—También hay conciertos y teatro —continuó sin convicción, pero esto ya era llevar el disimulo demasiado lejos. Le desagradaba el hedor de la mentira y no soportaba la idea de enga?ar al dragón, que después de todo, ya estaba bastante crecido—. Aunque me temo que algunos van allí a beber y mantener contactos con compa?ías poco recomendables —aseguró con más franqueza.
—Ah, quieres decir con prostitutas —apostilló Temerario, sorprendiendo tanto al aviador que éste estuvo a punto de caerse—. Ignoraba que las hubiera también en las ciudades, pero ahora lo entiendo.
—?Dónde diablos has oído hablar de ellas? —preguntó Laurence, tranquilizándose; ahora que se veía aliviado de la tarea de explicárselo, se sintió ofendido irracionalmente por el hecho de que alguien más hubiera decidido ilustrar a Temerario.
—Bueno, Vindicatus me lo contó en Loch Laggan, porque yo me preguntaba por qué bajaban al pueblo los oficiales si ellos no tenían allí familia —contestó Temerario—. Sin embargo, tú nunca fuiste, ?estás seguro de que no te habría gustado? —a?adió, casi esperanzado.
—Mi querido amigo, no digas esas cosas —replicó Laurence, ruborizándose y sacudiendo la cabeza de las risotadas a la vez—. No es un tema de conversación respetable, en absoluto, y si no se puede evitar que los hombres abandonen el hábito, al menos no se les debe estimular. Voy a hablar con Dunne y Collins, desde luego; no deberían alardear de ello, especialmente donde puedan oírles los jóvenes alféreces.
—No lo entiendo —dijo Temerario—. Vindicatus sostenía que realmente era algo beneficioso para los hombres, e incluso deseable, ya que, de otra manera, se empe?arían en casarse y esto sí que no parecía nada aconsejable. Aunque, si tú lo desearas mucho, de verdad, supongo que a mí no me importaría.
El dragón pronunció la última parte de su discurso con una falta de sinceridad evidente, mirando a Laurence de reojo, como si quisiera comprobar el efecto causado por su propuesta.
La vergüenza y las risas de Laurence desaparecieron de repente.
—Me temo que te han dado una información algo incompleta —dijo amablemente—. Perdóname, debería haberte hablado antes de estos temas. Te ruego que no te inquietes: tú eres mi primera preocupación y siempre lo serás, incluso si me casara alguna vez, y dudo que lo haga.
Se detuvo un momento para sopesar si abundar en el tema preocuparía aún más a Temerario, pero al final decidió que si tenía que equivocarse en algo, mejor que fuera por mostrar exceso de confianza y a?adió:
—Antes de que te conociera hubo algo parecido a un cierto entendimiento entre una dama y yo, pero después, ella me ha dejado en libertad.
—?Te refieres a que te ha rechazado? —dijo Temerario, totalmente indignado, de modo que así demostraba que los dragones podían expresar el rechazo de la misma manera que los hombres—. Lo siento muchísimo, Laurence, y si algún día quieres casarte, estoy seguro de que podrás encontrar a alguien mucho mejor.
—Eso suena muy halagador, pero te aseguro que no tengo el menor deseo de buscar una sustituta —comentó Laurence.
Temerario agachó un poco la cabeza y no puso más reparos; en realidad, parecía bastante complacido.
—Pero Laurence… —comenzó, para pararse luego—. Si no es un tema apropiado, ?eso quiere decir que no debería hablar de él nunca más?
—Debes procurar no mencionarlo cuando estemos en compa?ía de otras personas, pero siempre debes hablarme de lo que quieras —dijo Laurence.
—Sólo estoy siendo algo curioso pero, si eso es todo lo que hay en Dover… —replicó Temerario—, la cadete Roland parece demasiado joven para andar con prostitutas, ?no crees?
—Estoy empezando a sentir la necesidad de beber un vaso de vino para tomar fuerzas si vamos a seguir con esta conversación —contestó Laurence con aspecto compungido.
Por fortuna, Temerario se dio por satisfecho con algunas explicaciones adicionales sobre lo que eran los conciertos, el teatro y otras atracciones de la ciudad. Centró su atención de buen grado en la discusión sobre la ruta más adecuada para su patrulla, que un mensajero había traído esa ma?ana, e incluso preguntó sobre la posibilidad de tomar algo de pescado para cenar. Laurence estaba contento de verle con el ánimo tan recuperado después de los desgraciados acontecimientos del día anterior y acababa de decidir que, si Temerario no ponía ninguna objeción, llevaría a Roland a la ciudad de todos modos. Cuando la vio regresar, iba en compa?ía de otro capitán: una mujer.