The Seven Year Slip

—Mira, no es culpa mía que su opinión fuera errónea —repliqué, tratando de esbozar una sonrisa.

—Era perfecto, ?perfecto! Y luego tuviste que ir a buscar pelea —siguió despotricando, agitando las manos en el aire—. ?Me han faltado al respeto! Me siento humillada. Tengo que verlo en los ascensores de mi edificio. Tengo que mirarlo a los ojos y saber que piensa que Dune es el mejor libro de ciencia ficción de todos los tiempos.

Drew negó con la cabeza.

—La falta de respeto a Anne McCaffrey.

—Mira, no voy a tener a un muerto acaparando mi espacio en las estanterías. Los inmuebles en Nueva York ya son escandalosos —dije con naturalidad.

Fiona entrecerró los ojos.

—Dices eso y sin embargo posees cuatro ediciones diferentes de El Se?or de los Anillos.

—Podría tener cinco —amenacé, y ella volvió a levantar las manos.

—Bien. Bien, los examinaré primero, y luego lo intentaremos de nuevo…

La sujeté suavemente de la mano y nos detuvimos frente al torniquete. No había mucha gente en la estación a esas horas de la noche, y los que había se limitaban a rodearnos.

—?Qué tal si no lo hacemos?

Sus cejas se entrelazaron en se?al de confusión.

—?Qué quieres decir?

—En realidad no estoy mirando ahora mismo… no quiero mirar ahora mismo —enmendé—. Agradezco todo esto, pero… He superado lo de Iwan, lo prometo. Estoy muy bien sola.

Y lo decía en serio. Aunque mis padres eran parangones de un romance exitoso —encajaban el uno en el otro como piezas de un rompecabezas—, mi tía había vivido sola casi toda su vida, y no estaba tan mal. Rhonda tenía una vida exitosa y tampoco tenía una pareja. Eran brillantes ejemplos de que yo también podía hacerlo. Solo necesitaba concentrarme en el trabajo, como hacía Rhonda. Además, estaba cansada de todo este baile. No es que no quisiera tener pareja —sí quería; pensar en ir sola por el mundo hacía que se me cayeran las tripas hasta los dedos de los pies—, pero en realidad no quería buscarla ahora mismo.

No quería sentarme frente a otro hombre decente y no sentir nada y tramar la mejor manera de terminar la cita para no tener que vernos nunca más.

Drew tiró de su brazo a través del de su mujer y a?adió en voz baja: —Encontrará a alguien cuando esté preparada.

Fiona dejó escapar un suspiro.

—Bien, pero hasta entonces, eres nuestra tercera rueda. Y te va a gustar.

Levanté las manos en se?al de rendición.

—Me encantaría ser tu sidecar.

—Bien —respondió, aunque sonaba un poco derrotada. Parecía que quería decir algo más, pero se lo pensó mejor y sacó su MetroCard del bolso. Tomamos juntas la línea 1 hasta la Q y luego se bajaron en Canal para subir a la R. Les dije adiós con la mano.

El corazón de Fiona estaba en el lugar correcto, así que no podía culparla. Además, la comida de esta noche estaba bastante buena. No tan buena como el sitio al que Drew nos había llevado el mes pasado, el Olive Branch, pero era agradable.

La alerta del metro anunció que las puertas se cerraban, y me hundí en mi asiento, dejando por fin que mis muros se derrumbaran. Me dolían los pies en los zapatos y no veía el momento de escapar de mi Spanx.

Seguir avanzando, mantener la mirada al frente, ese era el plan. Nada se quedó, eso era algo que debería haber esperado, algo que debería haber recordado cuando conocí a Iwan.

Estaba bien.

A mi lado, dos chicas agacharon la cabeza para susurrar, mirando sus teléfonos.

—Oh Dios mío, MoxieGossip dice que acaba de ser visto en el SoHo. Saliendo de su restaurante.

—?El nuevo?

—?Sí!

—?Estaba con alguien?

—?No! Creo que está soltero otra vez.

Ellas rieron juntas, mirando una historia de Instagram, y yo saqué un bolígrafo y la guía de Nueva York que había birlado el mes pasado y la abrí por la sección del metro. Allí empecé a dibujar a las chicas inclinadas sobre sus teléfonos, y me acomodé para el viaje a la parte alta de la ciudad.





Capítulo 16


  La vida sigue


Había algo magnético en Manhattan en verano, la forma en que el sol se reflejaba en las ventanas de los rascacielos, rebotando unas en otras como una antigua bola de espejos. Era perfecto para las tardes haciendo cola para Shakespeare in the Park, los sábados tranquilos en los Cloisters, las noches llenas de luz, comida y energía. Pero todos los a?os, cuando llegaba el 4 de julio, Drew, Fiona y yo hacíamos las maletas y nos íbamos al valle del Hudson para escapar de los turistas y echar un vistazo a las peque?as y encantadoras librerías enclavadas en pueblos pintorescos.

Almorcé con Drew y Fiona, y trabajé hasta tarde, y entonces, una tarde, más o menos un mes y medio después de conocer a Iwan por primera y última vez, en pleno julio, cuando el verano estaba en su momento más caluroso, Drew se inclinó excitada al otro lado de la mesa de hierro forjado donde nos sentábamos a la sombra en Bryant Park.

—?Adivina quién nos ha hecho una propuesta hoy! —dijo contenta.

Fiona y yo agarramos nuestros quesos a la parrilla del camión de comida aparcado junto al edificio Stephen A. Schwarzman de la Biblioteca Pública de Nueva York. Estaban en guerra con un nuevo camión de comida de la manzana: un ruidoso camión de fajitas amarillas que tenía una cola que serpenteaba por la acera y olía ridículamente bien. Aunque probablemente no tan buenas como las fajitas que me hizo Iwan hace unas semanas. Además, yo tenía mi lealtad al camión de los quesos a la parrilla. Los quesos a la plancha eran de los mejores de Midtown: empalagosos y crujientes, la corteza de masa madre crujiente, la mezcla de quesos armoniosa. El mío tenía trozos de champi?ones y pimientos, mayonesa condimentada con un poco de sriracha, y era una auténtica delicia. Desde Iwan había empezado a prestar un poco más de atención a la comida que comía, y a las personas que la cocinaban, preguntándome también cuáles eran sus historias.

—?Quién? —preguntó Fiona alrededor de un queso asado con pimiento.

—?El chef! Ya sabes, ?el de Olive Branch? ?James Ashton? Vendrá a la oficina ma?ana. Quiere reunirse con nosotros.

Me animé.

—?Pensé que lo habíamos descartado?

—Casi. Hay que reconocer que su agente también dijo que iban a otros sellos… —Se encogió de hombros—. Pero es un comienzo. Aún no he revisado la propuesta, pero sé que va a ser increíble. Y deberías leer por fin ese artículo de Eater.

Agaché la cabeza.

—Lo siento…

Había pospuesto el artículo desde aquella comida de hacía unas semanas porque la vida se había vuelto frenética y Rhonda me había impuesto muchas más responsabilidades. En aquel momento no había sacado nada en claro, hasta ahora.

—Clem, te vas a enamorar de su forma de escribir. Es tan romántico. Sus antebrazos son casi tan bonitos como su cara —a?adió.

—Más vale que salgan en la portada del libro.

—?Sus antebrazos o su cara?

—Ambos.

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