Quise dejárselo claro:
—Que sucediera eso con Adrik no cambia nada de lo que pienso hacer.
—?Lo cambia todo! —exclamó con una obviedad colérica—. ?Crees que no me doy cuenta? Estás dudando, y eso es lo que ellos siempre consiguen: que dudes hasta de ti misma.
Quise rebatirle, pero, maldita sea, tenía razón. Me sentí avergonzada incluso de que mis dudas se notaran, y un poco enojada conmigo mismo porque era cierto que algo había cambiado, y eso no era bueno, no era nada bueno.
—Pienso hacer lo que planeamos para ma?ana —aseguré, a pesar de mi propia inquietud—. Será mejor de lo que creíste que sería porque...
No quiso oírme.
—?Sabes qué era lo que te hacía diferente, Jude? —me interrumpió.
Sentí que no quería escuchar lo siguiente que iba a decir y para evitarlo tuve ganas de decirle la gran verdad.
Sí, había una gran verdad que pronto sabrás.
Porque yo era buena guardándome las cosas, manteniéndolas en secreto, pero ocultar algo era como ir echando agua en una piscina. Soportaba bastante, pero llegaba un punto en el que se desbordaba. No sabía en qué nivel me desbordaría. Ese límite no parecía tan lejano. Por las noches ya me resultaba complicado dormir sin pensar en todo lo que sucedía, lo que sucedería...
—Artie... —intenté detenerla, pero me lo soltó de todas formas:
—Justo eso, que tú no caías. Ahora no hay ninguna diferencia entre tú, yo y el resto. Eres igual de débil.
Sin agregar más, me dio la espalda y se fue muy enfadada. Me quedé ahí viendo cómo se alejaba.
Dios, qué fuerte. Me creía débil por haber besado a Adrik, pero todavía no sabía el resto... Consideré decírselo, pero no, en cierto modo necesitaba que siguiera conociendo solo parte de mis objetivos. Era mejor que creyera que ya no debía ser mi amiga, que yo era una mala persona con planes crueles... Aunque no entendí por qué me afectaba tanto esa pelea si al llegar a Tagus me había prometido no hacer amigos con los que pudiera pasar precisamente algo así.
?Cálmate, Jude, no pretendías que ella fuese tu amiga de verdad, ?cierto??
Aegan salió del auditorio de pronto, para empeorarlo todo. Me giré hacia él. Se detuvo frente a mí y me miró con los ojos entornados, duros. Ya lo sabía todo. Había visto el beso, la traición, la bajeza de su novia. ?Rompería conmigo? ?Eso me convenía a esas alturas?
Pensé que explotaría de ira, pero, oh, no, él era más malo que eso.
—Dime, ?cómo pretendías que lleváramos esto? —me preguntó con esa falsa incredulidad que tanto me irritaba—. ?Nos acostaríamos contigo por separado o querías llegar a un nivel más alto y probar a hacer un trío?
Acabo de darme cuenta de que ?furia? no representa por completo lo que experimenté al oír eso. Debe de existir una palabra con una mayor carga significativa... No era cólera, ni rabia, ni ira; fue algo casi mitológico, ciego, imparable lo que me recorrió cada parte de mi cuerpo e hizo que empezara a respirar agitadamente. Los oídos me zumbaron como si el mismo sentimiento los obstruyera. Algo se concentró en mi pecho, me nubló la vista, me tensó los músculos.
?Has visto a Regina George de Chicas pesadas en esa escena en la que se entera de todo lo que ha hecho Cady (Lindasy Lohan) y entra gritando a su habitación, coge El Libro del Mal y empieza a hacer de las suyas? Bueno, imagínate algo así. Apreté los pu?os, emití un grito de rabia que no pude contener y le solté una bofetada.
???Qué ganas le tenía!!!
Bueno, bueno, la violencia no resuelve nada, de acuerdo, pero en tiempos anteriores, cuando las mujeres usaban esos vestidos pomposos, la mejor defensa de una dama ante una ofensa era un bofetón limpio y orgulloso. Claro que yo quería caer sobre él y no parar de darle pu?etazos y patadas como si fuera un personaje de Dragon Ball, pero la bofetada me pareció precisa y suficiente.
