El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)

Thomas sintió que sus esperanzas aumentaban.

—Si no dices nada sobre el tema, te pondré en las listas de posibles aprendices en cuanto demuestres que sirves. Como no mantengas el maldito pico cerrado, me aseguraré de que no entres nunca. ?Trato hecho?

Thomas odiaba la idea de esperar sin saber cuánto tiempo sería.

—Es un asco de trato.

Newt enarcó las cejas y, al final, Thomas asintió.

—Trato hecho.

—Venga, vamos a coger algo de comida de Fritanga. Y espera que no nos atragantemos.



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Aquella ma?ana, Thomas por fin conoció, aunque sólo de lejos, a Fritanga, que tan mala fama tenía. El chaval estaba demasiado ocupado tratando de servir el desayuno a un ejército de clarianos hambrientos. No debía de tener más de dieciséis a?os, pero tenía barba y el cuerpo cubierto de vello, como si cada folículo intentara escapar a los confines de su ropa manchada de comida. Thomas pensó que no parecía el chico más limpio del mundo para supervisar todas las comidas. Se apuntó mentalmente que debía tener cuidado de no encontrarse un asqueroso pelo negro en su plato.

Newt y él se acababan de sentar con Chuck para desayunar en una mesa de picnic justo a la salida de la cocina, cuando un gran grupo de clarianos se levantó y corrió hacia la Puerta Oeste, hablando entusiasmados sobre algo.

—?Qué ocurre? —preguntó Thomas, sorprendido por lo indiferente que había sonado. Los nuevos acontecimientos del Claro habían pasado a formar parte de su vida.

Newt se encogió de hombros mientras mojaba pan en los huevos fritos.

—Van a encontrarse con Minho y Alby, que han ido a echar un vistazo al pu?etero lacerador muerto.

—Eh —dijo Chuck, y un trocito de beicon le salió volando de la boca cuando habló—, tengo una pregunta sobre eso.

—?Sí, Chucky? —preguntó Newt, un tanto sarcástico—. ?Y cuál es tu maldita pregunta?

Chuck pareció reflexionar.

—Bueno, han encontrado un lacerador muerto, ?verdad?

—Sí —contestó Newt—. Gracias por la noticia.

Chuck dio unos golpecitos con el tenedor sobre la mesa durante unos segundos.

—Bueno, ?y quién mató a esa maldita cosa?

?Magnífica pregunta?, pensó Thomas. Esperó a que Newt respondiera, pero no dijo nada. Estaba claro que no tenía ni idea.





Capítulo 16


Thomas pasó la ma?ana con el guardián de los Huertos, ?rompiéndose el culo a trabajar?, como Newt habría dicho. Zart era el chico alto con el pelo negro que iba delante de la barra durante el destierro de Ben y que, por alguna extra?a razón, olía a leche agria. No hablaba mucho, pero le ense?ó a Thomas cómo funcionaba todo hasta que supo hacerlo él solo. Quitar las malas hierbas, podar un albaricoquero, plantar semillas de calabazas y calabacines y recoger verduras. No le entusiasmaba y, más bien, ignoraba a los otros chicos que trabajaban con él, pero no lo odiaba tanto como lo que había hecho para Winston en la Casa de la Sangre.

Thomas estaba desherbando con Zart una larga fila de maíz tierno cuando decidió que era un buen momento, para empezar a hacer preguntas. Este guardián parecía mucho más accesible.

—Oye, Zart —dijo.

El guardián levantó la vista para mirarle y, luego, volvió a su trabajo. El muchacho tenía los ojos caídos y una cara larga; por algún motivo, parecía tan aburrido como podía estarlo alguien.

—?Sí, verducho? ?Qué quieres?

—?Cuántos guardianes hay en total? —preguntó Thomas, intentando parecer despreocupado—. ?Y cuáles son las opciones de trabajo?

—Bueno, tienes los constructores, los deambulantes, los embolsadores, los cocineros, los maperos, los mediqueros, los excavadores, los de la Casa de la Sangre. Los corredores, por supuesto. No sé, quizás unos cuantos más. Yo no hablo mucho y me ocupo de mis cosas.

La mayoría de las palabras era fácil de entender, pero Thomas se preguntó qué significaría un par de ellas.

—?Qué es un deambulante? —sabía que era lo que hacía Chuck, pero el ni?o nunca quería hablar del tema. Se negaba a decirle nada.

—Eso es a lo que se dedican los pingajos que no pueden hacer otra cosa. Limpian los lavabos, las duchas, la cocina, la Casa de la Sangre después de la matanza… todo. Si pasas un día con esos imbéciles, se te quita la idea de ir por ese camino; te lo digo yo.

Thomas sintió una punzada de culpabilidad hacia Chuck, sintió lástima por él. El chaval intentaba con todas sus fuerzas hacerse amigo de todo el mundo, pero a nadie parecía gustarle y ni siquiera le prestaban atención. Sí, era un poco nervioso y hablaba demasiado, pero Thomas se alegraba de tenerle a su lado.

—?Y los excavadores? —preguntó mientras sacaba un hierbajo enorme con un montón de tierra en sus raíces.