Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)

—Oh, es como robar un banco desde dentro —dijo Dash, asombrado.

—Tal vez debes meterte más en tu papel de novia —me sugirió Kiana—. Aegan podría estar sospechando que no te gusta. Intenta otras cosas.

—?Como cuáles? —pregunté en busca de otras opciones.

Los dos esbozaron una sonrisita pícara.

—Ya sabes... —dijeron al unísono.

Oh, sí que lo sabía, pero no quería ni siquiera pensarlo.

Consideré que tal vez Aegan no prestaría atención a esos rumores, pero ?es que todavía no había aprendido nada? En Tagus, la mayor responsabilidad de los alumnos era no avergonzar a sus familias. Lo tenían todo resuelto: las cuentas, el transporte, la vida. Sus prioridades eran únicamente ellos, y cuando solo te importas a ti mismo, las desgracias ajenas o no te interesan o simplemente te entretienen.

En Tagus solo te entretenían.

Y aun sabiendo eso, no tenía ni idea de lo que me esperaba esa tarde.

Fui al club después de clase. Sorprendentemente, Aegan me recibió en el vestíbulo. Llevaba un short y sandalias playeras, e iba sin camisa. Los tatuajes de su antebrazo resaltaban como obras de arte, dándole un aspecto rudo que de seguro le gustaba mucho tener. Sus gafas de aviador estaban sobre su cabeza y sostenía un vaso con algún tipo de cóctel. No me saludó, fue directo:

—Tengo algo para ti.

Me entregó una caja blanca. Medio desconfiada, abrí la tapa, saqué lo que había dentro y lo contemplé: un biquini que tenía estampados unos dibujos de peque?as bananas.

—No fue difícil adivinar tu talla —comentó él, divertido.

Por el repaso burlón que me echó, entendí que lo decía por mis inexistentes curvas.

Sí, yo era medio plana.

—?Para qué es esto? —pregunté, ignorando su comentario y mirándolo alternativamente a él y a la prenda—. ?Ahora quieres un desfile sobre caballos?

—Para la piscina. —Soltó una risa muy tranquila.

—Aquí no hay piscina.

—Claro que la hay —dijo con obviedad—. Bueno, antes no. Es algo que incluimos el a?o pasado, cuando remodelamos la terraza. Puedes usar el ba?o para cambiarte.

—No quiero ponérmelo —me negué de inmediato.

él dio un paso adelante. Alzó su mano y me pellizcó la mejilla con ?cari?o?.

—Estarás muy guapa —me aseguró con una sonrisita burlona—. Te espero arriba.

Me gui?ó el ojo y se alejó con su estúpido vaso en la mano.

Entré en el ba?o, que tenía un espejo que permitía verte hasta por debajo de la cintura. Me miré en él con una pieza del biquini en cada mano, sosteniéndolas como si fuesen algo extra?o. En mi reflejo, mi cara de ?no me lo puedo creer? fue de escena de comedia.

Un biquini.

De bananas.

Para ir a una piscina.

Pero ??por qué bananas?!

?Era horrible!

De alguna forma, me imaginé a Aegan mientras caminaba, riendo con malicia por haberme tomado por sorpresa, pero inhalé hondo porque no, Aegan, yo no era de las que salían corriendo. Si creía que con esto iba a intimidarme, estaba equivocado.

Me quité la ropa, me puse el biquini y las chanclas y me dejé el cabello suelto. Miré de nuevo mi reflejo, y me pareció bien lo que vi. Otra de mis características: no prestar nunca atención a mis complejos. Por supuesto que los tenía, como toda humana, pero, no sé, mi capacidad para restarle importancia a las cosas me ayudaba a decirme a mí misma: ?Esto es lo que eres y te aguantas?. Más sencillo y menos tortuoso.

Finalmente salí del ba?o. Una escalera a?adida de forma extra en la parte trasera de la casa me llevó a la terraza, que parecía una zona muy distinta a la de abajo.

Ahí todo era más moderno. La piscina era grande, muy azul, y varios chicos, incluido Aleixandre, estaban jugando a vóleibol acuático. Apenas me vio, con los brazos extendidos hacia arriba, el cabello mojado hacia atrás y su gran sonrisa me gritó:

—?Jude! ?Lánzame una banana que tengo hambre!

