Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)

Había gente cerca, ?no? Gente que podía hacer correr chismes. Gente ante la que Aegan debía mantener su postura y reputación.

—Pero ??por qué te molesta que esté aquí?! —solté en voz bastante alta, aplicando mis dotes de actriz indignada—. ?Solo he venido porque quiero pasar tiempo contigo!

Lo tomé desprevenido. Había creído que yo me asustaría, y hundió las cejas, entre desconcertado y horrorizado por mi brusca actitud.

—Baja la voz, ?qué te pasa? —dijo, enfadado.

—Es que... ??qué problema hay con que sepa qué haces en este lugar?! —agregué a mi falso drama.

Y en serio me tuve que esforzar para no reírme en su cara.

—Jude... —intentó callarme con una voz de ultimátum, pero lo siguiente lo dije aún más fuerte y con mayor decisión de novia tóxica:

—?Quiero ir a donde tú vayas, así que aquí me quedo!

Iba a perder la paciencia. Esperé que la perdiera. Solo que, en serio, a veces subestimaba a Aegan.

Mantuvo la mandíbula y todo el cuerpo tenso con unas notables ganas de taparme la boca con una almohada hasta que dejara de respirar, pero forzó una sonrisa.

—?Sabes qué? Sí que es una buena idea que te quedes —me dijo para mi sorpresa, y cambió su voz a esa de amigabilidad habitual—. Estaba a punto de hacer algo divertido con el grupo y me encantaría incluirte.

—?En serio? —repliqué como novia emocionada e intrigada—. ?Qué es?

—Vamos a cabalgar.

Me quedé congelada.

Mi papelito se me cayó.

Dios santo.

Cabalgar.

?Yo no sabía cabalgar! ?Apenas sabía mantenerme de pie!

Resoplé con un ademán de que no debía darle importancia.

—Ah, no te preocupes, yo puedo esperar...

—Querías estar aquí, ?no? —me interrumpió, todavía con esa sonrisa que empezó a parecerme más peligrosa que su enfado—. Ese es el tipo de cosas que hacemos aquí, y nadie se queda fuera.

Traté de rechazar la idea con disimulo:

—No, Aegan.

Pero él se giró hacia su círculo y gritó:

—?Oigan, cambié de opinión! ?No será una cabalgata, será una carrera!

Y una carrera.

De acuerdo, me obligué a calmarme para no entrar por la puerta del pánico que mi yo mental acababa de abrirme con un ?Pase y póngase cómoda?. No tenía ni idea de cómo cabalgar, jamás me había subido a un caballo y era torpe, pero ?iba a permitir que Aegan se enterara de que no sabía hacer algo? No. Ante esa inesperada situación solo tenía dos opciones: lograrlo de alguna forma o dejar que Aegan se anotara un punto en nuestra imaginaria tabla de batalla.

Sabemos que no escogería la segunda.

—Mueve ese trasero, Jude —me dijo Aegan, que sin darme cuenta había empezado a caminar hacia el establo—. Tienes que escoger un caballo.

Con la respiración cortada, moví mis piernas hacia delante. Los otros chicos nos siguieron con la mirada, pero los ignoré. Atravesamos la entrada y Aegan englobó las opciones con los brazos extendidos. Me recordó el gesto que había hecho el mentiroso de Aleixandre al entrar en el club.

—?Qué caballo quieres montar? —me preguntó.

Había tantas secciones como caballos dentro de ellas. No tuve ni idea de cuál escoger o si debía escoger por alguna característica específica.

—Bueno, no lo sé, tú los conoces más... —me atreví a decir, aunque no estaba segura de que lo que soltara fuera lo correcto.

Pero eso sí estuvo bien, porque Aegan miró pensativo a los animales. Luego se movió dos secciones a la derecha y yo lo seguí. Se detuvo frente a una impresionante yegua de color blanco con el pelaje brillante que parecía un unicornio, solo que sin el cuerno.

—Esta es Nube —dijo, y le acarició la cara con afecto—. Te irá bien, es muy especial.

Con cierta duda, extendí la mano y Nube estornudó, así que la aparté, nerviosa. Me gustaban los caballos, lo que no sabía era si yo les gustaba a ellos.

—?Por qué es especial? —inquirí, curiosa.

—Es la yegua de mi caballo Hades. —Eso se oyó agradable, hasta que carraspeó y con malicia a?adió—: Pero solo si a Hades no le gusta la principal. En ese caso, lo juntamos con esta preciosa porque estamos seguros de que la montará. Hay ciertas similitudes con nosotros, ahora que lo pienso...

