El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)

Alby continuó haciendo preguntas:

—?Qué aspecto tenía? ?Las puntas de metal estaban dentro o fuera de su cuerpo? ?Se movía? ?Tenía la piel todavía húmeda?

Thomas estaba lleno de dudas: ?Puntas de metal? ?Piel húmeda? ?Qué era todo aquello? Pero se mordió la lengua para no recordarles que estaba allí y que tal vez deberían seguir hablando en privado.

—Corta el rollo, macho —dijo Minho—. Tienes que verlo por ti mismo. Es… raro.

—?Raro? —Alby parecía confundido.

—Tío, estoy agotado, muerto de hambre y de calor. Pero, si quieres que lo vayamos a buscar ahora, seguro que podemos ir y volver antes de que los muros se cierren.

Alby miró su reloj.

—Mejor esperamos a que nos despertemos ma?ana.

—Es lo más inteligente que has dicho en una semana —Minho se despegó de la pared para enderezarse, le dio a Alby en el brazo y empezó a caminar hacia la Hacienda cojeando un poco. Mientras se alejaba arrastrando los pies (parecía que le dolía todo el cuerpo), dijo por encima del hombro—: Debería volver ahí fuera, pero que le den. Voy a comer un poco del asqueroso guiso de Fritanga.

Thomas sintió una oleada de decepción. Tenía que admitir que Minho sí parecía necesitar descansar y comer algo, pero quería saber más.

Entonces Alby se dio la vuelta hacia Thomas, sorprendiéndole.

—Si sabes algo y no me lo cuentas…

Thomas estaba harto de que le acusaran de saber cosas. ?Acaso no era ese el problema? El no sabía nada en absoluto. Se quedó mirando al chico a la cara y se limitó a preguntar:

—?Por qué me odias tanto?

El rostro de Alby en aquel momento fue indescriptible; era en parte confusión, en parte ira, en parte sorpresa.

—?Que yo te odio? Chico, ?es que no has aprendido nada desde que apareciste en aquella Caja? Esto no tiene nada que ver con odiar, gustar o querer, ni con ser amigos ni nada. Lo único que nos preocupa es sobrevivir. Deja de ser un mariquita y empieza a usar el fuco cerebro, si es que tienes.

Thomas se sintió como si le hubiesen dado una bofetada.

—Pero… ?por qué sigues acusándome…?

—?Porque no puede ser una coincidencia, gilipullo! Apareces aquí, al día siguiente llega una novata con una nota demencial, Ben intenta morderte y hay unos laceradores muertos. Algo está pasando y no voy a descansar hasta que averigüe qué es.

—Yo no sé nada, Alby —le pareció bien poner un poco de pasión en sus palabras—. Ni siquiera sé dónde estaba hace tres días y mucho menos por qué este tal Minho ha encontrado una cosa muerta llamada lacerador. ?Así que para ya!

Alby se recostó un poco y se quedó mirando distraídamente a Thomas durante unos segundos. Luego dijo:

—Corta el rollo, verducho. Madura y empieza a pensar. No tiene nada que ver con acusar a nadie ni nada de eso. Pero si recuerdas algo, si algo te resulta familiar, será mejor que me lo digas. Prométemelo.

?No hasta que tenga un recuerdo consistente —pensó Thomas—. No a menos que quiera compartirlo?.

—Sí, supongo, pero…

—? Prométemelo!

Thomas hizo una pausa; estaba harto de Alby y de su actitud.

—Lo que tú digas —dijo al final—. Lo prometo.

Al oír aquello, Alby se dio la vuelta y se marchó, sin decir ni una palabra más.



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Thomas encontró un árbol en los Muertos, uno de los más bonitos en la linde del bosque, que daba mucha sombra. Temía volver a trabajar con Winston, el Carnicero, y sabía que necesitaba ir a comer, pero no quería estar cerca de nadie y pretendía seguir así el máximo tiempo posible. Se recostó en el grueso tronco y deseó que le acompa?ara una brisa, pero no tuvo esa suerte. Acababa de notar cómo se le cerraban los párpados cuando Chuck le estropeó la paz y tranquilidad:

—?Thomas! ?Thomas! —chilló el ni?o mientras corría hacia él, moviendo los brazos de arriba abajo, con la cara iluminada por el entusiasmo.

Thomas se restregó los ojos y refunfu?ó; no deseaba nada más en el mundo que una siesta de media hora. No levantó la vista hasta que Chuck se detuvo justo delante de él, jadeando para recuperar el aliento.

—?Qué?

Las palabras fueron saliendo lentamente de la boca de Chuck entre jadeos en busca de aliento:

—Ben… Ben… no está… muerto.

Todos los signos de cansancio salieron catapultados del organismo de Thomas.

—?Qué?

—No está… muerto. Los embolsadores fueron a buscarlo… La flecha no le dio en el cerebro…, los mediqueros le hicieron un arreglo.

Thomas se dio la vuelta para clavar la vista en el bosque donde el chico enfermo le había atacado justo la noche anterior.

—Tienes que estar de broma. Le vi…

?No estaba muerto? Thomas no sabía qué sentía con más fuerza, si confusión, alivio, miedo de que volviera a atacarle…

—Bueno, y yo también —dijo Chuck—. Está encerrado en el Trullo y una enorme venda le cubre la mitad de la cabeza.

Thomas se dio la vuelta para volver a mirar a Chuck a la cara.