—Sí, me gustaría comer —contestó Temerario, que no parecía nada sorprendido por tener a un dragón como director de prácticas.
Laurence se sintió un poco absurdo por su primera reacción de sorpresa ante la pragmática respuesta del dragón. Temerario, por supuesto, no veía nada extra?o en aquello.
No se molestó en atarse del todo al arnés para el corto trayecto hasta el saliente, donde desmontó para permitir a Temerario cazar sin pasajero. El sencillo placer de verle remontar el vuelo y lanzarse en picado con tanta gracilidad le fue de gran ayuda para sosegar los pensamientos de Laurence. No importaba cómo reaccionaran los aviadores ante él, su posición estaba tan segura como ningún capitán de barco podía esperar. Había tenido experiencia a la hora de enfrentarse a hombres mal predispuestos si su tripulación llegaba a ese extremo, y el ejemplo de Martin al menos demostraba que no todos los oficiales iban a tener prejuicios contra él desde el principio.
Había otro motivo de consuelo. Laurence escuchó un murmullo entusiasta mientras Temerario caía en picado y levantaba del suelo una pesada vaca de pelaje enmara?ado para luego sentarse a comérsela. Alzó la vista y vio asomar una hilera de peque?as cabezas en las ventanas superiores.
—ése es el Imperial, ?verdad, se?or? —le preguntó uno de los muchachos de pelo color arena y cara redonda.
—Sí, ése es Temerario —respondió.
Laurence siempre se había esforzado en la educación de los jóvenes a su cargo, lo que había permitido que su nave fuera considerada un lugar excelente para cualquier rapazuelo. Procedía de una familia numerosa y había tenido muchos camaradas en la Marina, por lo que había gozado de mucho trato con ni?os, con buenos resultados en su mayoría. A diferencia de muchos adultos, no se sentía del todo a disgusto en su compa?ía, incluso aunque fueran más jóvenes que la mayoría de sus guardiamarinas.
—?Mira, mira, fantástico! —gritó otro más peque?o de pelo negro mientras se?alaba con el dedo.
Temerario volaba casi rozando el suelo y recogía las tres ovejas que habían liberado para él antes de detenerse para volver a comer.
—Me atrevería a decir que tenéis más experiencia sobre el vuelo de dragones que yo. ?Demuestra habilidad?
—Oh, sí —fue la respuesta general y entusiasta—. Los acorrala en un abrir y cerrar de ojos —contestó el muchacho de pelo color arena adoptando un tono profesional—, y se despliega bien, sin malgastar un batido de alas. Caray, es estupendo —agregó recuperando su condición de ni?o peque?o cuando el dragón echó las alas hacia atrás para atrapar la última vaca.
—Se?or, aún no ha elegido a sus mensajeros, ?verdad? —preguntó expectante el muchacho de pelo negro, lo cual despertó un clamor entre los demás.
Todos pregonaron su valía para que Laurence tuviera información suficiente cuando pidiera que asignaran a la tripulación del dragón a los cadetes más idóneos.
—No, e imagino que lo haré siguiendo el consejo de vuestros instructores —contestó con simulada severidad—, por lo que me atrevería a decir que deberíais prestarles toda vuestra atención en las próximas semanas. Listo, ?ya has saciado el apetito? —preguntó cuando Temerario se reunió con él en el saliente, aterrizando al borde del mismo con un perfecto equilibrio.
—Oh, sí. Estaban muy ricas, pero estoy todo manchado de sangre. ?Podemos ir a que me laves?
Laurence se dio cuenta tarde de que habían omitido ese detalle en la visita. Alzó la vista hacia los muchachos.
—Caballeros, he de pedirles una dirección para poder llevarle al lago a que se ba?e.
Todos le clavaron las miradas con ojos redondos como platos.
—Nunca he oído que un dragón se ba?e —apuntó uno.
—?Se imagina intentando lavar a un Regio? —agregó el de pelo color arena—. Llevaría siglos. Por lo general, se lamen los hocicos y se limpian las garras, como los gatos.
—Eso no suena demasiado bien. Me gusta estar aseado aunque lleve mucho trabajo —dijo Temerario, que miraba a Laurence con desasosiego.
El contuvo una exclamación y dijo con serenidad:
—Lleva mucho trabajo, sin duda, pero así son muchas de las cosas que hay que hacer. Iremos al lago enseguida. Aguarda sólo un momento, Temerario. Voy a buscar algunos trapos.
—?Yo le traigo algunos!
El chico de pelo color arena desapareció de las ventanas y el resto lo siguió de inmediato. Cinco minutos escasos más tarde, media docena de ellos irrumpió en el saliente con un montón de trapos mal doblados de cuya procedencia Laurence sospechó.
Los aceptó de todos modos y les dio las gracias con gravedad antes de encaramarse encima del dragón, tomó nota mentalmente del muchacho de pelo color arena. Tenía la clase de iniciativa que a él le gustaba y le pareció un oficial en potencia.