El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)

Thomas estaba horrorizado por todo aquel asunto. No podía evitar sentirse responsable, aunque no hubiera hecho nada para provocar a Ben. ?Cómo iba a ser aquello culpa suya? No dio con ninguna respuesta, pero siguió sintiendo la culpa como una enfermedad en su sangre.

Finalmente, Newt llegó hasta Alby y le pasó el extremo de la barra que estaba sujetando. Ahora Thomas veía aquel extra?o accesorio. Era una lazada de basto cuero pegado al metal con una enorme grapa. Un gran botón de presión revelaba que la lazada se abría y cerraba, y su función le resultó evidente.

Era un collar.





Capítulo 14


Thomas observó cómo Alby desabrochaba el botón del collar para ponérselo a Ben en el cuello. Por fin, Ben levantó la mirada justo cuando la lazada de cuero se cerró con un fuerte sonido. Los ojos le brillaban por las lágrimas y las fosas nasales le moqueaban. Los clarianos seguían mirando sin decir ni una palabra.

—Por favor, Alby —suplicó Ben con una voz temblorosa tan conmovedora que Thomas no podía creer que fuera el mismo chico que intentó arrancarle la garganta de un mordisco el día anterior—. Te juro que se me fue la olla por el Cambio. No le habría matado. Sólo perdí la cabeza un segundo. Por favor, Alby, por favor.

Cada palabra que pronunciaba el muchacho era como un pu?etazo en la tripa de Thomas, le hacía sentirse más culpable y confundido.

Alby no respondió a Ben. Tiró del collar tanto para asegurarse de que estaba bien cerrado como para ver que estaba firmemente pegado a la larga barra. Cruzó por delante de Ben, cogió el palo, lo levantó y se lo pasó cuan largo era por la palma de la mano y los dedos. Cuando llegó a la punta, lo agarró con fuerza y se volvió de cara a la multitud. Con los ojos inyectados en sangre, la cara arrugada por la ira y respirando con dificultad, a Thomas de repente le pareció malvado.

Y era muy extra?o lo que veía al otro lado: Ben temblando, llorando, con un collar de cuero viejo cortado toscamente, alrededor de su pálido y famélico cuello, pegado a una barra larga que se extendía de él hasta Alby, a seis metros de distancia. El asta de aluminio se arqueaba por la mitad, pero sólo un poco. Incluso desde donde estaba Thomas, parecía sorprendentemente fuerte.

Alby hablaba en voz alta y ceremoniosa, mirando a nadie y a todos al mismo tiempo:

—Ben de los constructores, has sido sentenciado al destierro por intentar asesinar a Thomas, el novato. Los guardianes han hablado y su palabra no cambiará. Y tú no vas a volver. Nunca —hubo una larga pausa—. Guardianes, colocaos en la pértiga de destierro.

Thomas odiaba que hubiera hecho pública su relación con Ben, odiaba la responsabilidad que sentía. Volver a ser el centro de atención sólo podía acarrear más sospechas sobre él. Su culpa se transformó en vergüenza y cargo de conciencia. Más que nada, lo que quería era que Ben se fuera para que todo terminase.

Uno a uno, los chicos fueron saliendo de la muchedumbre para acercarse a la larga barra; la cogieron con ambas manos y la agarraron como si se prepararan para el juego del tira y afloja. Newt era uno de ellos; Minho, otro, lo que confirmaba la sospecha de Thomas de que era el guardián de los corredores. Winston, el Carnicero, también ocupó su puesto.

Una vez que estuvieron todos en su sitio, diez guardianes separados uniformemente entre Alby y Ben, el ambiente se fue tranquilizando hasta quedar todo en silencio. Los únicos sonidos eran los sollozos apagados de Ben, que seguía secándose la nariz y los ojos. Miraba a izquierda y derecha, aunque el collar que tenía en el cuello le impedía ver la barra y los guardianes que tenía detrás.

Los sentimientos de Thomas volvieron a cambiar. Era evidente que no estaba bien lo que le estaban haciendo a Ben. ?Por qué se merecía ese destino? ?No había nada que pudiera hacer por él? ?Pasaría Thomas el resto de sus días sintiéndose responsable?

??Venga ya! —gritó en su cabeza—. ?Acabad!?.

—Por favor —dijo Ben, alzando la voz por la desesperación—. ?Por favoooooooor! ?Que alguien me ayude! ?No podéis hacerme esto!

—?Cállate! —rugió Alby desde atrás.

Pero Ben le ignoró y siguió suplicando ayuda mientras empezaba a tirar del objeto que le rodeaba el cuello:

—?Que alguien los detenga! ?Ayudadme! ?Por favor!

Fue mirando a los chicos uno a uno, rogando con los ojos. Todos y cada uno de ellos apartaron la vista. De inmediato, Thomas se puso detrás de un chico más alto para evitar su propio enfrentamiento con Ben.

?No puedo volver a ver esos ojos?, pensó.

—Si dejásemos que los pingajos como tú hicieran este tipo de cosas —dijo Alby—, no habríamos sobrevivido tanto tiempo. Guardianes, preparaos.