El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)

Newt había dicho que tenían que haber vuelto a mediodía, que ese era el tiempo suficiente para llegar hasta el lacerador muerto, explorar una hora o dos y regresar. No le extra?aba que estuviera tan disgustado. Cuando Chuck sugirió que tal vez estaban investigando y divirtiéndose un poco, Newt le había lanzado una mirada tan dura que Thomas pensó que el ni?o ardería por combustión espontánea.

Nunca olvidaría la cara que puso Newt a continuación. Cuando Thomas le preguntó por qué no se metían unos cuantos en el Laberinto para buscar a sus amigos, la expresión de Newt cambió a una de terror absoluto: las mejillas se le hundieron en el rostro, que se le puso oscuro y cetrino. Se le fue pasando poco a poco, y le explicó que estaba prohibido enviar grupos de búsqueda, por si acaso se perdía más gente, pero no había duda de que el miedo había atravesado su rostro.

A Newt le aterrorizaba el Laberinto.

Lo que fuera que le pasase ahí dentro —quizá incluso estaba relacionado con el dolor que tenía desde hacía tanto tiempo en el tobillo— había sido espantoso.

Thomas trató de no darle más vueltas mientras se volvía a concentrar en arrancar malas hierbas.



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La cena de aquella noche resultó ser bastante sombría y no precisamente por la comida. Fritanga y sus cocineros sirvieron un magnífico banquete a base de bistec, puré de patatas, judías verdes y rollitos calientes. Thomas enseguida se dio cuenta de que los chistes que se hacían sobre lo que cocinaba Fritanga eran sólo eso, chistes. Todos engullían su comida y, en general, pedían más. Pero aquella noche los clarianos comían como hombres muertos resucitados para su última cena antes de que los enviaran a vivir con el diablo.

Los corredores habían vuelto a la hora habitual y Thomas se estaba alterando cada vez más al ver cómo Newt iba de puerta en puerta conforme entraban en el Claro, sin molestarse en ocultar su pánico. Pero Alby y Minho no aparecían. Newt obligó a los clarianos a seguir adelante y comer la cena de Fritanga tan bien merecida, pero insistió en que debían seguir pendientes de si llegaban los dos perdidos. Nadie lo dijo, pero Thomas sabía que las puertas no tardarían en cerrarse.

Thomas siguió las órdenes a rega?adientes, como el resto de jóvenes, y compartió una mesa de picnic en la parte sur de la Hacienda con Chuck y Winston. Sólo había dado unos bocados cuando no pudo aguantarlo más:

—No soporto estar aquí mientras ellos están ahí fuera, perdidos —dijo, y dejó caer el tenedor en el plato—. Me voy a vigilar las puertas con Newt.

Se levantó y salió a echar un vistazo. Chuck iba detrás de él, como era de esperar. Se encontraron con Newt en la Puerta Oeste; caminaba de un lado a otro y se pasaba las manos por el pelo. Levantó la vista cuando Thomas y Chuck se acercaron.

—?Dónde están? —preguntó Newt con voz débil y forzada.

A Thomas le conmovió que Newt estuviera tan preocupado por Alby y Minho, como si fueran de su familia.

—?Por qué no enviamos un grupo de búsqueda? —volvió a sugerir. Le parecía una estupidez quedarse allí sentados, preocupadísimos, cuando podían salir y encontrarlos.

—Maldito… —empezó a decir Newt, pero se calló. Cerró los ojos un segundo y respiró hondo—. No podemos, ?vale? No lo repitas más. Va al cien por cien en contra de las normas. Sobre todo ahora que las pu?eteras puertas están a punto de cerrarse.

—Pero ?por qué? —insistió Thomas, sin dar crédito a la terquedad de Newt—. ?No les cogerán los laceradores si se quedan ahí fuera? ?No deberíamos hacer algo?

Newt se volvió hacia él con la cara roja y los ojos brillantes por la ira.

—?Calla la boca, verducho! —gritó—. ?No llevas ni una maldita semana aquí! ?Crees que no arriesgaría mi vida en este mismo instante por esos torpes?

—No…, lo… siento. No pretendía… —Thomas no sabía qué decir; él sólo intentaba ayudar.

La cara de Newt se relajó.

—Aún no lo has pillado, Tommy. Si sales ahí fuera por la noche, te espera una muerte segura. Sólo estaríamos malgastando más vidas. Si esos pingajos no consiguen volver… —hizo una pausa; parecía vacilar en decir lo que todos estaban pensando—. Ambos hicieron un juramento, igual que yo. Igual que todos. Tú también lo harás cuando tengas tu primera Reunión y te elija un guardián. Nunca salimos de noche. Sin importar lo que pase. Nunca.

Thomas miró a Chuck, que parecía estar tan pálido como Newt.

—Newt no lo va a decir —dijo el ni?o—, así que lo diré yo: si no vuelven, significa que están muertos. Minho es demasiado listo para perderse. Es imposible. Están muertos.

Newt no dijo nada y Chuck se dio la vuelta y volvió a la Hacienda, con la cabeza gacha.

??Muertos??, pensó Thomas. La situación se había puesto tan grave que no sabía cómo reaccionar y notó un agujero en el corazón.