Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)

—Todo lo que digas...

—Oh, voy a decírtelo, porque estás tan segura de algo que me da pena. El Adrik que besaste es el que quiso que vieras: maduro, centrado, culto, misterioso, incapaz de lastimar, pero tú no lo conoces en realidad. —Buscó mis ojos, que quise desviar para que no pudiera ver en ellos cómo me sentía, pero que, sin embargo, mantuve fijos en los suyos para mostrarme firme y nada afectada—. ?Sabes qué tenemos de especiales los Cash, Jude? Que los tres podemos dar una cara y tener otra. Nadie nos conoce de verdad. ?Y crees que tú, que llegaste hace unos meses y por pura suerte te ganaste el puesto de mi novia, ya sabes cuál de nosotros es el bueno y cuál es el malo?

—Los tres son iguales —me limité a decir, tratando de contener la ira.

—Sí, no es un secreto —aceptó, con la boca curvada hacia abajo y un encogimiento de hombros—, pero tenemos formas distintas de lograr las cosas. Por ejemplo, yo soy impulsivo, lo admito; Aleixandre es caprichoso y estúpido; y Adrik... Adrik es estratega, observador, no se le escapa nada. él se dio cuenta desde un principio que te molestaba mi actitud, y entonces hizo todo lo contrario a las cosas que yo haría. Y tú caíste como una tonta.

?Qué...? No. ?O sí? Era posible...

Oh, no, por favor, no.

No supe qué decir. Fue el peor momento para no saber qué decir. Y él lo notó.

—Sí, es muy astuto —aceptó, medio pensativo, pero cruel—. Toda esa mierda de la lectura, de ser rebelde, de no estar de acuerdo con sus hermanos, les gusta a las chicas. Muchas veces te recalcó que es diferente a mí, ?no? Porque así quería que lo vieras, y así lo viste. No creíste que él fuera capaz de tratarte como yo lo he hecho. Esa seguramente era su idea.

Los ojos entornados me miraron con la inclemencia y frialdad con la que un tirano miraría al líder de un país enemigo. Nunca me quedó más claro lo que éramos que en ese momento en el que estaba atacándome con efectividad tan solo con esas palabras. Le sostuve la mirada por un instante, pero luego decidí que tenía que alejarme de él mientras estuviera así de enojada o lo estropearía todo con mi enorme e indiscreta boca.

Di unos pasos para irme, pero por un momento me giré hacia él.

—Eres tan repugnante, Aegan Cash —le dije—, que no entiendo cómo puedes dormir por las noches respirando tu propio hedor.

Dicho eso, me quité el anillo con la letra ?A? que me había regalado, se lo arrojé a la cara, me fui de allí y lo dejé atrás.

Caminé hasta que encontré un lugar calmado y solitario. Era una especie de parque con algunos bancos, flores y mucho césped verde que invitaba a acostarse en él. Me senté en un banco para calmarme. Tenía que tranquilizarme, ya que tenía la respiración acelerada, los ojos ardiendo y la boca seca.

?Jude, cámate pofavo.?

Ya sabía que Aegan era así de malvado. Y Adrik... ?Realmente me había enga?ado con su imagen de chico diferente? Claro, ?cómo había sido tan estúpida? Era un Cash. Intentar separarlo del apellido había sido mi error.

Me sentí un poco débil por eso. Y yo no era débil. No debía serlo. Había llegado a Tagus y, a pesar de todo lo que había pasado, seguía de pie en ese punto de la historia, todavía como novia de Aegan, con pruebas que lo incriminaban, más cerca de la meta. No podía derrumbarme ahora por culpa de Adrik, fueran ciertas o no esas acusaciones de que solo había querido estar conmigo para molestar a su hermano.

Ya no me serviría de nada sufrir por eso en esos momentos. ?Que todos sabían lo que había pasado entre Adrik y yo? Bien, eso tampoco me detendría.

Todo lo contrario. Ya no me sentía indecisa.

Sabía lo que haría al día siguiente.

Lo destruiría.

Por supuesto, en esa feria sucedieron cosas inesperadas.

Allí todo empezó a caer.

Los Cash.

Mis mentiras.

Y los secretos.





26


?A que esto no te lo esperabas, Jude?





