?Lo siento, Alby?, pensó mientras desenrollaba la gruesa enredadera de su pecho. Usó la mano izquierda para agarrarse con firmeza al follaje sobre su cabeza y terminó de desengancharse para empezar a moverse. Sabía que no podía subir, pues llevaría al lacerador hacia Alby. Y bajar era, por supuesto, la mejor opción si quería morir lo antes posible. Tenía que ir de lado.
Thomas alargó la mano para coger una liana a medio metro a la izquierda de donde estaba colgado. Se la enrolló en la mano y estiró muy fuerte. Estaba bien sujeta, como las otras. Con un vistazo rápido hacia abajo, vio que el lacerador había reducido a la mitad la distancia que les separaba y ahora se estaba moviendo rápido, sin pausas ni paradas.
Thomas soltó la cuerda que le rodeaba el pecho y se arrastró a la izquierda, rozando la pared. Antes de que su balanceo oscilante le devolviera a donde estaba Alby, cogió otra enredadera bien gruesa. Esta vez se agarró con las dos manos y se dio la vuelta para plantar los talones en el muro. Arrastró el cuerpo hacia la derecha tanto como la planta le permitió; luego, se soltó y cogió otra. Después, otra. Como un mono trepador, Thomas se encontró moviéndose más rápido de lo que jamás se hubiera imaginado.
Los sonidos de su perseguidor continuaron sin cesar, sólo que ahora los acompa?aban los chasquidos espeluznantes de la piedra que se desprendía. Thomas se balanceó hacia la derecha varias veces más antes de atreverse a volver la vista.
El lacerador había alterado su curso y había pasado de Alby para dirigirse directamente hacia él. ?Por fin —pensó Thomas—, algo va bien?. Se impulsó con los pies todo lo que pudo y, columpiándose, huyó de la horrible criatura.
Thomas no necesitaba mirar atrás para saber que el lacerador le ganaba terreno a cada segundo que pasaba. Los sonidos le delataban. Tenía que volver al suelo de algún modo o todo terminaría enseguida.
En el siguiente cambio, dejó que la mano resbalara un poco antes de agarrarse con fuerza. La cuerda de hiedra le quemó la palma, pero ahora estaba unos centímetros más cerca del suelo. Hizo lo mismo con la siguiente enredadera. Y con la siguiente. Tres balanceos más tarde, ya estaba a medio camino de alcanzar el suelo del Laberinto. Un dolor infernal le estalló en los brazos; sintió las punzadas de las manos en carne viva. La adrenalina que le corría por las venas le ayudó a deshacerse del miedo y siguió moviéndose.
Al siguiente balanceo, la oscuridad impidió ver a Thomas la nueva pared que se levantaba frente a él hasta que fue demasiado tarde; el pasillo terminaba y giraba a la derecha.
Se golpeó con la piedra que tenía delante y soltó la enredadera a la que estaba agarrado. Agitó los brazos e intentó agarrarse a cualquier sitio para impedir la caída al duro suelo de piedra. En ese mismo instante, vio el lacerador por el rabillo del ojo. Había cambiado de dirección y estaba casi encima de él, extendiendo su zarpa de agarre.
Thomas encontró una enredadera a mitad de camino del suelo, la cogió y los brazos casi se le desencajaron por el parón. Se apartó de la pared, impulsándose con ambos pies tan fuerte como pudo, balanceándose justo cuando el lacerador atacó con la garra y las agujas. Thomas dio una patada con la pierna derecha y alcanzó el brazo que tenía la garra. Un fuerte chasquido reveló la peque?a victoria, pero la euforia se acabó cuando se dio cuenta de que el impulso de su balanceo le bajaba hasta caer justo encima de la criatura.
Lleno de adrenalina, Thomas juntó las piernas y las subió contra su pecho. Tan pronto como entró en contacto con el cuerpo del lacerador, en cuya piel se hundió unos centímetros de un modo repugnante, tomó impulso con los dos pies, retorciéndose para evitar el enjambre de agujas y garras que venía hacia él en todas las direcciones. Balanceó el cuerpo hacia la izquierda y, luego, saltó hacia el muro del Laberinto para intentar agarrarse a otra enredadera mientras los despiadados instrumentos del lacerador trataban de agarrarle por detrás. Sintió un profundo ara?azo en la espalda.
Una vez más, Thomas agitó los brazos y encontró una nueva enredadera, que cogió con ambas manos. Se sujetó a la planta lo justo para disminuir la velocidad de la caída al deslizarse hacia el suelo al tiempo que ignoraba el terrible ardor. En cuanto sus pies tocaron tierra firme, echó a correr, a pesar del agotamiento de su cuerpo.
Un estruendo sonó detrás de él, seguido de los chasquidos y los zumbidos del lacerador mientras rodaba. Pero Thomas se negó a darse la vuelta, pues sabía que cada segundo contaba.
El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)
James Dashner's books
- The Eye of Minds
- The Kill Order (The Maze Runner 0.5)
- Virus Letal
- The Maze Runner Files (Maze Runner Trilogy)
- Rising Fears
- The Hunt for Dark Infinity (The 13th Reality #2)
- The Blade of Shattered Hope (The 13th Reality #3)
- The Void of Mist and Thunder (The 13th Reality #4)
- The Rule of Thoughts (The Mortality Doctrine #2)
- The Journal of Curious Letters (The 13th Reality, #1)