Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)

Dash, en el disfraz de Tood, escuchó mi grito. Apenas noté que me miraba, le hice un gesto con la mano para que cortara aquella escenita. Volvió en sí y comenzó a pedir que a todo el mundo que fueran hacia la zona de la tarima para escuchar el discurso, pero solo unos pocos le hicieron caso. El resto se quedó mirando cómo la rueda giraba y la gente iba bajando. No, la gente no, Aleixandre. La necesidad de ver su avergonzado rostro más de cerca era morbosa.

Por un instante, busqué a Adrik entre todas aquellas personas. Quise analizar su expresión ante la revelación del secreto de su hermano. Cuando lo encontré, vi que estaba mirando, serio y casi indiferente hacia el asiento de Aleixandre. Sin asombro, sin preocupación. ?Tal vez siempre lo supo? ?Siempre supo que Aleix escondía una relación con un chico? De habernos hablado, se lo habría preguntado.

Cuando Aleixandre por fin llegó a tierra, salió disparado. Esquivó a la gente con la cabeza gacha y el paso apresurado. Cientos de ojos lo siguieron, juzgándolo, cuchicheando, hasta que desapareció. Y no, su salida no fue precisamente triunfal. Adrik no fue tras él para apoyarlo.

—Muy bien, muy bien, no ha pasado nada que no hayan buscado en internet alguna vez, pervertidos —dijo Tood por el micrófono en un intento de quitarle tensión al momento.

Me acerqué a él.

—Dash, ?quién ha organizado esto? —pregunté.

—No lo sé. —Pesta?eó, sorprendido por mi tono de voz exigente—. So-solo recibí el programa con esta actividad y la orden de organizarla. Me dijeron que la rectora quería algo divertido.

Quise darle un golpe en la frente.

—?Piensa mejor! ?Esto tuvo que haber sido idea de alguien más!

—Tienes razón... —admitió él, pensativo y un poco avergonzado. Pero al instante su vergüenza desapareció—. Pero, venga, es un Cash, los Cash están acostumbrados a las jugadas sucias. Tal vez se lo merecía.

No estuve muy segura de qué se merecía Aleixandre y qué no.

—Pero puedo intentar averiguar luego quién incluyó esta actividad en el programa —a?adió Dash—. Faltan solo cinco minutos para el discurso...

?Joooder, cinco minutos!

?Era mi momento!

Activé los cohetes de mis piernas y corrí hacia la caseta del sonido junto a la tarima, en donde debía de estar Lander. Se me hizo un poco difícil avanzar porque el flujo de personas se había hecho más lento tras la asombrosa aparición de Aleixandre en las pantallas. Y no solo eso, la escena había desatado murmullos y comentarios de todo tipo.

Al llegar a la caseta del sonido, jadeante, vi que Regan ya estaba sobre la tarima. Esa noche, con una camisa azul cielo de mangas tres cuartos y unos tejanos que parecían recién sacados de una tienda, tenía el aspecto de un actor preparado para su mejor escena. El cabello rubio se mantenía, por supuesto, despeinado solo lo justo. Aegan, por otro lado, estaba cerca del inicio de las escalerillas, listo para robarle inesperadamente su protagonismo.

En mi móvil, faltaban tres minutos.

Bien, en tres minutos lograría darle el USB a Lander para que reprodujera el vídeo. Entré en la caseta del sonido evitando pisar los cables que se extendían hacia la tarima. Saqué el USB y se la di. El chico pelirrojo estaba un poco atareado moviendo las manos de un botón al portátil y viceversa.

—Aquí está, ponlo por favor —le pedí con amabilidad, a pesar de mi agitación.

Mi falta de aire no me impediría nada. Lo lograría. ?Lo lograría!

—Es que... —empezó a decir Lander al coger la USB— Aegan me acaba de decir que dé paso a una transmisión en directo.

Me quedé fría.

Oh, Dios, no.

Nononono.

?Acaso él...?

—?Una transmisión en directo? —solté al instante con un muy mal presentimiento.

—Sí.

?Acaso tenía un contraataque? ?Era posible? Mi corazón latió rapidísimo a causa del miedo.

—?Una transmisión? —escupí, alerta y desconcertada—. ?No! ?Esto es más importante! ?Ponlo!

Me acerqué más a él, temblando, acelerada, para presionarlo, pero Lander negó con la cabeza, concentrado en lo suyo. Sus dedos no habían dejado de moverse.

