—?No te parece que ha sido un día agradable? Hacía mucho tiempo que no teníamos un vuelo tan espléndido como éste.
Laurence descubrió que su enojo se había esfumado, por lo que no necesitó disimularlo al responder.
Las lámparas de la base empezaban a encenderse como enormes luciérnagas que se recortaban contra las oscuras siluetas de las arboledas dispersas, y la dotación de tierra movía sus antorchas entre ellas al tiempo que Temerario descendía al suelo. La mayoría de los oficiales jóvenes seguían empapados y empezaron a tiritar cuando se deslizaron a tierra por los costados del cálido corpachón del dragón. Laurence les dio permiso para que se retiraran a descansar y se quedó de guardia junto al propio Temerario, mientras los asistentes terminaban de desenganchar los arneses. Hollin le dirigió una mirada de reproche cuando los hombres le trajeron las cinchas del cuello y los hombros, que estaban incrustadas de escamas, espinas y entra?as de pez, y que ya empezaban a oler mal.
Temerario estaba tan contento y bien alimentado que Laurence no se molestó en pedir disculpas. Tan sólo dijo en tono alegre:
—Me temo que por nuestra culpa tendrá un trabajo muy pesado, se?or Hollin, pero al menos no habrá que darle de comer esta noche.
—Sí, se?or —dijo Hollin, en tono fúnebre, y organizó a sus hombres para la tarea.
Tras quitarle el arnés, los miembros del equipo limpiaron la piel del dragón. Habían desarrollado la técnica de pasarse cubos en cadena como una brigada de bomberos para lavarlo después de las comidas. Más tarde, Temerario dio un enorme bostezo, eructó y se tumbó en el suelo con una expresión tan plácida que Laurence se rió al verlo.
—Tengo que ir a entregar estos despachos —dijo—. ?Vas a dormir, o quieres que te lea esta noche?
—Perdóname, Laurence, pero creo que tengo demasiado sue?o —respondió Temerario, bostezando de nuevo—. Me es difícil entender a Laplace incluso cuando estoy muy espabilado, y no quiero correr el riesgo de perderme algo.
Como Laurence ya tenía bastantes problemas leyendo el francés en el que estaba redactado el tratado sobre mecánica celeste de Laplace y pronunciándolo de forma que Temerario lo entendiese —y eso que no hacía el menor esfuerzo por captar los principios que él mismo leía en voz alta—, aceptó las palabras del dragón de buen grado.
—Muy bien, amigo mío. En ese caso, te veré por la ma?ana —accedió, y se quedó acariciando la nariz de Temerario hasta que los ojos del dragón se cerraron y su pausada respiración reveló que se había quedado profundamente dormido.
Al recibir los despachos y el mensaje de viva voz, el almirante Lenton frunció el ce?o con preocupación.
—Esto no me gusta nada, nada —dijo—. Así que Bonaparte está trabajando tierra adentro… Laurence, ?cree que puede estar construyendo más barcos en la costa para agregarlos a su flota sin nuestro conocimiento?
—Tal vez consiga fabricar algunas naves de transporte toscas, se?or, pero nunca buques de guerra —repuso Laurence enseguida, muy convencido—. Y ya dispone de transportes grandes y en abundancia en todos los puertos de la costa. Me cuesta imaginar que pueda querer más.
—Y todo eso es en las cercanías de Cherburgo, no de Calais, aunque la distancia es mayor y nuestra flota está más cerca. No lo entiendo, pero Gardner tiene razón: estoy convencido de que Bonaparte planea alguna jugada, pero no podrá llevarla a cabo hasta que su armada llegue.
Lenton se puso en pie de repente y salió de la oficina. Sin saber muy bien si debía considerar que con aquel gesto le había despedido, Laurence le siguió. Así atravesaron el cuartel general, salieron al exterior y llegaron al claro donde Lily convalecía tendida en el suelo.
La capitana Harcourt estaba sentada junto a la cabeza de su dragona y le acariciaba todo el rato la pata delantera. Choiseul estaba con ella y leía en voz baja para ambos. El dolor seguía nublando los ojos de Lily. Pero había una se?al más esperanzadora: era evidente que Lily había comido, ya que los asistentes aún estaban limpiando una gran pila de huesos reducidos a astillas.
Choiseul apartó la mirada del libro y, después de susurrar algo al oído de Harcourt, acudió junto a ellos.
—Está casi dormida. Les ruego que no la despierten —dijo en tono muy suave.
Lenton asintió e indicó con una se?a a Choiseul y Laurence que se apartaran unos pasos con él.
—?Qué tal se recupera? —preguntó.
—Según los médicos, muy bien, se?or. Dicen que su curación está siendo todo lo rápida que cabía esperar —respondió Choiseul—. Catherine no se ha apartado de su lado.
—Estupendo —dijo Lenton—. En ese caso, serán tres semanas, si es que el cálculo inicial sigue siendo acertado. Bien, caballeros, he cambiado de opinión. En vez de hacer que Temerario se turne con Praecursoris, voy a enviarlo a patrullar todos los días. Usted no necesita esa experiencia, Choiseul, pero Temerario sí. Tendrá que ejercitar a Praecursoris por su cuenta.