él nos miraba desde lo lejos, intrigado, pero quieto. Si se atrevía a interrumpirnos, le daría una patada en la rodilla.
Las cejas de Artie se arquearon, abrumadas. Dio un paso adelante y susurró como un secreto horrible:
—Me siento culpable de su desaparición. No saber dónde está me atormenta.
Ah, por esa razón andaba tan asustada siempre. Temía que alguien la conectara con la desaparición. Sentía el peso de la culpa.
De todas formas, yo ya no le podría consolar como amiga porque, después de que el vídeo de Aegan se transmitiera en las pantallas y todos supieran la verdad, solo me quedaría una cosa que hacer: desaparecer.
Sí, como Eli. Me iría de Tagus, porque tenía la leve sospecha de que Aegan lo sabría. Aegan descubriría que yo era la responsable del vídeo y tendría que salir de su radar de influencia si no quería sufrir las consecuencias de haber atacado la reputación de su apellido. Así que nada de amistades. Lo vivido allí quedaría atrás. Era mejor acabarlo todo en ese instante y luego concentrarme en mi objetivo.
Para eso había ido Tagus.
Ya falta poco para que lo entiendas mejor, lector.
—No tenemos nada de que hablar ahora, Artie —dije para poner punto final a la conversación y a nuestra ?amistad?—. Nada.
Iba a decirme algo, pero de pronto Adrik (en un plan de caballero de cita perfecta que no sabía que podía ejecutar) se acercó a ver si todo estaba bien con, bueno, Artie. No conmigo. De hecho, me ignoró. Estúpido, mis sentimientos, idiota.
Ella le dijo que sí estaba todo bien, disimulando su estado nervioso y afectado por nuestras palabras.
Yo quise apartarme, pero de pronto los altavoces de la feria anunciaron a todo el mundo con la voz de Dash/Tood, que estaba con un micrófono junto a la rueda de la fortuna:
—?Durante los veinte minutos que faltan para escuchar el discurso honorífico tradicional, haremos un juego en la rueda de la fortuna! ?Acérquense todos! ?Traigan esas nalgas para acá!
La gente comenzó a acercarse. Miré la hora en mi móvil. Faltaba poco. En unos minutos iría a darle la USB a Lander, ya que la tarima estaba cerca.
Mientras, por alguna razón, miré la rueda de la fortuna, algo oscura en la parte más alta. No estaba llena, muchos puestos habían quedado vacíos y era un poco difícil diferenciar las caras de las personas que estaban en la cima. Además, según la siguiente información de los altavoces, la rueda estaba parada para que la gente pudiera admirar el panorama, besarse, tocarse y todas esas cosas impuras.
Hum, alguien en la cima, en uno de los asientos, me resultó conocido, pero no estuve segura de quién era...
A mi alrededor, Tood empezó a llamar a los fotógrafos y a soltar chistes sexuales y sarcásticos. Al cabo de unos segundos, el lujurioso ornitorrinco reunió a bastantes personas en torno a ese espacio de la rueda de la fortuna, que comenzó a verse por las pantallas de la feria para entretener a la gente. La música seguía sonando desde la tarima, pero aun así la voz de Dash era bastante audible, animada y motivadora.
—?Si no han conseguido un premio en los juegos, relajen la pelvis, porque conmigo tendrán la oportunidad de ganar algo especial! —anunció a través del micrófono mientras se meneaba dentro de su enorme traje. La gente se movió interesada—. ?Qué hay que hacer? Pues besarse. —Un coro de silbidos y vítores pícaros y entusiasmados estallaron a mi alrededor. Tood saltó de emoción—. Sí, no los estoy enga?ando. ?Tengo un premio para la pareja que se dé el mejor beso en la cima de la rueda de la fortuna! Así que, a ver, ?quién va a meter esas lenguas hasta el fondo?
Gritos, silbidos y mucho más entusiasmo despertó la propuesta de Tood. Me reí, fue inevitable.
Además, faltaba poco...
