores vuelvan esta noche, si es que no vienen por el día.

Newt resopló y se acercó al Trullo mientras sacaba las llaves. Unos tintineos más tarde, la puerta se abrió.

—Vamos.

Teresa salió del peque?o edificio y fulminó a Newt con la mirada al pasar junto a él. Le lanzó la misma mirada desagradable a Minho y, luego, se detuvo al lado de Thomas. Su brazo rozó el del chico, que notó un cosquilleo y se sintió muy avergonzado.

—Muy bien, habla —dijo Minho—. ?Qué es tan importante?

Thomas miró a Teresa mientras se preguntaba qué decir.

—?Qué? —exclamó ella—. ?Se lo has dicho? Pero ?si creen que soy una asesina en serie!

—Sí, pareces muy peligrosa —farfulló Thomas, pero se centró en Newt y Minho—. Vale; cuando Teresa salió de su profundo sue?o, le vinieron algunos recuerdos a la mente. Ummm… —se calló antes de soltar que se lo había dicho telepáticamente—. Más tarde me dijo que se acordaba de que el Laberinto era un código. Que, quizás, en vez de resolverlo para encontrar una salida, está intentando enviarnos un mensaje.

—?Un código? —inquirió Minho—. ?Cómo va a ser un código?

Thomas sacudió la cabeza, deseando poder contestar.

—No lo sé exactamente, tú estás más familiarizado que yo con los mapas. Pero tengo una teoría. Por eso esperaba que vosotros recordarais algo.

Minho miró a Newt con las cejas arqueadas, dudoso.

—?Qué? —preguntó Thomas, harto de que aún le ocultaran información—. Vosotros dos seguís actuando como si tuvierais un secreto.

Minho se frotó los ojos con ambas manos y respiró hondo.

—Hemos escondido los mapas, Thomas.

Al principio, no lo entendió.

—?Eh?

Minho se?aló hacia la Hacienda.

—Hemos escondido los pu?eteros mapas en la sala de armas; los guardamos allí por la advertencia de Alby. Y por el llamado Final que tu novia ha provocado.

Thomas se entusiasmó tanto al oír aquella noticia que, por un instante, se olvidó de lo horribles que estaban las cosas. Recordó que Minho había actuado de manera sospechosa el día anterior, cuando le dijo que le habían encomendado una tarea especial. Thomas miró a Newt, que asintió.

—Están sanos y salvos —afirmó Minho—. Todos y cada uno de esos cabrones. Así que, si tienes una teoría, empieza a hablar.

—Llevadme hasta ellos —dijo Thomas, que se moría por echarles un vistazo.

—Vale, vamos.





Capítulo 42


Minho encendió la luz, lo que hizo a Thomas entrecerrar los ojos un instante hasta que se acostumbró a la iluminación. Unas sombras amenazadoras se aferraban a las cajas de las armas esparcidas por la mesa y el suelo; los cuchillos, los palos y demás artefactos de aspecto desagradable parecían estar esperando allí, preparados para quitarle la vida a cualquiera de ellos y matar al primer estúpido que se acercase lo suficiente. El olor a humedad no hacía más que acrecentar la escalofriante sensación que embargaba al entrar en aquel cuarto.

—Hay un armario oculto ahí detrás —explicó Minho al pasar por las estanterías de un rincón oscuro—. Sólo unos cuantos sabemos que existe.

Thomas oyó el crujido de una vieja puerta de madera y Minho sacó a rastras una caja de cartón. El sonido que hacía al rozar el suelo era como un cuchillo sobre un hueso.

—Puse el contenido de los baúles en cajas, ocho en total. Están todas ahí.

—?Cuál es esta? —preguntó Thomas. Se arrodilló junto a ella, ansioso por empezar.

—ábrela y lo verás. Las hojas están marcadas, ?recuerdas?

Thomas tiró de las tapas entrecruzadas hasta abrirla. Los mapas de la Sección 2 se hallaban en un montón desordenado. Thomas metió la mano y sacó una pila.

—Vale —dijo—. Los corredores siempre los han comparado día a día para ver si había algún patrón que les ayudara a averiguar dónde estaba la salida. Tú mismo dijiste que no sabías lo que estabais buscando, pero seguíais estudiándolos de todas formas, ?no?

Minho asintió de brazos cruzados. Parecía como si estuviera esperando que alguien fuera a revelar el secreto de la vida eterna.

—Bueno —continuó Thomas—, ?y si todos los movimientos de las paredes no tenían nada que ver con un mapa, un laberinto o algo por el estilo? ?Y si en vez de un patrón deletreaban unas palabras? Algún tipo de pista para ayudarnos a escapar.