Me crucé de brazos y lo miré con los ojos entornados, lista para enfrentarme a él.

—?En serio? ?Similitudes entre Nube y Hades, y tú y yo? —Me atreví a reírme, burlona—. No lo creo. Al menos tu caballo tiene un mínimo de oportunidad de, digamos, ?acostarse? con Nube, pero tú de hacerlo conmigo...

Aun con su fastidiosa sonrisa de poder y maldad, me miró de arriba abajo tan solo moviendo los ojos.

—Jude, ?te has visto con esa ropa? —se?aló, y usó un tono de falsa vergüenza—. No sé ni dónde termina tu espalda y empieza tu culo.

Le dediqué una mirada que habría decapitado a Hitler a kilómetros de distancia.

Aunque fue bueno saber que él tampoco tenía ganas de hacer conmigo las otras cosas que hacían los novios.

Escogí a Nube entonces. Después de que él mismo la preparó con un cari?o y dedicación que no parecía posible que tuviera, volvimos a la zona para cabalgar. Todos, tanto Aegan como sus amigos, parecían muy seguros y tranquilos con la situación. Yo... estaba tan nerviosa que posiblemente se me notaba. Sí que estaba tratando de disimularlo, pero era difícil. ?Por qué todo era tan grande? ?Por qué la yegua me parecía tan alta?

Eso sin duda no sería como lo del póquer.

Antes de que pudiera maquinar algo para librarme de pasar una vergüenza épica, todos se subieron a sus caballos con una agilidad impresionante. Obviamente, yo me mantuve de pie.

—Anda, Jude, ?qué esperas? ?Una foto? —se burló Aegan desde su montura.

Joder.

?Qué esperaba? Bueno, algo así como que milagrosamente se abriera la tierra y se lo tragara por imbécil, pero no iba a pasar, porque él era Aegan Cash. En caso de que se abriera, seguramente me tragaría a mí.

Di un paso adelante, pero fue demasiado dudoso y corto. Observé la silla de montar sobre la yegua, luego donde se suponía que debía poner el pie, luego a los amigos de Aegan, que me miraban con una chispa de maldad en los ojos, y finalmente al mismísimo Aegan.

él lo sabía. Sabía que yo no tenía ni idea de cómo montar. Por venganza, quería verme fallar, disfrutarlo y reírse junto a sus estirados amigos. Y de pronto eso me hizo sentir muy furiosa. No iba a permitirlo.

Di otro paso, esa vez más seguro. Luego, sin pensarlo demasiado, con una determinación y una confianza casi concedida por los dioses del Olimpo para verme triunfar, coloqué el pie izquierdo sobre el estribo y me impulsé hacia arriba.

?Tú puedes, Judecita, tú puedes!

O mejor dicho: ??No puedes, Judecita, no puedes!?.

En vez de terminar arriba, sentada victoriosa, quedé tumbada boca abajo sobre la silla.

Fail total.

Fallé, y no solo eso, sino que fallé de una forma muy estúpida.

Las risas estallaron en ese mismo momento. Unos ?jajajás? tan intensos que retumbaron en mi cabeza y empeoraron la situación. Como no logré estabilizarme o acomodarme o hacer alguna jodida cosa decente, no me quedó otra que volver al suelo, donde casi perdí el equilibrio.

Ya de pie, solo escuché cómo se burlaron de mí. Ni siquiera me molesté en ver a los amigos de Aegan, sino que lo miré directamente a él, y encontré una expresión tan cruel, tan burlona, que me oprimió el estómago como una mano que exprimía una fruta con maldad.

Me sentí furiosa y al mismo tiempo humillada.

—Jude no vendrá —dijo Aegan entre risas—. Será para la próxima.

Y cabalgaron todos casi al mismo tiempo, con Aegan a la cabeza, como si con el hecho de dejarme atrás demostraran que eran mejores que yo.

Exhalé con fuerza y me fui de ahí dando zancadas. Entré de nuevo en la casa, caminando rápido y con furia, como un camión sin freno rumbo a la salida para volver a mi apartamento. Mientras, no paraba de preguntarme: ??Por qué nunca he montado un caballo para evitar esto? ?Por qué, cuando creo que soy más lista que Aegan, me supera??.

Tuve que pararme en seco apenas crucé el pasillo porque estuve a punto de llevarme a alguien por delante.

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