Temerario I - El Dragón de Su Majestad

—Como quieras —dijo sin entusiasmo, agachando la cabeza de nuevo.

 

Ni siquiera levantó la mirada cuando el batir de las alas y el juego de sombras le avisaron de que Maximus estaba sobre el claro, tapando el sol con su enorme masa hasta que aterrizó pesadamente junto a Temerario. Lily llegó después. Los dos se acurrucaron sobre el cuerpo de Temerario. Pasados unos momentos, éste se desenroscó lo suficiente como para entrelazarse en un abrazo más estrecho con los otros dos, y Lily desplegó sus grandes alas sobre los tres.

 

Berkley llevó a Harcourt junto a Laurence, que estaba apoyado en el costado de Temerario, y la empujó para que se sentara sin que ella opusiera resistencia. Después acomodó con torpeza su fornido corpachón frente a ellos y les pasó una botella oscura. Laurence la agarró y bebió sin curiosidad. Era ron fuerte y sin aguar. No había probado bocado en todo el día, así que el ron se le subió a la cabeza enseguida; Laurence agradeció que aquel licor embotara sus emociones.

 

Pasado un rato, Harcourt empezó a sollozar. Cuando estiró el brazo para agarrar su hombro, Laurence se horrorizó al descubrir que él también tenía la cara húmeda.

 

—Era un traidor, nada más que un embustero y un ladrón —dijo Harcourt, enjugándose las lágrimas con el dorso de la mano—. No lo siento en lo más mínimo. No, no lo siento en absoluto —insistió, aunque hablaba con esfuerzo, como si tratara de convencerse a sí misma.

 

Berkley le volvió a pasar la botella.

 

—No es por él. Esa maldita sabandija se lo merecía —dijo—. Usted lo siente por su dragón, lo mismo que ellos. Ya saben, los dragones no entienden demasiado de reyes ni naciones. Praecursoris no tenía ni pu?etera idea de lo que pasaba, sólo iba adonde le decía Choiseul.

 

—Dígame —saltó de repente Laurence—. ?De verdad Bonaparte habría sido capaz de ejecutar al dragón por alta traición?

 

—Es bastante probable. Los continentales lo hacen de cuando en cuando. Más por meter miedo a los jinetes que porque les echen la culpa a las bestias —respondió Berkley.

 

Laurence lamentó haberlo preguntado y enterarse de que Choiseul le había dicho la verdad al menos en eso.

 

—Seguramente la Fuerza Aérea le habría garantizado refugio en las colonias de haberlo pedido —dijo, enojado—. Seguía sin tener excusa. él quería recuperar su posición en Francia. Para ello, estaba dispuesto a arriesgar la vida de Praecursoris, pues también nosotros podríamos haber condenado a muerte a su dragón.

 

Berkley sacudió la cabeza.

 

—Sabe que andamos demasiado cortos de sementales para hacer eso —dijo—. No es que disculpe a ese tipo. Es probable que tenga usted razón. él creía que Bonaparte nos iba a aplastar, y no le apetecía irse a vivir a las colonias. —Berkley se encogió de hombros—. Aun así, ha sido muy duro para el dragón. él no ha hecho nada malo.

 

—Eso no es cierto. Sí que lo ha hecho —dijo inesperadamente Temerario, y los tres levantaron la mirada hacia él. Maximus y Lily también irguieron sus cabezas para escucharle—. Choiseul no podía obligarle a huir de Francia ni a venir aquí para hacernos da?o. Yo no creo que fuera menos culpable que él, en absoluto.

 

—Es probable que no entendiera lo que le pedía Choiseul —aventuró Harcourt para rebatir aquel argumento.

 

Temerario dijo:

 

—Entonces debería haberse negado hasta entenderlo. Praecursoris no es tan simple como Volly. Podría haber salvado la vida de su jinete, y también su propio honor. A mí me avergonzaría dejar que ejecutasen a mi cuidador y que a mí, siendo culpable de lo mismo, me dejaran con vida —y a?adió en tono venenoso, azotando el aire con su cola—: En cualquier caso, no permitiría que nadie ejecutara a Laurence. Que alguien lo intente si quiere.

 

Maximus y Lily emitieron un grave gru?ido de asentimiento.

 

—Yo nunca dejaré que Berkley cometa una traición. Nunca —dijo Maximus—. Pero si llega a hacerlo, pisotearé a quien intente ahorcarlo.

 

—Yo creo que me limitaría a coger a Catherine y llevármela lejos —intervino Lily—. Pero a lo mejor a Praecursoris le habría gustado hacer lo mismo. Supongo que no podía romper esas cadenas. Es más peque?o que vosotros dos y no puede escupir fuego. Además, sólo era uno, y estaba vigilado. Yo no sé lo que habría hecho en su lugar de no haber podido escapar.

 

Lily terminó de hablar con voz suave. Los tres volvieron a abatir sus cuellos con renovada tristeza y se acurrucaron juntos, hasta que Temerario se enderezó y dijo en un arrebato de decisión:

 

—Os diré lo que haremos. Si alguna vez necesitas rescatar a Catherine, o tú, Maximus, tienes que salvar a Berkley, yo os ayudaré, y vosotros haréis lo mismo por mí. Así no tendremos que preocuparnos. No creo que nadie sea capaz de detenernos a los tres juntos, al menos no antes de que consigamos escapar.

 

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