El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)

—Me alegro de que lo hayamos aclarado —volvió a poner los ojos en blanco—. El motivo por el que estamos aquí es porque casi todos los chicos del Claro han venido a mí los últimos días tanto para quejarse de Thomas como para pedirme su pu?etera mano en matrimonio. Tenemos que decidir qué vamos a hacer con él.

Gally se inclinó hacia delante, pero Newt le interrumpió antes de que pudiese decir nada:

—Ya te llegará el turno, Gally. Cada cosa a su tiempo. Y Tommy, no puedes decir nada hasta que no se te pregunte. ?Te parece bien? —esperó a que Thomas asintiera para dar su consentimiento, que fue a rega?adientes, y se?aló al chico sentado en el extremo derecho—. Zart, al azar, puedes empezar.

Se oyeron unas risitas cuando Zart, el grandullón callado que vigilaba los Huertos, cambió de postura en su asiento. Miró a Thomas como si fuera más raro que una zanahoria en una tomatera.

—Bueno —empezó a decir Zart, mirando a su alrededor como si esperara que alguien le dijera lo que tenía que decir—, no sé. Ha roto una de nuestras normas más importantes. No podemos dejar que la gente piense que eso está bien —hizo una pausa, bajó la vista hacia sus manos y se frotó los ojos—. Pero él… está cambiando cosas. Ahora sabemos que podemos sobrevivir ahí fuera y vencer a los laceradores.

El alivio inundó a Thomas. Tenía a alguien más de su lado. Se hizo la promesa de ser muy simpático con Zart.

—?Ah, no me fastidies! —soltó Gally—. Me apuesto lo que sea a que fue Minho el que se deshizo de esas estúpidas cosas.

—?Gally, cierra el pico! —gritó Newt, que se puso de pie esta vez para darle más efecto; Thomas volvió a tener ganas de aplaudir—. Ahora mismo yo soy el maldito presidente y, como oiga otra pu?etera palabra salir de tu boca cuando no te toca hablar, prepararé otro destierro para ti, infeliz.

—Por favor —susurró Gally con sarcasmo y volvió a fruncir el ce?o de forma ridícula mientras se repantigaba de nuevo en su silla.

Newt se sentó y le hizo un gesto a Zart.

—?Eso es todo? ?Alguna recomendación oficial?

Zart negó con la cabeza.

—Vale. El siguiente, Fritanga.

El cocinero sonrió a través de su barba y se sentó más recto.

—El pingajo tiene más huevos de los que he frito en el último a?o —hizo una pausa como si esperara que los demás se rieran, pero nadie lo hizo—. ?Esto es una tontería! Le salva la vida a Alby, mata un par de laceradores y estamos aquí sentados dándole a la lengua para ver qué hacemos con él. Como diría Chuck, esto es un montón de clonc.

Thomas quiso acercarse a Fritanga para estrecharle la mano. Había dicho exactamente lo mismo que él pensaba sobre todo aquello.

—?Y qué es lo que sugieres? —preguntó Newt.

Fritanga se cruzó de brazos.

—Mételo en el maldito Consejo y haz que nos ense?e todo lo que hizo ahí fuera.

Las voces estallaron en todas las direcciones y Newt tardó medio minuto en calmar a la gente. Thomas hizo un gesto de dolor.

Fritanga había ido demasiado lejos con su sugerencia y casi había invalidado su buena opinión sobre todo aquel lío.

—Muy bien, anotado —dijo Newt mientras la escribía en un bloc—. ?Que todo el mundo se calle, va en serio! Conocéis las reglas: se aceptan todas las ideas y todos podréis decir lo que pensáis cuando votemos —terminó de escribir y se?aló al tercer miembro del Consejo, un muchacho al que Thomas no había conocido todavía, con el pelo negro y la cara pecosa.

—Yo no tengo una opinión —declaró este.

—?Qué? —preguntó Newt, enfadado—. Pues menuda elección hicimos contigo para el Consejo, entonces.

—Lo siento, de verdad que no la tengo —se encogió de hombros—. Si tengo que decir algo, supongo que estoy de acuerdo con Fritanga. ?Por qué vamos a castigar a un chico por haberle salvado la vida a alguien?

—Entonces, sí que tienes una opinión, ?no? —insistió Newt con el lápiz en la mano.

El muchacho asintió y Newt lo apuntó en su libreta. Thomas cada vez estaba más aliviado. Parecía que la mayoría de los guardianes estaba a su favor, no en su contra. Aun así, lo estaba pasando muy mal ahí sentado. Tenía unas ganas terribles de hablar, pero se esforzó por seguir las órdenes de Newt y permaneció callado.

El siguiente era Winston, el chico lleno de acné, el guardián de la Casa de la Sangre.

—Creo que deberíamos castigarlo. No te ofendas, verducho, pero Newt, tú siempre estás insistiendo en que tiene que haber orden. Si no le castigamos, daremos mal ejemplo. Ha roto la Norma Número Uno.

—Vale —dijo Newt, escribiendo en su bloc—. Entonces, tu sugerencia es el castigo. ?De qué tipo?

—Creo que deberíamos meterlo en el Trullo durante una semana a pan y agua, y nos tenemos que asegurar de que todo el mundo se entere para que no se le ocurran ideas.

Gally aplaudió y recibió una mirada asesina de Newt. A Thomas se le cayó el alma a los pies. Dos guardianes más hablaron, uno a favor de Fritanga y el otro a favor de Winston. Ahora le tocaba a Newt.