12 horas para el inicio de la feria


Tuve que preguntarle a Dash dónde podía encontrar a Lander, porque ahora Artie no iba a decírmelo. Ni siquiera me dirigía la palabra, así que fui sola a ver a ese chico.

Tenía muy claro cómo iba a llevar a cabo mi plan, pero necesitaba su ayuda.

Atravesé las puertas de una de las salas del edificio de ingeniería. Fue como entrar en un universo cibernéticamente cool. Había muchas pizarras de acrílico en las paredes, algunas transparentes y otras blancas. Tenían demasiadas cosas escritas en distintos colores: códigos, números y términos entendibles solo para informáticos. También había pósteres y unas cinco filas de computadoras que, comparadas con las de la biblioteca, parecían unos poderosos monstruos de los que salían cables y aparatos que en mi vida lograría entender para qué funcionaban. Me sentí como en una sala de control de una película de ciencia ficción.

Solo había una persona allí dentro. Estaba en la fila del fondo, sentado en una silla giratoria, con unos enormes auriculares puestos. Se escuchaba un tecleo y los clics del ratón. Mientras me acercaba, pensé que me encontraría con un genio descifrando códigos, accediendo a sitios ilegales, robando información...; en fin, un hacker en acción.

Pero Lander estaba jugando a Fortnite.

Ah, vale.

Le toqué el hombro con un dedo y el chico saltó del susto en el asiento. Al mismo tiempo se giró y los auriculares se le cayeron de la cabeza e hicieron que también se le cayeran las gafas de pasta. En fin, un desastre.

Bien, Lander era... ?cómo explicarlo? Hay chicos que te parecen sexis, duros, y hay otros cuya cara te inspira ternura y cari?o. él era de los segundos. Tenía un aspecto desastroso, con las gafas torcidas y el cabello pelirrojo despeinado, pero era guapo de un modo poco convencional. Tenía muchas pecas alrededor de la nariz y los labios en una línea rosada y esculpida. Sus ojos eran dos enormes reflejos de la miel y la expresión de susto le quedaba incluso adorable. Llevaba una camisa azul eléctrico y debajo una camiseta de manga larga negra. Sus pantalones eran unos Levi’s viejos con algunas marcas accidentales de marcadores Sharpie.

Extendí la mano hacia él.

—Hola, soy amiga de Artie —le saludé, amigable.

Dudó un segundo, pero me apretó la mano.

—Sé que es raro que esté aquí sin conocernos —dije—, pero le pregunté a Artie si podía pedirte un favor relacionado con la feria de ma?ana y me dijo que quizá podrías ayudarme. Soy parte del comité de organización de Aegan Cash.

Fue como si al pronunciar el nombre automáticamente le arruinara el día. Su expresión cambió a una de fastidio.

—Aegan... —dijo con algo de hastío e incluso con algo de... ?rencor?—. Me ha llamado unas cinco veces y le he dicho que todo está en orden. Recibí las instrucciones y todo está preparado. Puedes decirle que se calme.

—Está nervioso porque dará un discurso superimportante —intenté disculparme en su lugar—. O iba a darlo. Ya no lo sé.

—Mmm... —murmuró Lander, en un claro: ?No me importa, es un imbécil?.

Y lo entendía. De hecho, me agradó que no fuera de los que admiraban ciegamente a Aegan.

—Bueno, el caso es que se le ha ocurrido una idea nueva y necesita que en el momento en que se esté dando el discurso se reproduzca un vídeo conmemorativo en las pantallas —dije, yendo directa al grano.

Pensé que se negaría, pero en serio parecía que quería terminar rápido con ese tema.

—De acuerdo —aceptó—. Dame el archivo.

No lo había llevado conmigo porque era valioso. Lander era muy cuqui, pero en esos momentos no debía confiar en nadie.

—Te lo entregaré ma?ana —le aseguré con una mentira—. Es que aún lo están editando.

Asintió y se giró en su silla para seguir con lo suyo. Sin nada más que hacer allí, avancé hacia la puerta para irme, pero antes me lanzó una pregunta:

—?Es verdad que Artie te dijo que podías venir a pedirme un favor?

Lo miré. No se había girado en la silla. Su cabello rojizo era muy lacio y sus hombros un poco delgados.

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