Temerario I - El Dragón de Su Majestad

Al fin, el almirante dio un respingo, como si despertara, y agitó la mano buena.

 

—Bueno, de todos modos, debe de ser un buen botín. Difícilmente van a dar menos por una criatura domesticada que por una salvaje —concluyó—. En cuanto a la fragata francesa, supongo que será una nave de guerra, no un mercante, ?verdad? En fin, parece tener muchas posibilidades. Estoy seguro de que la podremos aprovechar —agregó; al parecer había recuperado el buen humor.

 

Laurence se percató con una mezcla de alivio e irritación de que aquel hombre sólo había estado haciendo un cálculo mental de a cuánto ascendería su parte.

 

—Desde luego, se?or. Es una nave en muy buen estado. Tiene treinta y seis ca?ones —apuntó con amabilidad mientras se callaba unas cuantas cosas que le podría haber dicho.

 

Nunca más iba a tener que informar a aquel hombre, pero el futuro de Riley seguía en el aire.

 

—?Mmm! Ha cumplido con su deber, Laurence, estoy seguro, aunque perderle es una pena. Espero que le guste ser aviador —comentó Croft en un tono que daba a entender que suponía justo lo contrario—. No tenemos ninguna división de la Fuerza Aérea en la zona, y el buque correo sólo viene una vez por semana. Imagino que tendrá que llevarlo a Gibraltar.

 

—Sí, se?or. Pero ese viaje deberá esperar hasta que sea adulto. Es capaz de permanecer en el aire alrededor de una hora, pero no me gustaría arriesgarlo a hacer un viaje largo, aún no —contestó Laurence con determinación—, y entretanto deberemos alimentarlo. Sólo hemos conseguido llegar tan lejos gracias a la pesca y, por supuesto, no puede cazar aquí.

 

—En fin, Laurence, eso no es problema de la Armada, seguro —replicó Croft; pero antes de que Laurence contestara, el almirante comprendió lo mal que sonaban sus palabras y lo arregló—. Sin embargo, hablaré con el gobernador. Estoy convencido de que se nos ocurrirá algo. Bueno, ahora debemos pensar qué hacer con el Reliant y, por supuesto, con el Amitié.

 

—Me gustaría se?alar que el se?or Riley ha estado al mando del Reliant desde que enjaecé al dragón y que lo ha gobernado excepcionalmente bien, trayéndolo sano y salvo a puerto a pesar de un vendaval de dos días —dijo Laurence—. Y también combatió con gran valor en la captura de la presa.

 

—Oh, sí, estoy seguro, estoy seguro —repuso Croft mientras volvía mover los dedos—. ?A quién ha puesto al mando del Amitié?

 

—A mi teniente primero, Gibbs —respondió.

 

—Sí, por supuesto —repuso Croft—. Bueno, usted mismo debe comprender que sería excesivo por su parte pretender colocar en ese puesto a su teniente primero y a su alférez de navío. No hay tantas buenas fragatas disponibles.

 

Laurence se contuvo a duras penas. Su superior estaba buscando a todas luces algún pretexto para quedarse con un chollo y concederlo a alguno de sus propios favoritos.

 

—Se?or —replicó con frialdad—, no entiendo sus palabras. Espero que no esté sugiriendo que asumí la tarea de poner el arnés con el fin de generar una vacante. Le aseguro que mi único motivo fue lograr para Inglaterra un dragón muy valioso. Esperaba que Sus Se?orías lo vieran de esa forma.

 

Insistió tanto como le fue posible a la hora de poner de manifiesto su propio sacrificio, bastante más de lo que le hubiera apetecido de no estar en juego el bienestar de Riley. Pero surtió efecto. El recordatorio y la alusión al Almirantazgo hicieron mella en Croft; al menos, carraspeó, canturreó, dio marcha atrás y los despidió sin mencionar otra vez la idea de privar a Riley del mando.

 

—Se?or, estoy en deuda con usted —dijo Riley mientras caminaban juntos de vuelta al barco—. Sólo espero que no vaya a tener dificultades por haberle presionado de esa forma. Supongo que debe de tener mucha influencia.

 

En aquel momento, Laurence apenas cabía en sí de alivio, ya que habían llegado a la dársena del Reliant y el dragón aún seguía sentado en la popa del barco; en ese instante, se parecía a un matarife ensangrentado y la zona circundante al morro era más roja que negra. El gentío de observadores se había dispersado en su totalidad.

 

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