—Su orden fue bastante clara y ya estoy...

?Maldita sea!

—?Lander pon mi USB! —casi le grité, a punto de lanzarme sobre él para apartarlo y ponerlo yo misma si era necesario.

Pero él hizo el clic final:

—Listo.

Aquí viene ?La fulminante revelación?.

Sí era un contraataque.

Uno casi letal.

Una transmisión en vivo proveniente de Instagram empezó a reproducirse en la pantalla. De momento no se vio nada, ni a nadie, pero Aegan, que ya había subido rápidamente a la tarima con un micrófono en la mano, empezó a hablar a todas las personas que ya se habían reunido en el lugar. Le quitó el lugar a Regan.

—Antes de dar el discurso, que siempre será una inquebrantable tradición para Tagus, estoy contento de anunciar que alguien muy especial, que al igual que yo forma parte de una larga familia de graduados de esta universidad, nos dará un mensaje en vivo y en directo.

Ni siquiera sé por qué no me lo esperé. Tal vez porque confié demasiado en que esa vez ganaría, en que podía atrapar a Aegan en algo, en que mis pasos no eran observados. Quise ser más lista, y en ese instante terminé sintiéndome la más tonta del lugar, porque cuando las pantallas mostraron lo que Aegan había anunciado, todo dio un vuelco.

La persona que segundos después apareció en las pantallas saludó con alegría a los estudiantes, dijo que estaba haciendo un retiro espiritual y luego empezó a hablar sobre Tagus, su historia y los ancestros. Y esa persona era nada más y nada menos que Eli Denvers.

Eli, con su cabello rojo, su impresionante piel caramelo, su nariz respingada, ojos color miel, boca perfecta, dientes blanquísimos. Una chica fabulosamente hermosa.

Y viva.

Muy viva.





29


Al parecer, los Perfectos mentirosos

siempre fueron muy imperfectos




De acuerdo, la muerta iba a ser yo, pero por el impacto de ver a Eli.

Con las piernas temblando y a punto de desmayarme, me moví hacia el frente de la tarima para ver mejor la pantalla. Analicé el vídeo por si era una grabación, pero no, realmente Eli estaba hablando en directo. Tras ella se veía un extenso campo y muchos árboles característicos de tierras asiáticas. Incluso algunas personas pasaban por detrás. Ella estaba perfecta. Se veía hermosa, fantástica; era el tipo de chica que te intimidaba por su impresionante belleza natural, nada exagerada, pero capaz de opacar a cualquiera. Hablaba de forma fluida y encantadora.

Esa chica no estaba muerta ni secuestrada ni torturada, estaba feliz en otro lugar.

—?Así que espero que disfruten la feria! —finalizó Eli en la pantalla unos minutos después—. Y también espero volver a clase el a?o que viene, cuando mi viaje espiritual termine.

Lanzó un coqueto beso de despedida y la transmisión terminó. Todo el mundo explotó en aplausos. Regan miró a Aegan, serio. De haber sido hermanos tontos se habrían lanzado uno contra otro por el micrófono, pero eran inteligentes, y vengativos, y no lo hicieron. Regan se quedó quieto, manteniendo su postura. Entonces Aegan empezó a dar su discurso con elocuencia, total control de las palabras y gran energía, como un líder nato.

Noté que Kiana, Dash e incluso Artie, que estaba junto a un aburrido Adrik que comía algodón de azúcar como si esperara morirse, me miraban. Sus ojos me transmitían un: ?Adelante, es tu momento, sube a la tarima y haz lo que hemos planeado, termina con él públicamente y humíllalo?. Era el instante perfecto, en toda la feria no se escuchaba más que la voz enérgica y legendaria de Aegan, y las personas estaban atentas. Atentas a todo.

Si yo subía y lo humillaba con un rompimiento público como solo Kiana, Dash y Artie esperaban, sería épico.

Pero solo por un momento.

Luego ese efecto desaparecería. No sería como lo que yo esperaba que fuera la revelación del asesinato de Eli, el cual había sido mi verdadero plan a escondidas de ellos.

Ante mi falta de movimiento, Dash me hizo un gesto con las manos de ??rápido, vamos!?. Kiana también abrió mucho los ojos y se?aló la tarima con la cabeza. Sus labios se movieron en un silencioso ??Tú puedes!?.

Entonces entendí, devastada, que no podía hacerlo, porque si Eli no estaba muerta yo ya no tenía nada contra él.

Nada.

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