—El pingajo tiene razón —asintió Newt, serio—. Esa es la razón por la que no podemos salir. No podemos permitirnos empeorar las cosas más de lo que ya están.
Le puso la mano a Thomas en el hombro y luego la dejó caer al costado. Las lágrimas empa?aron los ojos de Newt, y Thomas supo que incluso en el interior de la oscura cámara de recuerdos que estaba cerrada con llave, fuera de su alcance, nunca había visto a nadie tan triste. La oscuridad en aumento del crepúsculo era perfecta para lo desalentadoras que se habían puesto las cosas.
—Faltan dos minutos para que se cierren las puertas —dijo Newt, una afirmación tan sucinta y categórica que pareció colgar en el aire como un sudario alcanzado por un soplo de viento. Luego se marchó, encorvado y en silencio.
Thomas negó con la cabeza y después echó la vista atrás, hacia el Laberinto. Apenas conocía a Alby y a Minho, pero el pecho le dolía al pensar en ellos ahí fuera, muertos por culpa de la horrenda criatura que había visto por la ventana la primera ma?ana que había pasado en el Claro.
Un gran estruendo sonó en todas las direcciones, lo que sobresaltó a Thomas y le apartó de sus pensamientos. Entonces se oyó el chirrido de la piedra contra la piedra. Las puertas se estaban cerrando para toda la noche.
La pared derecha retumbó por el suelo, soltando tierra y piedras a medida que se movía. La hilera vertical de barras era tan larga que parecía llegar al cielo y se deslizaba hacia los agujeros correspondientes de la pared izquierda, lista para cerrarse hasta por la ma?ana. Una vez más, Thomas miró con gran respeto el enorme muro en movimiento, que desafiaba cualquier ley de la física. Parecía imposible.
Entonces algo atrajo su atención a la izquierda.
En el interior del Laberinto, por el pasillo que había delante de él, algo se movía.
Al principio, el pánico le recorrió el cuerpo; retrocedió, preocupado por que pudiera ser un lacerador. Pero en ese momento vio dos formas que avanzaban a trompicones por el pasillo hacia la puerta. Sus ojos por fin vieron con claridad tras la ceguera inicial provocada por el miedo, y se dio cuenta de que era Minho con uno de los brazos de Alby colocado sobre los hombros, prácticamente arrastrando al chico detrás de él. Minho alzó la vista y vio a Thomas, que sabía que parecía que tenía los ojos saliéndose de las órbitas.
—?Le dieron! —gritó Minho con voz ahogada y débil por el cansancio. Cada paso que daba parecía ser el último. Thomas estaba tan atónito por el cambio de los acontecimientos que tardó un momento en reaccionar.
—?Newt! —gritó por fin, mientras se obligaba a apartar la mirada de Minho y Alby para centrarse en la otra dirección—. ?Ya vienen! ?Los veo!
Sabía que tenía que correr hacia el Laberinto para ayudar, pero tenía grabada en la cabeza la regla de no abandonar el Claro.
Newt ya estaba casi de vuelta en la Hacienda, pero el grito de Thomas le hizo darse la vuelta enseguida y echó a correr como pudo hacia la puerta.
Thomas se volvió para mirar hacia el Laberinto y el terror se apoderó de él. Alby se había resbalado de los brazos de Minho y se había caído al suelo. Thomas observó cómo Minho, desesperado, intentaba ponerle otra vez en pie, pero al final se rindió y comenzó a arrastrar al chico por el suelo de piedra.
Pero aún les quedaban un montón de metros para llegar.
El muro derecho se cerraba rápido y parecía cobrar más velocidad cuanto más despacio deseaba Thomas que fuese. Sólo faltaban unos segundos para que se cerrara por completo. Era imposible que lograran llegar a tiempo. No podrían hacerlo ni en broma.
Thomas se volvió para mirar a Newt, que con su cojera tan sólo había avanzado la mitad del camino. Luego miró una vez más hacia el Laberinto, hacia el muro que se cerraba. Tan sólo unos metros más y todo se habría acabado.
Minho se tropezó y se cayó al suelo. No iban a conseguirlo. Ya no quedaba tiempo. Se había acabado.
Thomas oyó a Newt gritar algo detrás de él:
—?No lo hagas, Tommy! ?Ni se te ocurra!
Las barras de la pared derecha parecían extenderse como brazos que se estiraban para alcanzar su objetivo, para acoplarse a aquellos orificios que eran su lugar de descanso durante la noche.
El sonido chirriante de la puerta inundó el aire de un modo ensordecedor.
Un metro y medio. Un metro. Medio metro.
Thomas sabía que no le quedaba otra opción. Se movió. Hacia delante. Se metió entre las barras de conexión en el último segundo y entró en el Laberinto.
Los muros se cerraron de golpe tras él y el eco del estruendo rebotó sobre la piedra cubierta de hiedra como la risa de un loco.
Capítulo 17
El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)
James Dashner's books
- The Eye of Minds
- The Kill Order (The Maze Runner 0.5)
- Virus Letal
- The Maze Runner Files (Maze Runner Trilogy)
- Rising Fears
- The Hunt for Dark Infinity (The 13th Reality #2)
- The Blade of Shattered Hope (The 13th Reality #3)
- The Void of Mist and Thunder (The 13th Reality #4)
- The Rule of Thoughts (The Mortality Doctrine #2)
- The Journal of Curious Letters (The 13th Reality, #1)