La atractiva y bien afeitada cara de Aegan giró por el impacto y luego volvió a enderezarse. No se sorprendió, a pesar de que frunció los labios y se le tensó la mandíbula.
—Eres basura —le solté sin freno—. ?No, basura es poco! ?Eres la basura más asquerosa que existe!
—Y yo pensé que eras más lista —me rebatió, conteniendo la rabia de haber sido golpeado—. Me había dado cuenta de que él te estaba prestando demasiada atención, pero no creí que fueras a dejarte atrapar por su estúpida labia. De hecho, pensé que el día que te di el anillo a Adrik le quedarían las cosas claras, pero olvidé que le encanta molestarme.
Con esas palabras para mí no hubo otro culpable más que él.
—??Y por esa razón has hecho esto?! —continué, ya en un arrebato de cólera irrefrenable—. ??Planeaste lanzar mi nombre al suelo y pisotearlo con ese vídeo para que me avergonzara de mi propia cara solo por rabia?!
Aegan miró hacia los lados y se dio cuenta de que unos alumnos que caminaban por ahí se detuvieron a mirarnos con curiosidad. No eran muchos, solo dos, pero eran oídos que podían perjudicarlo.
—Si quieres gritarme o volverte loca, que sea en otro lado —zanjó, molesto, y trató de cogerme por el brazo, pero me solté de él con un movimiento violento.
—?No me toques! —grité, y lo hice tan fuerte y de forma tan decidida que se quedó pasmado.
Me hervía la sangre, y tener a Aegan frente a mí con esa monumental cara de imbécil lo empeoraba todo. Claro que mi reacción también lo enfureció a él. Sus cejas se hundieron y apareció esa expresión de toro cabreado que tanto le caracterizaba.
—??Me estás culpando cuando fuiste tú la que me enga?aste?! —rugió—. ??Y además pretendes armar un jodido escándalo que me perjudique?!
—?Pienso armar un escándalo donde me dé la gana! —Me salió un grito rasgado que me sacudió el cuerpo. Luego di un paso adelante. Era más baja, pero no menos poderosa que él—: De todas las cosas que has hecho, Aegan Cash, esta ha sido...
—??Ha sido qué?! —me interrumpió con la barbilla en alto y la mirada retadora. Su voz fue un rugido grave e intimidante, pero no me reduje ni un poquito—. ?Sabes acaso qué es lo que he hecho? ?O es que solo me estás culpando porque te encanta que yo sea el malo?
Para lo siguiente sí tuve la inteligencia de mirar hacia los lados. Las personas que nos observaban estaban algo lejos, pero podían escucharnos, así que bajé el volumen de mi voz, pero le a?adí filo.
—Pusiste ese vídeo que ni siquiera sé cómo conseguiste —le solté—. Sabías lo que pasaría porque si tú haces ese tipo de cosas te aplauden y te sientan en un trono, pero si lo hago yo, me tachan de zorra y me escupen la cara.
—?Creíste que harían algo diferente al ver ese vídeo? —contraatacó al segundo con furia. Las venas de su cuello se le marcaron por la fuerza y el freno con los que pronunció las palabras—. ?Crees que estar con dos chicos a la vez es un gran logro que merece aplausos?
Tuve que fruncir los labios para reprimir las ganas de seguir soltándolo todo a gritos. De acuerdo, tenía que ser cuidadosa. Estaba enojada, pero debía moderarme. En el intento, de pronto volví a sentir el estómago encogido, pesado, lleno de malas sensaciones. Un bajón. La rabia se estaba transformando en algo más parecido a la tristeza.
—Sé que estuvo mal —le dije en un tono más contenido—, pero lo que has hecho ahí no ha sido la mejor manera de vengarte. Pudiste haber hecho cualquier otra cosa. Te habría aguantado cualquier otra jugada, pero esto ha sido muy bajo, incluso para ti.
—?Yo soy el único que hace bajezas? ?De verdad? —preguntó de una forma que me hizo dudar.
La sonrisa se le ensanchó de maldad y puso esa cara que tanto odiaba. Esa chispa en sus ojos y esa expresión en su rostro que se burlaba de mí de un modo descarado y cínico. Esa cara de ?sé cómo son las cosas, y tú no, y eres patética por eso?.