—Podrán participar los que están en esta vuelta y los que se suban a la segunda —continuó Tood—. Pero si no quedan en la cima, ?chao, pescao! ?No participan porque no me da la gana! —Le silbaron y corearon en apoyo—. ?Así que empecemos viendo qué es lo que tienen allá arriba en este momento, justo en el tope!
Tood giró el brazo y se?aló la cima. Al mismo tiempo las luces que la oscurecían, se encendieron y la iluminaron. Las cámaras que rodeaban al ornitorrinco apuntaron hacia arriba e hicieron acercamiento. ?Una pareja ya se estaba besando! ?Yei! Los silbidos de apoyo estallaron. Era un beso intenso, pero el chico ocultaba la cara de la chica porque estaba sentado en una posición que daba la espalda hacia donde nos ubicábamos los espectadores.
De nuevo ese chico me resultó familiar...
Tood animó al público.
—?De eso hablo, gente! ?Traspásense con la lengua! ?Que no quede ni un diente sucio! ?Tatúale tu nombre en las encías!
Y todos gritaron, apoyaron la propuesta, rieron.
Hasta que la euforia por un simple beso se detuvo.
El segundo suceso: ?La inesperada exposición?.
En el instante en que el chico se apartó de la chica, el público se quedó en silencio como quien apagaba de golpe un televisor. Todo el mundo se mantuvo expectante, asombrado, pero curioso. Incluso Tood permaneció inmóvil con el micrófono delante de los labios, porque no se trataba de un chico besando a una chica, no.
Era un chico que había besado a Aleixandre Cash.
Delante de todos.
Es-cán-da-lo.
28
Y entonces ??qué?!
Pues por eso me había parecido familiar. ?Era el peque?o de los Cash!
Gracias al acercamiento de las cámaras, su rostro y el del otro chico aparecieron en todas las pantallas de la feria. La multitud los vio. Incluso quienes caminaban lejos de la rueda de la fortuna se detuvieron a mirarlos. Y no porque fueran dos chicos los que se estuvieran besando, algo que no debería inquietar a ninguna persona en este siglo, sino porque uno de esos chicos era Aleixandre, y eso nadie se lo esperaba por la imagen que solía dar de seductor y heterosexual inflexible.
Eso fue lo que dejó perpleja a la gente. Aleixandre era el típico ligón, el que coqueteaba con todas las chicas, el que a escondidas las besaba, el que en cualquier fiesta terminaba en la cama hasta con tres de ellas, el mujeriego. ?Qué había sucedido?
Pues yo no tenía esa respuesta, pero al menos noté algo que otros no. La cara de Aleixandre era de horror. Su expresión indicaba que lo habían pillado desprevenido. No entendía nada. No sabía qué demonios estaba sucediendo, pero al mismo tiempo sí. Y eso lo dejó más espantado que al público.
Yo estaba a punto de hacer algo muy malo contra Aegan, pero me pareció injusto que revelaran la verdad de Aleixandre de esa forma. Me hizo recordar el momento en el que Aegan había dicho lo de mi madre delante de todos en la fiesta. Entendí la vergüenza y la rabia que debía de estar sintiendo, incluso cuando no debía sentirse avergonzado de nada.
?Quién había planeado eso? Porque sí, había sido planeado. Ver que Aleixandre no se esperaba algo así lo confirmaba. Alguien había deseado hacer público su secreto, por eso estaba en el programa, aprobado por la rectora. Pero esa mujer no podía saber que Aleixandre estaría ahí. ?Habría sido Aegan? No..., él tampoco tenía ni idea, al menos había sido genuino en eso. ?Dash? Se veía tan asombrado como el resto. No...
Sin idea de quién había planeado tal cosa horrorosa, avancé entre la gente en dirección a la rueda de la fortuna. Salté el cercado de seguridad y llegué hasta donde estaba el muchacho que se encargaba de su funcionamiento.
—Ponla en movimiento —le ordené. El tipo me miró algo desconcertado. Como seguía paralizado, tuve que gritarle—: ?Pon la rueda en movimiento!