Temerario I - El Dragón de Su Majestad

Laurence se quedó un poco perplejo ante aquel cambio de humor tan brusco. Entonces, se dio cuenta de que se iba a retrasar y no quiso dedicar más tiempo al incidente. Temerario le aguardaba con impaciencia. Laurence pagó entonces el precio de su virtud al tener que ponerle de nuevo el arnés, y estuvo a punto de llegar con retraso al patio a pesar de la ayuda de dos miembros del personal de tierra a los que hizo acudir.

 

Celeritas aún no había llegado al patio cuando ellos aterrizaron, pero poco después de su entrada, Laurence vio emerger al dragón de las aberturas talladas en la pared del risco. Evidentemente, aquéllos eran aposentos privados, tal vez para los dragones de más edad o mayor reputación. Celeritas desplegó las alas y sobrevoló el patio para aterrizar limpiamente sobre las patas traseras. Examinó a Temerario con gesto pensativo.

 

—Mmm. Sí, excelente capacidad torácica. Aspira, por favor. Sí, sí. —Se apoyó sobre las cuatro patas—. Vamos a ver… Déjame echarte un vistazo. Da dos vueltas completas al valle, la primera vuelta en horizontal y la segunda en vuelo invertido. Ve a un ritmo cómodo. Pretendo evaluar tu forma de volar, no tu velocidad.

 

Le empujó con la cabeza con suavidad y Temerario saltó hacia atrás para subir a lo alto rápidamente.

 

—Con cuidado —gritó Laurence a la vez que daba un tirón a las riendas para recordárselo. Temerario voló a un ritmo más moderado a rega?adientes. Planeó con facilidad para hacer los giros y luego los rizos. Celeritas lo llamó cuando regresaban de dar la segunda vuelta—. Ahora hazlo de nuevo, pero deprisa.

 

Laurence se pegó al cuello de Temerario cuando empezó a batir las alas a un ritmo frenético. Al pasar, el viento le silbó en los oídos con fuerza. Iba más rápido de lo que habían volado jamás, y resultaba estimulante. No pudo evitar proferir un peque?o chillido al oído del dragón cuando entraron en la curva a toda velocidad.

 

Se dirigieron de regreso al patio una vez completada la segunda vuelta. La respiración de Temerario apenas se había acelerado, pero un bramido estruendoso y repentino llegó de lo alto, y una enorme sombra negra les cayó encima cuando habían cruzado la mitad del valle. Laurence alzó la vista alarmado y vio a Maximus lanzándose en picado hacia su trayectoria de tal modo que creyó que les iba a embestir. Temerario se tensó y se detuvo bruscamente para mantenerse suspendido en el aire. Maximus pasó volando cerca de ellos para remontar el vuelo otra vez cuando estaba rozando el suelo.

 

—?Qué diablos pretendía con eso, Berkley? —rugió Laurence con toda la fuerza de sus pulmones mientras se alzaba sobre el arnés. Estaba hecho un basilisco y agitaba las manos con que sujetaba las riendas—. Se?or, va a explicarse ahora mismo o…

 

—?Dios mío! ?Cómo ha hecho eso? —le contestó Berkley con total normalidad, aunque a Laurence no le parecía haber hecho nada fuera de lo corriente. Maximus seguía volando con calma de vuelta al patio—. Celeritas, ?has visto eso?

 

—Sí. Haz el favor de venir y aterrizar, Temerario —dijo Celeritas, llamándole desde el patio—. Se le han echado encima cumpliendo órdenes, capitán. No se sulfure —le explicó a Laurence en cuanto Temerario aterrizó limpiamente en el borde—. Es de vital importancia verificar la reacción natural de un dragón cuando se le sorprende desde arriba, desde donde no podemos ver. A menudo, es un instinto que no se puede superar con ningún tipo de entrenamiento.

 

Laurence seguía aún bastante agitado, al igual que Temerario, quien le dijo a Celeritas con tono de reproche:

 

—Ha sido muy desagradable.

 

—Sí, lo sé. También me lo hicieron a mí cuando comencé a entrenar —intervino Maximus con tono jovial, sin se?al de arrepentirse—. ?Cómo has conseguido quedarte suspendido en el aire de esa manera?

 

—Ni lo he pensado —respondió Temerario, que se había aplacado un poco—. Supongo que me limité a batir las alas de otro modo.

 

Laurence acarició el cuello de su dragón para confortarlo mientras Celeritas examinaba de cerca la articulación de sus alas.

 

—Había asumido que se trataba de una habilidad normal, se?or. Entonces, ?es algo inhabitual? —preguntó Laurence.

 

—Sólo en el sentido de que es la única vez que lo he visto en mis doscientos a?os de experiencia —contestó secamente Celeritas mientras volvía a sentarse—. Un Caza Alado puede describir círculos cerrados, pero no mantenerse inmóvil en el aire de esa manera. —Se rascó la frente—. Hay que pensar la forma de darle utilidad a esa habilidad; al menos podremos convertirte en un bombardero infalible.

 

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