Lo ignoré y seguí. También había un área de sillas para tomar el sol, una barra de bar y una caseta de DJ desde la que salía música. Alrededor, barras tiki, lámparas, algunos sofás y sombrillas. Lo más importante: había unas cincuenta personas.

Y parecían haber sido seleccionadas estratégicamente. En su mayoría eran del círculo cercano de los Cash. El resto eran de círculos importantes en Tagus. Eran más chicas que chicos. Chicas con cuerpos tan fitness que me dieron hambre, melenas largas y perfectas, algunas con asombrosos labios rellenos, u?as pintadas de colores mates y bronceados delicados. En resumen: comparada con ellas, yo parecía un fideíto, un adefesio, un moco pegado en el labio superior de un feo.

Un moco con un ridículo y estúpido ba?ador de bananas.

Ni siquiera tardé dos minutos en comprender qué estaba pasando. Toda esa gente ahí, todas esas chicas hablando con curiosidad, con ansias de elaborar una buena historia...

El rumor.

Aegan quería testigos que pudieran confirmar el rumor de que yo era agresiva y podía golpearlo. Pero... para eso yo tenía que montar alguna escenita o comportarme como el día anterior al presentarme en el club. Aegan debía de estar seguro de que eso sucedería.

O seguro de que él haría que sucediera.

Pues ya vería.

Avancé con la cabeza en alto y fui directa hacia donde estaba Aegan, cerca del borde de la piscina. Hablaba con su grupito de siempre y con algunos chicos y chicas engreídos que no reconocí. Mientras me acercaba tuve que admitir que el condenado resaltaba, que emanaba algo que te impedía dejar de verlo. Me pregunté: ??Por qué, Dios? ?Por qué a veces haces que la maldad se vea hermosa??.

—?Ah, Jude! —exclamó él en cuanto me detuve a su lado, y luego preguntó a todo su círculo—: Ya la conocen, ?no?

—Claro, es todo un personaje —dijo una de las chicas.

Y con una sonrisa me echó un repaso lento. Noté la chispa despectiva al fijarse en las bananas de mi biquini.

Activé a la Jude que Aegan no esperaba.

—?Hola! —saludé con mucha afabilidad a los presentes—. Y hola, cari?o. —Tuve que ponerme de puntitas para lograr darle un cari?oso beso a Aegan en la mejilla.

Como toque adicional entrelacé mi mano con la suya y me pegué a su brazo, sonriendo ampliamente y con felicidad. Que me mirara por un instante con los ojos medio entornados me hizo entender que lo había tomado por sorpresa con ese gesto dulce, pero no lo demostró.

De todas formas, me mantuve así, pegada a él. Su mano era muy grande entre la mía.

Habían dicho que yo era agresiva, ?no? Les demostraría que era todo lo contrario.

—Es sorprendente que estén juntos —comentó divertido un chico del círculo al vernos en ese plan— porque parecía que se odiaban.

Oh, nos odiábamos mucho, sí.

—Es que Aegan no quería admitir que el hecho de que yo lo desafiara, le gustó. —Reí con dulzura.

él esbozó una sonrisa de labios pegados, falsa.

—Claro, y tú no querías admitir que me desafiaste porque te gusté en cuanto me viste —replicó.

Ambos emitimos una risita estúpida. Qué hermosa nuestra relación artificial, ?verdad?

A?adí un comentario para todos.

—Miren, les juro que una vida no es suficiente para describir cuánta suerte tengo. —Parecía la ganadora de un Oscar diciendo esa ridiculez, en serio—. Cada día, cuando me despierto por las ma?anas, digo: ??Hoy soy la novia de Aegan Cash! ?Es que Dios no me ha dado ya todo lo que necesito??.

Suspiré para a?adirle drama al momento y luego intenté hacer lo que ya sabía que, por desgracia, debía hacer.

Besarlo.

Sí, debía hacerlo. Si quería convencer a todos de que Aegan me gustaba, tenía que sacrificarme.

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