Laurence estaba lejos de tolerar cualquier desaire por tal causa.
—Continuemos, caballeros —dijo con brusquedad.
No permitió nuevos retrasos durante el resto de la visita y dejó que Martin llevara el peso de la conversación como hasta el momento sin responder nada que revelase información alguna. Volvieron al vestidor tras completar el circuito de las termas y, después de que se hubieron vestido, Laurence dijo con voz tranquila pero firme:
—Se?or Granby, ahora me va a llevar a la zona de alimentación y luego podrá irse. —Debía dejarle claro a aquel joven que no iba a tolerar la falta de respeto. Tendría que frenar a Granby si cometía otra tontería, y era mucho mejor que eso ocurriera en privado—. Se?or Martin, le quedo muy agradecido por su compa?ía y sus explicaciones. Han sido de lo más valioso.
—No hay nada que agradecer —respondió Martin mirando alternativamente a Laurence y Granby con desconfianza, como si temiera que fuera a pasar algo si los dejaba a solas, pero Laurence había dejado clara su indirecta y, a pesar de la informalidad, Martin apreció que tenía casi la fuerza de una orden—. Supongo que los veré a los dos en la cena. Hasta entonces.
Laurence continuó en silencio junto a Granby hacia el área de alimentación, o más bien a un saliente desde el que se divisaba el final del valle de adiestramiento. La boca de aquel callejón sin salida natural se veía en el lejano confín del valle y Laurence alcanzaba a ver a varios pastores trabajando. Granby le explicó con voz inexpresiva que, cuando se les hacían se?ales desde el saliente, éstos recogían el número aproximado de animales para cada dragón y los enviaban al valle, donde cada uno los podía cazar y comer en tanto en cuanto no se desarrollara ningún vuelo de entrenamiento.
—Es bastante sencillo, o eso espero —dijo Granby, concluyendo con un tono que resultaba harto desagradable, otro paso más allá de la raya, tal y como había temido Laurence.
—Se?or —le corrigió Laurence en voz baja. Granby parpadeó confuso durante un momento y Laurence repitió—: Es bastante sencillo, se?or.
Esperaba que supusiera un aviso para Granby de cara a futuras faltas de respeto, pero de forma casi inconcebible, el teniente le replicó:
—No estamos en ningún acto oficial, sea lo que sea a lo que estuviera acostumbrado en la Armada.
—Estoy acostumbrado a la cortesía. Donde no la recibo, insisto al menos en obtener el respeto debido al rango —contestó Laurence sin contener ya su mal genio; lanzó una mirada feroz a Granby y sintió que le subían los colores—. Va a corregir el tratamiento de inmediato, teniente Granby, o por Dios que haré que le degraden por insubordinación. Dudo que la Fuerza Aérea se lo tome tan a la ligera a la luz de lo que se podría deducir de su comportamiento.
Granby se puso muy pálido. El arrebol sobresalió por encima de la piel quemada por el sol de los pómulos.
—Sí, se?or —dijo, y de pronto se puso en posición de firmes.
—Retírese, teniente —ordenó de inmediato, y se dio la vuelta para mirar el campo con los brazos sujetos a la espalda mientras Granby se alejaba.
No quería ni volver a ver a aquel tipo.
Cuando se le pasó el arrebato de justa cólera, se sintió fatigado y abatido por haber sido tratado de semejante forma. Además, ahora debía atenerse a las consecuencias que sabía que traería el haber reprendido a aquel hombre. En el primer instante de su encuentro, Granby le había parecido bastante amigable y simpático por naturaleza, e incluso aunque no lo fuera, seguía siendo un aviador y él, un intruso. Los compa?eros de Granby le apoyarían, por descontado, y su hostilidad hacia él haría más desagradable su situación.
Pero no había alternativa, no se podía tolerar una manifiesta falta de respeto, y Granby sabía perfectamente que su comportamiento era inaceptable. Laurence seguía alicaído cuando regresó al interior. Su humor mejoró sólo cuando descubrió al entrar al patio que Temerario se había despertado y le esperaba.
—Lamento haberte abandonado durante tanto tiempo —dijo Laurence al tiempo que se apoyaba contra su ijada y le daba unas palmadas, más para confortarse a sí mismo que para contentar al dragón—. ?Te has aburrido mucho?
—No, en absoluto —dijo Temerario—. Se acercó mucha gente y estuvieron hablando conmigo. Algunos me tomaron medidas para un nuevo arnés. También he estado hablando con Maximus y me ha dicho que vamos a practicar juntos.
Laurence saludó con una inclinación de cabeza al Cobre Regio, que momentáneamente había abierto un ojo so?oliento al oír mencionar su nombre y que de inmediato lo volvió a cerrar.
—?Tienes hambre? —preguntó Laurence después de volverse hacia Temerario—. Debemos levantarnos a primera hora para volar para Celeritas, el director de prácticas de la base —agregó—. Lo más probable es que no tengas tiempo de desayunar por la ma?ana.